Qué bello es vivir en Francia

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Debo de pertenecer a esa parte de la sociedad con sentimiento trágico de la vida -que me perdone don Miguel por usar el título de su ensayo en vano- y por eso me cuesta reírme de las desgracias ajenas por muy edulcoradas que estén y aunque sean de mentira como en el cine. Ya me gustaría poder descojonarme de un tetrapléjico, aunque sea rico, que lo más parecido al placer sexual del que es capaz de disfrutar es que le acaricien las orejas, o de que el simpático y optimista inmigrante suburbial, parado y delincuente que entra a su cuidado no quiera limpiarle el culo porque le parece de maricones. Pero es que además me avisan al principio que está basada en una historia real y al final me sacan a los verdaderos, como Spielberg en La lista de Schindler.

Soy de esas personas que piensa que en estos momentos en que soplan vientos de desolación desde Europa no toca reírse sino llorar y movilizarse para cambiar. Por eso no entiendo -lamentablemente sí- que Intocable sea la tercera película más vista de Francia, por detrás de Titanic, Bienvenidos al Norte y La gran juerga, con casi 20 millones de espectadores, que media Europa esté rindiéndose a sus encantos y que en España sea la segunda de la taquilla a una semana de su estreno. Aunque la especialidad de su pareja de guionistas y directores sean los tópicos (Aquellos días felices) y esté muy bien interpretada por François Cluzet (Pequeñas mentiras sin importancia, No se lo digas a nadie…) y un desconocido Omar Sy (Micmacs).

Me cuesta tragarme sin güisqui este pastel sobre la redención social y la amistad interracial en una Francia doblada por al crisis, la marginación urbana y las promesas electorales neonacionalistas. Y no me puedo reír con la desgracia de ambos protagonistas. El rico parapléjico que se rompió la crisma haciendo parapente porque su mujer se moría de cáncer y el joven senegalés sin futuro que vive en los extrarradios de París con su tía y sus 10 hermanos-primos-hijos.

Pero también podría hacer de tripas corazón y les podría decir que esta película, que a veces me recuerda a Qué bello es vivir, es una divertida comedia sobre la relación entre un paralítico de clase alta y gusto refinado y su cuidador, un joven inmigrante sin trabajo que acaba de salir de la cárcel y cuyos gustos son bastante toscos. Una relación que, rompiendo mágicamente las barreras sociales, se convierte en amistad cómplice en la que cada uno aprende del otro y por la que ambos expían sus infiernos particulares. Una cinta llena de ritmo, agilidad y buen rollo, cuya abundancia de tópicos aceptamos plácidamente porque la buena química que se establece entre sus protagonistas hace que nos olvidemos de cualquier malestar mientras escuchamos buena música clásica y alguna canción de Earth, wind & Fire o Kool and the gang.

Pero que quieren que les diga. Ya saben que tengo un sentimiento trágico de la vida y se me ha acabado el güisqui. Véanla y elijan ustedes la versión. Seguro que es mejor que John Carter, la primera de nuestra taquilla.

Por cierto, creo que acaba de salir en España editado por Anagrama el libro original en el que está basada la película y que escribió Philippe Pozzo di Borgo, el auténtico intocable. Si tuviera tiempo igual me lo leía.

7 Comments
  1. Ariana says

    La película adolece de un concepto que también surgió en Francia: el Buen Salvaje. Ese ser no civilizado, más cercano a la naturaleza que a la cultura, que a simple vista descubres por sus rasgos físicos distintos y que luego confirmas por su bondad ‘innata’.
    Un film racista por todos los estereotipos que presenta incluido el binomio varón blanco varón negro.
    De acuerdo además con todo lo que comenta el autor de este artículo. Felicidades por eso

  2. celine says

    Aún no he ido a verla porque sospechaba del tufo buenista que sueltan los trailers y el afiche, de modo que me ahorraré los eurillos ya que confío en el acierto del autor de este artículo. Desde Rousseau a nuestros días ha llovido como para no creer en cuentos de hadas. Y, si al menos estuvieran bien hechos, como le pasaba al film de Agnes Jaoui, «Le gût des autres», todavía.

  3. Jander says

    Una película es evaluada en función del contenido que presenta, y no de la situación en la que se proyecta. Quizás, el autor de la crítica debería reflexionar acerca de la necesidad de poder discernir entre una cosa y la otra, de forma natural y no a través del whisky. No sólo porque le daría un carácter más profesional a su trabajo, sino que además repercutiría positivamente en su salud.

  4. KING SPINCH says

    Pues como la riqueza de una sociedad civilizada está, no en su economía de bienestar, sino en aceptar y respetar las perspectivas dispares a la de uno, yo declaro ver la vida por unas gafas distintas al amigo Pascual. Ya no entro en debate sobre la película, porque aún no la he visto e igual tampoco me gusta ni la disfruto. Pero intuyo que sí me va a gustar, porque yo no soy del club de Calimeros que tienen un sentimiento trágico de la vida. Y para los que el peso de lo trágico es la paleta con la que pintan su cuadro. Supongo que es el eterno dilema de ver el vaso medio lleno y medio vacío. Mi madre también es así, mira primero lo gris y le afecta tanto, que lo de colorines ya no lo ve, porque tiene la cabeza agachada mirando al suelo.

    Es curioso, porque los pesimistas, como tienen tan mala prensa, se ponen una etiqueta que mola más, y dicen que son “realistas”. Jugando con las palabras, un símil que me viene a la cabeza es la dicotomía entre ser “realista” o ser “aleti”. ¿Se divierten más los del Madrid que los del Atlético? No creo. Pienso que los colchoneros nos reímos de nuestro sufrimiento y cuando perdemos nos tomamos un pastel; y los merengues sufren porque no encuentran divertido un empate y sin embargo se dan al güisqui para ahogar las penas.

    Otro ejemplo, esta vez de ficción. Los detractores del “Dr. House” dicen que tiene una locuacidad demasiado bestia como para encontrar graciosos sus ácidos comentarios. Pobres pacientes, con lo que sufren en un hospital. Como los Simpson, es un humor que considera lícita la risa de las desgracias ajenas, porque también ironiza sobre su propia vida miserable. El que no lo entienda así es que vive bajo los efectos de la amargura y jamás tendrá consuelo. El humor negro y el sarcasmo nos alivian de tener una existencia donde nos tomemos demasiado en serio a nosotros mismos.

    Una postura que me gustaría criticar, ya que estoy lanzado, es la de los que censuran todo lo cómico que se tenga su origen en las frustraciones y en las penurias propias y ajenas. ¡¡Cómo no va a hacerlo, si los fracasos son el alimento principal del que se nutre la comedia!! Para el que aún no lo sepa, pongo en su conocimiento que los que más chistes hacen de la “desgracia” de la ceguera, son los propios miembros de la ONCE. Con lo que, por supuesto, no hace falta esperar a estar jorobado para poder hacer un chiste sobre jorobados. El que siga sin entender esto, en vez de la lectura del libro de Pozzo de Borgo, le recomiendo el de “El Mundo Amarillo” del fantástico Albert Espinosa, que lo explica mejor que yo y a desgracias no hay quien le gane.

    Decía con acierto el nobel Darío Fo que la sátira es el arma más eficaz contra el poder, el poder no soporta el humor porque la risa libera al hombre de sus miedos.

    Así que discrepo con simpatía con el firmante de este artículo. Amigo Pascual, en los tiempos de desolación, pesimismo y depresión, ES precisamente cuando más toca reírse para llamar a la movilización al cambio. El que quiera llorar, que llore, por supuesto. El que quiera autocompadecerse, lamerse las heridas, aullar a la luna, maldecir haber nacido y lamentar el valle de lágrimas que nos ha tocado… que lo haga. Yo sigo siendo del club de los que dicen: “Si la vida te da la espalda… tócale el culo”, aunque sea desde la tristeza de una silla de ruedas, desde la marginalidad de un sin papeles o desde la desesperanza de las filas del INEM.

  5. Runaway says

    Del Sentimiento Trágico de la Vida de Unamuno es un insoportable tostón donde a cada párrafo aparece la palabra «Dios». No he visto la película, pero a mí lo dramático y trágico, aunque por su dureza me haga llorar, me atrae más que la comedia. Es más realista y mas profundo y despierta conciencias. La comedia, salvo excepciones, es más frívola, más superficial y sus «happy ends» no se corresponde en nada con la realidad.

    Todo lo cual, no quiere decir que no me guste la comedia,el humor o la sátira, como dice KING SPICH en el anterior comentario de los «pesimistas/realistas.» Todo lo contrario, creo que la risa es muy sana -reirse de uno mismo es una de las mejores terapias- el humor es muy una buena bárbula de escape; la sátira es un arma que se emplea contra el poder, pero que para nada cambia a éste. Por mucho ji ji ja ja no se cambia las cosas ni se hace ninguna revolución.

  6. Antoñin says

    Me he sentido más que identificado con lo mencionado por el crítico Pascual, cuando se refería a sí mismo como una persona incapaz de reírse con la desgracia ajena. Sin embargo, en eso recae la maestría de los cineastas, en transformar una desgracia en algo tiernamente cómico. Y, para más inri, si fue el propio protagonista de la historia, ese que en la vida real se pasa su vida en una silla de ruedas, quien dio su beneplácito al filme a condición de que fuera en clave de humor, no sé quiénes somos nosotros para dudar del buen hacer que transforma una desgracia en una bellísima sonrisa, cuando no una carcajada. Sludos

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