Emilio Martínez, el rey de las camas

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Soy de los que piensa que el cine español en general es de una calidad razonable y que por tanto conviven películas bastante buenas con algunos ladrillos. Lo que sucede es que los españoles somos más exigentes con él que con otras cinematografías y lo rechazamos de antemano porque nuestros gustos han cambiado gracias a la sobreabundancia de productos estadounidenses, que dedican mucho más dinero a la promoción que los nuestros y cuentan con la inestimable ayuda del doblaje.

Acaba de estrenarse La montaña rusa, una comedia romántica de la que es fácil que no hayan oído hablar. Y eso que está producida por Enrique Cerezo y dirigida por un clásico de este tipo de cine, Emilio Martínez-Lázaro, responsable de varias películas en las que la cama es el fetiche, altar y metáfora de historias de amor, sexo, enredos, celos, infidelidades, etc. (Amo tu cama rica, Los peores años de nuestra vida, Al otro lado de la cama…). En esta ocasión el guión lo firma él mismo junto con otra especialista en comedias de enredo, Daniela Féjerman (Semen, una historia de amor, A mi madre le gustan las mujeres…).

La película resulta divertida, no tiene caídas de ritmo, tiene golpes de humor razonablemente buenos, incluso a veces te ríes con ganas, lo que pasa es que si no fuese por el restaurante de diseño donde comen de vez en cuando los protagonistas parecería que estamos viendo una película de los años 90 de este mismo director, o de Oristrell, o de Gómez Pereira. Es decir, estamos ante una película de un género muy identificable que apenas ha evolucionado desde que nació. Y entonces o nos gusta o no nos gusta.

No esperemos intensidades dramáticas, ni excelencias de trama, ni giros de guión sorprendentes, ni personajes profundos. No es eso lo que pretende La montaña rusa, pero sí que veremos buenas interpretaciones de Verónica Sánchez, Alberto San Juan y Ernesto Alterio, los dos últimos ya hicieron algo parecido en Al otro lado de la cama, escucharemos buena música de Roque Baños y nos reiremos un rato con este triángulo amoroso formado por una violinista en la treintena que a pesar de sus aventuras no alcanza el orgasmo (la montaña rusa) y dos antiguos compañeros de colegio con los que se cruza muchos años después por casualidad. Uno es un triunfador que presenta un exitoso show televisivo y el otro un actor que se gana la vida como puede. Uno es la mente y el corazón y el otro el cuerpo. Uno el novio perfecto y el otro el amante ideal. Con un uno descubre el amor y con el otro se sube a la montaña rusa. Qué hacer.

Hace un par de días escuché en La noche en 24 horas decir al presidente de Egeda -y del Atlético de Madrid- y productor de esta película que uno de los problemas del cine español es que no conecta con el público. El otro es la piratería.

El segundo me permito dudarlo. Pero sobre el primero quiero revelar que fui a ver La montaña rusa el lunes al pase de las 20:25 en un cine multisala de Madrid y estuve solo. Lástima que tengan que pagar justos por pecadores en el cine español. Esta película se merece que la vea más gente, porque es tan buena o tan mala como muchas otras de la cartelera que se llevan la pasta y el público.

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