Según avanza el tiempo, instalados como estamos en la crisis, se van conociendo datos que inducen al escándalo de la población, porque, aunque se bromee con lo que roban los políticos, lo que abusan los banqueros, lo que chinchan las multinacionales con tal de seguir ganando dinero a espuertas y lo que engañan las farmacéuticas para que nos tomemos las pildoritas, cuando nos llegan los datos fríos, contundentes, suelen hacer mucha pupa y levantar oleadas de indignación, al mismo tiempo que crece la impresión de que somos incapaces de evitar esos abusos por mucho que se patalee en la barra del bar.
La vida es un ir aprendiendo a perder la inocencia del modo menos doloroso posible. Algunos son precoces y la pierden rápidamente lo que les facilita pasarse al lado de los ejecutores y ganar dinero y prestigio. Otros, somos más lentos y para cuando perdemos suficiente inocencia ya estamos mayores como para alistarnos en el bando de los listos y, además, nos da vergüenza. Espero que me sigan.
La crisis facilita el que se desvelen cifras de sueldos que reciben los asesores, gestores, asociados a los gestores, escribidores de discursos de los políticos –los grandes, como Churchill se los escribían ellos solos-, consultores varios, ex-ministros pensionistas que trabajan en grandes empresas, en fin, todo eso. El número creciente hasta el infinito de tales asesores, consultores y responsables en la sombra empieza a resultar insoportable para los oídos sensibles. Y cuando se descubre la tarea que se supone que realizan, el nivel de bilirrubina se dispara hasta en los más flemáticos. Y aquí es donde quería llegar.
Una consultora de la ONU–ya, de por sí, una organización que podría suprimirse dada su cuenta de resultados- exige que se retire de la enseñanza la obra maestra de Dante Alighieri, La Divina Comedia, porque induce al racismo, el desprecio a los homosexuales, a los judíos, a los musulmanes y qué sé yo, una larga lista de horrores que la mente enferma del florentino parió para deleite de los malhechores. Se conoce.
La consultora Gerush92, que así se llama, dice que en determinados cantos del Inferno, Dante deja fatal a los judíos y usa el término “judas” para traidores y gente de poco fiar. Normal. En una cultura cristiana, un judas es un malqueda, como poco. Tampoco sale bien parado el bueno de Mahoma, a quien coloca en situaciones delicadas, mostrando al enemigo su “tristo sacco che merda fa” o sea, su barriga abierta. Pues, sí. ¿Y qué? Estaban en guerra santa. Hay que ponerse en situación, en el tiempo en que la obra maestra fue escrita, y en el lugar.
El colmo de la tontería es que la consultora susodicha se escandalice de que no se filtren esos capítulos a los estudiantes y acto seguido asegure que no invocan censuras. Pues ¿qué, entonces? Quizás los miembros de Gerush92 debieran acudir a las clases de literatura a aprender algo de sentido del humor y del ridículo.
Incluso un europarlamentario italiano converso, Magdi Cristiano Allam, se llama, ha alegado que si para los musulmanes hay que eliminar algunas escenas de la Divina Comedia, qué no habría que hacer con El Corán, que es un “compendio de odio, violencia y muerte contra hebreos, cristianos e infieles. Si es que…
Parece que la polémica se ha zanjado rápidamente porque todavía hay más gente culta que ignorante en el mundo y la dictadura de la ignorancia no ha podido imponer sus reales, como ha sugerido el crítico Maurizzio Cucchi. De haberlo hecho, no faltarían voces que culparan al Dante de los asesinatos del franco-argelino Mohamed Merah, que mataba niños y soldados y que, a la hora en que escribía yo esto, aún estaba cercado por la policía francesa, en Toulouse. Ahora ya sabemos cómo acabó la dantesca hazaña.
Volviendo a la Comedia, sería bueno conocer el número exacto de consultores de la ONU-esa sí que es una comedia sin divinidad-, y su presupuesto, para escandalizarse a lo grande, mucho mejor que con las afirmaciones descontextualizadas del Dante.