Sostiene Tabucchi

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El escritor italiano Antonio Tabucchi, en una imagen de 2010, en Barcelona. / Toni Albir (Efe)

Sostiene Pereira que su creador, Antonio Tabucchi, ha muerto en la ciudad de Lisboa el domingo 25 de marzo de un cáncer con el que llevaba tremenda lucha desde hace años. Sostiene también que nació hace sesenta y ocho años, el 24 de septiembre de 1943, en la ciudad de Pisa, el día mismo en que los aliados bombardearon la ciudad, pero que no cree que esa circunstancia tuviera mucho que ver con el carácter que luego desarrolló, inquieto, descalabrado, lleno de inquietud por un lugar que le resultaba ajeno y que se convertiría con el tiempo en algo concreto, Lisboa, hasta el punto de llegar incluso a convertirse en ciudadano portugués, destino que le hubiese encantado al mentor fantasmal que recorrió su vida, Fernando Pessoa. Sin la pasión que le entró a Tabucchi por ese poeta portugués, sostiene Perreira, él mismo no hubiese existido. De seguro. El  encuentro tuvo lugar en la Gare du Lyon, de París, siendo un estudiante universitario. En un banco se encontró un libro firmado por Álvaro de Campos, uno de los múltiples personajes, o heterónimos, que adoptó a lo largo de su vida el poeta portugués Fernando Pessoa. Abrió el libro y se encontró con el poema Tabacaría en la traducción de Pierre Hourcade, Bureau du Tabac. Sostiene Pereira que desde aquella temprana fecha, algo feliz para cualquier mortal al que le suceda, Tabucchi supo lo que quería hacer, cual sería su destino. Todavía no había nacido el principal personaje de la novela que le dio fama mundial pero sí se había establecido la tierra que le vería nacer. Así, su tesis versaría sobre El surrealismo en Portugal y ya en el año 73 comienza  a enseñar lengua y literatura portuguesa en Bolonia, una asignatura que en aquellos años era poco menos que una curiosidad. Fue en ese año cuando Tabucchi publica su primera novela, Piazza d´Italia, una narración muy en la línea de Giovanni Verga, de Tomasi di Lampedusa, el celebrado autor de El Gatopardo, de Vincenzo Consolo…, es decir, de cierto gesto verista, y donde quería describir el ambiente de los perdedores, de los marginados, a través de los avatares de una familia de anarquistas toscanos. Luego vinieron otras, como La Dama de porto Pim o Nocturno hindú, del año 84, esta última llevada a la pantalla en el 89 por Alain Courneau y que tuvo un éxito relativo ya que dos años antes se le había concedido el Premio Médicis en Francia, un premio capaz de crear un prestigio internacional del que ninguno de los galardonados ha logrado escapar.

Es en esos años cuando el destino de Antonio Tabucchi y sobre todo, del personaje principal de sus novelas adquiere carácter definitivo. Sostiene Pereira que fue en el año 85 cuando se le nombra director del Instituto Italiano de Cultura, en Lisboa, y desde entonces Portugal y Tabucchi se confundirían en una amalgama extraña pero tuvo como resultado una de las pasiones intelectuales más bellas de los últimos tiempos: Tabucchi se convirtió, dicen, con permiso de nuestro Ángel Crespo, en el mejor estudioso de la obra de Fernando Pessoa y en su idóneo traductor al italiano. Tanto que en Portugal le concedieronla Orden del Infante Don Enrique y en Francia para no ser menos porque Tabucchi siempre se sintió deudor de esas dos culturas, la portuguesa y la francesa, Caballero de las Arres y las Letras. Pero si había que decidirse, Tabucchi siempre lo tuvo claro.

Sostiene Pereira que el año 94 fue importantísimo porque Tabucchi escribió Los últimos tres días de Fernando Pessoa y una novela corta que llevaba mucho tiempo en el magín, Sostiene Pereira, la historia de un periodista ambientada en los años treinta del régimen salazarista y que se convirtió en un éxito de ventas tan enorme que, desde entonces, al modo de Don Quijote y Sancho, Tabucchi y Pereira fueron de la mano juntos. Sostiene Pereira que el no tiene rostro y está compuesto de palabras, pero que no le desagradó que Marcello Mastroianni le pusiera cara en la película del mismo título que Roberto Faenza realizó en 1995. Tampoco le desagradó que en Italia se considerase el libro una protesta a favor de la libertad de expresión contra el magnate de las finanzas y político de éxito, en aquel entonces, Silvio Berlusconi. Sea como fuese, el caso es que la novela, corta, pero muy intensa, lírica, sentimental, incluso, puso de moda, terrible palabra, a Lisboa en Europa y a Fernando Pessoa, que ya llevaba una década siendo pasto de la industria cultural, en la cúspide  de la poesía del siglo XX. Toda cara lleva su cruz, y si bien es cierto que los tiempos en que Pessoa y Pereira estaban de moda, se han desvanecido un tanto, la verdad es que esa querencia en parte ficticia por lo portugués hizo que escritores como José Saramago o Antonio Lobo Antunes, fuesen conocidos fuera de su tierra natal, incluso con la concesión del Nobel, lo que en cierta manera vino a reconocer una de las literaturas europeas más sólidas y más desconocidas del siglo. La inmensidad de Agustina Bessa Lluís, Miguel Torga, Florbela Espanca están aún por descubrir pero como sostiene Pereira un comienzo es un comienzo y que se siente orgulloso de que él abriera camino, aún fuera de manera vicaria a través de un profesor y escritor italiano.

Tabucchi escribió luego obras como La cabeza perdida de Damasceno Monteiro, basada en un suceso real que aconteció en Lisboa, el hallazgo de un muerto en un parque con la sospecha añadida de haber sido asesinado por la Guardia Nacional Republicana, una bella novela que puede ser tomado como modelo de crónica. Escribió, también, muchos otros libros, y sobre todo, montones de artículos, curiosos y llenos de humor, en periódicos como el Corriere della Sera o El País. Por esa labor se le concedió en España el premio Francisco Cerecedo, el único que consiguió en esa tierra querida por él, siendo eterno finalista del Premio Príncipe de Asturias, que nunca se materializó. Los últimos años de Antonio Tabucchi fueron agradables, llenos de proyectos y realizaciones, querido y aplaudido pero con la sombra de la enfermedad detrás de él. Su esposa y colaboradora en las tareas de traducción, María José Lancastre, dio la noticia de su muerte en el Hospital dela Cruz Roja de Lisboa el domingo 25 de marzo pero, sostiene Pereira, que si bien su creador ha muerto, él no, y que sigue viviendo en el instante mismo en que el lector abra la novela donde habita.

3 Comments
  1. Alejandra Díaz Ortiz says

    Juan Ángel, leo tu texto y me emociono por Tabucci…
    (Recuerdo entre tus líneas a Ángel Campos, a quien también llamó Lisboa…)
    Saludos.

  2. Jonatan says

    Y José Cardoso Pires y Natalia Correia y Lidia Jorge y, sobre todo, un recuerdo de admiración por José Antonio Llardent, lusista máximo.

  3. Victoria Vovides says

    bellísimo artículo parafraseando la novela de Tabucchi. me encantó tanto como me gustó la obra de Antonio.

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