En estos tiempos el frenesí parece ser el adjetivo que cuadra vista la rapidez con la que se suceden los acontecimientos. En pocas horas, a lo del medicamentazo, el rápido desprestigio y la más rápida rehabilitación de la Corona gracias a once palabras de una normalidad aplastante, la subida de la prima de riesgo por encima de los cuatrocientos veinte puntos, los presupuestos en Educación, la dimisión de Miguel Muñiz -prevista en principio para julio, como Director General del Teatro Real después de ocho años en el cargo debido, se dice, a los problemas laborales por los que atraviesa la institución, le ha sustituido Ignacio García Belenguer,- se viene a sumar ahora la comparecencia en el Congreso de José María Lassalle, secretario de Estado de Cultura, para explicar los recortes encomendados a su departamento. Ya se sabía que iban a ser unos presupuestos escasos, de esos de rompe y rasga, pero lo que me llama la atención de todo ello, hay partidas que ven recortadas las asignaciones en un 70%, no son tanto las cifras, ya digo previsibles porque el Ministerio ya había dejado caer el carácter drástico del asunto, como el nivel de los debates a que estos presupuestos han dado lugar.
Debates de sesgo tan previsibles como los propios presupuestos. E inquietantes en el fondo, por lo que tienen de echar balones fuera. Porque lo protagonizado por, pongamos un ejemplo, entre el representante del Grupo Socialista, José Andrés Torres Mora, y el secretario de Estado de Cultura no sólo no ayuda a clarificar lo terrible del asunto sino que, sencillamente, lo embrolla porque desvía la atención de la cosa. Es algo de carácter endemoniado en nuestra vida política. Cualquier persona avisada sabía, de antemano, que el cine, todo eso de la ceja, iba a salir a la palestra, y esto ocurre porque se supone que los actores son seres esencialmente mediáticos, en eso no les falta razón, y que un Javier Bardem es un señor mil veces más conocido por el común de los ciudadanos que Eduardo Mendoza, sin ir más lejos. De ahí que los periodistas, ante la presentación de unos presupuestos donde no había manera de encontrar un titular, sólo cabía el de desastre, pero esto no es un titular sino un calificativo, se centran en el dichoso debate protagonizado por los dos sobre la ideologización de la cultura. Tengo para mí que ante la comparecencia de José Andrés Torres, el secretario de Estado se haya esponjado. Y si no lo ha hecho es porque no ha medido el favor que se le ha hecho. Acusar al Ministerio de penalizar con los presupuestos al cine, que también, tiene un peligro porque parte de un supuesto falso: que en los presupuestos de Cultura lo importante es el cine, es decir, lo que tiene repercusión mediática. Esta mentalidad es preocupante porque revela un desconocimiento de la importancia que en realidad tiene la industria cultural española, que supone un 4% del PIB, lo que no deja de ser de una importancia tremenda, y no es precisamente la industria del cine la que más aporta, sino la del libro. Y esto hay que tenerlo en cuenta.
José Andrés Torres acusó al secretario de Estado de “ajustar cuentas con el cine”, en una palabra, personalizó en una de las industria el problema gravísimo que los recortes de estos presupuestos tienen en varias de las que ni se hacen mención por no ser asunto propio del Ministerio, la partida en bibliotecas es para quedarse como si uno hubiese visto a la Gorgona, de pasmo. José María Lassalle le respondió, creo que bastante indignado, que “esos no son unos presupuestos ideológicos y me parece inaceptable que lo diga”. Luego se refirió a que la de la Cultura es una política de Estado y que lo que había escuchado por parte del portavoz socialista es hacer ideología con la cultura, “algo propio de otros tiempos”. Contrasta el favor que le ha hecho Torres con la indignación de la respuesta de Lassalle, quizá porque el secretario de Estado tenga tendencia a personalizar las críticas, y digo favor porque desde luego la mayoría de los remedios que por ahora ha puesto sobre la mesa el Ministerio para intentar paliar el shock tienen más de cortina de humo que de otra cosa, cortina de humo que no tiene porqué ser un acto perverso, sino de encantamiento obligado ante una realidad terrible, la de que nos estamos cargando una industria que supone un alto porcentaje del PIB español. Para echarse a temblar. Me parece que las esperanzas, que no otra cosa son, puestas ante la ley de Mecenazgo, la parte principal de dicho encantamiento, parten de un deseo de que las cosas se encarrilen por ese lado más que de un análisis de la situación real en que las empresas culturales se van a ver inmersas de aquí a unos meses y que cuestionan su supervivencia. Apostar por una ley de Mecenazgo que se concretará en el futuro con la situación económica que están atravesando las empresas tiene todas las bazas para que los agentes implicados desconfíen. Como poco. Parece ser que de esa desconfianza dejó cumplida muestra el diputado de ERC, Joan Tardá .
El Ministerio ha optado en estos presupuestos en salvar lo que no puede tocarse sino es para caer en la inanición, es decir, después de haber reducido la grasa y lo magro lo que no quiere es romper el hueso. De esta forma, a pesar de los once millones de recorte en las industrias culturales, se mantienen las que corresponden a instituciones como la Residencia de Estudiantes,la Fundación Ortegay Gasset, o el Gremio de Editores. Las becas Fullbright y Culturez se mantienen intactas, y en Bellas Artes, desde luego la prioridad está en instituciones como el Museo del Prado, el Thyssen y el Reina Sofía, aunque también se mantienen las ayudas a las instituciones que no dependen directamente del Ministerio, como la Real Academiade Bellas Artes, el MACBA o el IVAM. En la otra cara de la moneda, el recorte de un 41% en conservación del Patrimonio o el 20% en exposiciones.
Y sí, el mayor recorte ha ido al cine, casi un 35%, y esa merma intenta suplirse, de nuevo, con referencias al futuro, en este caso, la de un modelo mixto de financiación que, como en otras ocasiones para otros casos similares, tiene que concretarse en sus detalles. Por otra parte, el fondo de protección de cinematografía pasa de 76 millones a 49 y los festivales verán reducida su asignación en un 20%.
El asunto de los recortes en Cultura es tan grave, por su importancia, que deja en retórica palabras como “ustedes creen que la cultura pertenece al PSOE” y los cantos en honor de la libertad de la cultura en las sociedades abiertas. Es el momento de hablar de realidades, no de remitirse a vagos programas de futuro y dejar abiertas las puertas al campo. Tanto en Alemania como en Francia, cuando se han tenido que hacer recortes, los presupuestos de Cultura prácticamente no se tocaron. España, por primera vez en muchísimo tiempo, posee una industria cultural que pocos habían imaginado. Es, sin ir más lejos, el distintivo que otorga excelencia a un país de cara al exterior. ¿Sabemos donde se encuentra la línea roja? Esperemos que algunos de los responsables si lo sepan. Por el bien de todos.
Prometo que volveré mas ampliamente a meter el cazo en este majnifico articulo…bien,hoy solo diré: «sí,sí, la vida politica en nuestro pais es más pobre que la actividad diaria de los partidos politicos»…!por el materialismo dialectico! ¿hasta cuando? solo llamaremos POLITICA a la actividad de los partidos politicos.