Se lo encontró muerto en su domicilio la asistenta este lunes cuando iba a hacer la limpieza. En realidad José Luis Gutiérrez, El Guti, ha muerto a los 69 años tal y como su carácter lo requería, por sorpresa y, a su manera, discreto. Dueño de una forma de ser brusca, casi bronca, directa, conseguía ser el prototipo del leonés de montaña, franco y directo hasta la exasperación. Alabado, criticado en igual medida, lo menos que puede decirse de él es que era uno de los periodistas españoles con más personalidad y miembro importante e influyente de esa generación de la Transición que quizá fueron los últimos en vivir la profesión con la intensidad y la épica que el imaginario aún retiene de la misma, ese Cuarto Poder que el cine de Hollywood elevó a categoría de agonía superior y que hoy se encuentra, es lo menos que se puede decir, un tanto inane y desbordado por sus propios acontecimientos. El día fue pródigo en elogios y en frases casi crípticas que lanzaban algunos compañeros de profesión, desde Raúl del Pozo, que estudió con él en la antigua Escuela de Periodismo, hasta Pedro Jota Ramírez, en cuyo periódico, El Mundo, Gutiérrez mantenía una columna, pasando por José María Irujo, que fue el periodista que lideró el grupo de investigación que llevó a cabo “el caso Roldán”, cuando José Luis Gutiérrez era director de Diario 16; Alberto Gayo, ahora en Interviú, y que trabajó en Diario 16; Eduardo San Martín… en fin, una lista que abarcaría a la profesión y en especial a los compañeros de generación.
Estos periodistas de la Transición, a los que José Luis Gutiérrez pertenecía casi como una definición de su propio destino, han sido para muchos de nosotros nuestros hermanos mayores. Esto, que puede parece un elogio, esconde también una severa crítica. A muchos nos ayudaron a lanzarnos a la palestra pero también es verdad que a veces formaban una muralla difícil de horadar. En esto han actuado como una metáfora del país mismo:la Transición fue necesaria y es probable que se hizo de la mejor manera posible pero también es cierto que aún hoy la padecemos en ciertas consecuencias.
Lo que no se les puede negar a muchos de ellos es una personalidad, incluso, arrolladora, y si algo poseía este periodista era eso, una personalidad arrolladora… bien es cierto que a veces un tanto azarosa y, me atrevería a decir, propensa a confundir a más de uno, también a fascinar a más de otro. Yo, como muchos, colaboré con él de manera esporádica en Diario 16, pero desde hace años mantenía cierta relación profesional en la revista Leer. Cuento esto no por ánimo narcisista, que me interesa poco, sino para dejar constancia de la curiosa personalidad de este hombre. Mis relaciones con Leer se remontan al comienzo de la revista, en el año 1984, cuando la levantaron gentes como Alfonso Palomares y Heriberto Quesada, vinculados a la revista Ciudadanos. Luego Palomares se dedicó a otros asuntos relacionados con la política, eran los tiempos de Felipe González, y Heriberto Quesada, junto a Aurelio Loureiro, se hicieron cargo de la revista hasta que una de las innumerables crisis por las que atraviesa el mundillo cultural casi da al traste con ella. En esto que apareció de pronto José Luis Gutiérrez, el hombre de los mil proyectos, que ya había dejado atrás algunos como Gentleman y Diario 16, y se hizo cargo de la misma hasta ayer mismo en que preparaba un número especial dedicado a la Feria del Libro. El que José Luis Gutiérrez se dedicase a mantener una revista literaria siempre fue un misterio para mí, pero el caso es que la ha mantenido durante años hasta que la muerte se la ha arrebatado, una revista, todo hay que decirlo, que gracias a esa mentalidad que tenía, tan poco literaria, tan práctica, sacó adelante hasta el punto de que ahora, que se tambalean la mayoría de las revistas culturales debido al cierre de las suscripciones a las bibliotecas públicas, era de las pocas que no se encontraba con el agua al cuello.
Cada periodista mantiene su leyenda. La de “el Guti” pasa por el caso Roldán, su scoop, y el largo enfrentamiento que mantuvo con la Familia Real Marroquí a raíz de una información en la que se relacionó al rey Hassan con el lucro del tráfico de hachís, también por haber sido un estrecho colaborador de Felipe González al comienzo de la carrera del líder socialista y un fustigador obsesivo del mismo hasta el punto de haber sido fundador de la Asociación de Periodistas Independientes, junto a Pablo Sebastián y Luis María Ansón, asociación conocida como “el Sindicato del Crimen”, y por cuya pertenencia, eso dijo en su obra Días de papel, tuvo que salir de Diario 16 defenestrado por intereses ligados al gobierno de Felipe González, en concreto, Alfredo Pérez Rubalcaba. Ya digo, cada periodista mantiene su leyenda y, con ella, sus filias y fobias, también sus amigos y enemigos. Pero habría que indagar, asimismo, en otras actitudes menos dadas a lo público. Por eso he contado lo de la revista Leer, una labor menos rutilante que sus columnas de Erasmo, no digamos de “Gritos y susurros”, pero que a la larga quizá le ha sido más fructífera -recuerdo aún la cara de satisfacción que tenía cuando la revista recibió el Premio Nacional al Fomento de la Lectura-, aunque, bien es verdad, que menos intensa que la política. En cualquier caso, José Luis Gutiérrez está ahí, pertenece ya a la historia del periodismo español como miembro destacado de la generación de la Transición, con sus luces y sombras, y se le recordará por variadas cuestiones, sus comentarios en Onda Cero, COPE, sus maneras en tertulias en Telemadrid, en Antena 3, sus columnas también en ABC… una carrera que, lo menos que se puede decir de ella, es que fue fiel a la leyenda de la misma.
Le recuerdo en los 80 en Diario 16, como dice Juristo, una muralla infranqueable para los que entonces hacíamos prácticas. Me hubiera gustado conocerle, me hubiera gustado no haber sido transparente.
D.E.P.
Alfonso Sobrado Palomares y Heriberto Quesada Porto, ourensanos……