El maestro, Margarita, Banga y Smith

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Portada del último disco de Patti Smith, 'Banga'. / Columbia

Ha llovido desde aquel Horses, de 1975 y, sin embargo, la vida y la creación no han cesado en casa del icono punk de Illinois. Después de tiempo sin grabar nada, Patti Smith ha empezado un trote por el mundo para presentar a sus seguidores su último trabajo, Banga, del que la artista ha confesado estar muy satisfecha. No renuncia a hacer declaraciones políticas aunque ahora parezcan inquietudes medioambientales; está preocupada por el destino de las abejas, por ejemplo, en lo que en cuartopoder nos sentimos muy cerca de ella. ¿Habrá problemas más políticos que los que se están llevando a la porra la vida en la tierra?

Para Smith, trabajar parece una pequeña fiesta entre amigos, los vivos, los músicos de su banda, y los que ya sólo están en sus pensamientos. Por eso, no es de extrañar que su último álbum contenga canciones que surgieron entre el silencio en el que compuso un poema dedicado a Amy Winehouse, a la muerte de ésta, el año pasado, y la reunión con su músico Tony Shanahan, que aportó unos compases a ese poema, cuando ensayaban en los estudios Electric Lady, de Nueva York, “y las dos piezas funcionaban perfectamente”, explica.

Tiene la cantante de Chicago la virtud rara de crear homenajes al calor de la amistad aún cuando nunca haya conocido a la tristemente desaparecida Amy, como si su admirable voz  fuera suficiente para acercarlas para siempre, como si se hubieran conocido en un limbo perfecto.

Otra de las canciones del disco está dedicada a Johnny Depp, gran amigo desde que se le acercó tras un concierto en Los Angeles, hace cinco años, y congeniaron intensamente. "Nos pusimos a hablar y conectamos. A él le encanta leer, como a mí, y nos gusta el mismo tipo de música, es muy divertido, amable y me recuerda muchísimo a mi hermano, al que perdí".  Es la intensidad juvenil de esta mujer lo que me cautiva.

Banga está tomado del nombre del perro de la novela El maestro y Margarita, de Mijaíl Bulgákov, de la que por cierto, tomé yo el nombre para mi gata. Además de Shanahan, en el álbum han colaborado sus músicos de la banda: Jay Dee Daugherty y Lenny Kaye, y también los hijos de Patti: Jackson y Jessie.

Lectora empedernida, Smith ha declarado su amor abiertamente a autores como Roberto Bolaño, al que no llegó a conocer pero del que asegura que habrían podido llegar a ser grandes amigos, y es amiga personal, aparte de admiradora, de Nicanor Parra, el último Premio Cervantes. Sí, es como en sus canciones, una voz cercana, unas palabras compasivas –como la canción que dedica a las víctimas del tsunami japonés de hace un año– que le salen del alma. Rara avis, resulta muy alejada del aspecto serio y casi inexpugnable que presenta en la calle, como para proteger su intimidad celosamente, a cal y canto.

Como le pasa a los más grandes, Patti Smith ha sabido siempre sacar rendimiento de las malas situaciones. Ella no ha sido una niña mimada por su cara bonita –que lo es, por más que trate de disfrazarla de severidad cheroqui– sino que se ha ganado a pulso su carrera. Gracias a la curiosidad impenitente que la anima, cada lectura, cada observación meditada le ha concedido la gracia de un disco, o, más aún, de una larga inspiración, que se disparó con la lectura de las Iluminaciones, de Arthur Rimbaud, cuando más miserable se sentía como operaria de una fábrica de ensamblaje. Hay mucho de Rimbaud en su aliño y en sus gestos.

Es probable que a Smith le valgan las recomendaciones del viejo cheroqui –qué bonitos aquellos libros de Olañeta– al joven que se inicia en la vida, cuando le aconseja que observe en el duermevela el flujo de los acontecimientos del día para detectar si alguno de sus pensamientos es ajeno, adoptado, no propio, aunque se lo haya apropiado. Una meditación que requiere mucha práctica pero, a medida que se avanza en la observación de la mente, permite “distinguir los pensamientos que favorecen tu sagrado propósito en esta vida como ser humano de aquellos que no son sino meras ilusiones”.

En declaraciones recientes a La Vanguardia, ha dejado claro hasta qué punto no sólo su voz es más fuerte que hace años sino que su espíritu sigue intacto:  "Me siento prisionera en un mundo kafkiano donde, a raíz del 11-S, se han recortado todas las libertades civiles con el pretexto de la seguridad. Nos han puesto las cadenas y va a ser difícil deshacerse de ellas, pero lo conseguiremos porque el hambre de libertad del ser humano es un instinto muy poderoso, y en Occidente va a pasar lo mismo que en la India de Gandhi, en la Unión Soviética o en la Europa del Telón de Acero. Ahora nos tienen amordazados, pero no puede durar mucho".

Preparada para cuando llegue el momento de la revolución, incansable Smith, pequeña presencia de voz poderosa, como Rimbaud, sigue teniendo sueños como en su canción celebrada y necesaria, People have the power, que no me canso de escuchar: “Escucha, creo que todo cuanto soñamos pasa por nuestra unión, podemos darle la vuelta al mundo, a la revolución de la tierra, tenemos poder, la gente tiene el poder”. Un himno para el 15M:

Salve, Patti.

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