La Feria se mira en el espejo italiano

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Dacia Maraini, tras la presentación en la Feria del Libro de Madrid de 'El tren de la última noche'. / Mondelo (Efe)

Fue Claudio Magris el que inauguró, con un bello discurso en su bella lengua que algunos llegamos a entender al comienzo porque procuraba hablar despacio, embridando las frases que se querían desbocar, aunque luego se desparramaron y tuvimos que recurrir a suponer que comprendíamos lo que decía, la Feria del Libro de Madrid de este año cuyo país invitado es Italia. Me alegré cuando me enteré de que la literatura de nuestro vecino, espléndida en este siglo, se daría a conocer un poquito gracias a este evento porque siempre pensé que hay dos literaturas latinas que son absolutamente desconocidas en España, un país por otro lado abierto a las literaturas extranjeras de todo tipo, la portuguesa y la italiana. La explicación es obvia aunque un tanto estúpida: Francia, su influencia, su ejemplo, agotó lo que los países latinos podían aportar a la cultura europea desde el siglo XIX, vale decir, no es que Francia lo agotara, es que nosotros, afrancesados a veces a pesar nuestro, creímos que nuestra situación de dependencia podía extrapolarse a Italia y Portugal y que para leer sucedáneos en italiano o portugués, lenguas que no entendíamos,  mejor leíamos genuinos en francés, que aprendíamos desde niños en la escuela. Por culpa de esta actitud nos perdimos abismos de imaginación y creímos que Dickens y Balzac eran los dos grandes, grandes e indiscutibles, novelistas europeos del momento sin percatarnos del legado de un Alessandro Manzoni o un Eça de Queiroz o un Castelo Branco, igual que nos llegó tarde  el conocimiento de la vanguardia portuguesa de Orpheu, Fernando Pessoa y Mario de Sa Carneiro o la espléndida literatura italiana del siglo XX, de Italo Svevo a Vitaliano Brancati, de Giovanni Verga a Giorgio Bassani, a Carlo Emilio Gadda, a Leonardo Sciascia, a Eugenio Montale

No se trata, sin embargo, aquí, de poner nombres al modo de un manual desequilibrado. Consiste la cosa en llamar la atención sobre la oportunidad de rastrear títulos publicados en España últimamente de narraciones y ensayos italianos, en especial escritos por mujeres, que siempre tuvieron una importancia capital en la literatura del siglo XX: Elsa MoranteAnna María Ortese… y que parece se han erigido en protagonistas de los eventos de este año, en especial, aquellas que escriben novelas policíacas, un fenómeno que arrasa en Italia como en el nuestro, amenazando con convertirse en el género literario más demandado y capaz de otorgar canon, lo que no deja de ser terrible. Desde luego que la presencia de Claudio Magris o Roberto Calasso, el sutil ensayista y magnífico editor, es un regalo porque en España se ha prodigado poco, pero debería llamar más la atención que una figura como Dacia Maraini, la gran dama de las letras italianas, esté presente con una novela recientemente editada, El tren de la última noche, por Galaxia Gutenberg-Círculo de Lectores, que presentó el 28 de mayo, donde la que fue mujer durante veinte años de Alberto Moravia, hija a su vez de Fosco Maraini y amiga y confidente de Pasolini, nos narra una historia de amor perdida y olvidada en el horror de Auchwitz, o la calidad demostrada por escritoras como Simonetta Agnello Hornby, las tramas sicilianas no acaban nunca en la literatura italiana , de la que podemos leer recientemente, La monja y el Capitán (Tusquets), Margaret Mazzantini , actriz famosa en Italia,  con Nadie se salva solo (Alfaguara), algunas de cuyas novelas han sido llevadas al cine y que Penélope Cruz ha protagonizado en dos ocasiones, la joven Michella Murgia, con Y la Iglesia inventó a la mujer (Salamandra), presente el 1 de junio, Federica de Paolis con Te escucho, que publica una nueva editorial, Alevosía, y Silvia Aballone, una escritora de un estilo sobrio, un tanto desgarrado, con De acero (Alfaguara), un título que parece  sacado adrede de una narración socialrrealista.

Pesos pesados se han paseado o se pasearán estos días por el Paseo de Coches del Retiro. A Magris le sucedió Dacia Maraini, y a ésta Roberto Calasso, que casi cerrará la Feria el 10 de junio con una conferencia, La literatura y los dioses, muy en la línea ensayística que le dio fama. En medio, una oleada de jóvenes escritores como Niccoló Amantini, la ya citada Silvia Avallone, o Edoardo Nesi, que ganó el Premio Strega con Historias de mi gente. Ya, en otra línea, Chiara Gamberole, que publicó en Seix Barral, La luz en casa de los demás,  y que se encargó de presentarla al público español el viernes 1 de junio, mientras Patrizia Cavalli y Biancamaria Frabotta se han encargado de presentar en Madrid un panorama ajustado de lo que es la poesía italiana escrita por mujeres. Italia, país que muchas veces es juzgado por sus estrategias teatrales en la manera de presentarse al mundo, es, sin embargo, de una discreción muy aristocrática cuando se trata de publicitar su cultura. En esto están en las antípodas de los franceses. Enla Feria del Libro de este año; Italia se ha presentado con una manera muy original de dar a conocer a sus nuevas generaciones y, sin grandes alharacas, ha logrado picar la curiosidad de los miles de paseantes de la Feria. Digo paseantes y no compradores ajustándonos  a cierta verdad pues hasta pasada ésta Feria no sabremos si la crisis ha hecho mella definitiva en estos días en que muchos editores y libreros han puesto sus esperanzas. Por ahora no ha llovido y los primeros días del mes de junio son los idóneos para las compras. Mientras, Italia, sus autores consagrados, la callada excelencia de muchos de ellos como Dacia Maraini, poco conocida en España, la avalancha de escritores jóvenes, sobre todo, la presencia femenina, han dado cierto toque de simpática originalidad a una Feria que se ha presentado este año abrumada por los nubarrones de la crisis. Metáfora de la Europa actual -el año pasado el país invitado fue Alemania-, la Feria parece afinarse ante la crisis, cambiar sus estrategias en aras de originalidades antes ni siquiera concebidas. Un buen ejemplo de ello lo ha dado el modo en que Italia se ha presentado este año, en la manera de concebir sus eventos. De  cosas así siempre se aprende.

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