Aníbal Malvar *
Cuando se han cumplido los 81 años, lo normal es coger el bastón y una cámara e irse a la Puerta del Sol, cada día y hasta el amanecer, a rodar una película sobre el 15-M. La gente de esa edad tiene también la costumbre, armada de una cámara y de un bastón, de colocarse entre un cordón de docenas de policías armados y unos cuantos miles de manifestantes desalojados que luchan por tomar la plaza otra vez. A esas edades es que uno no puede parar quieto metido en casa. A los 81 años, lo que nos piden las hormonas es manifa, policía y plaza. Eso lo sabe todo el mundo.
Que se lo pregunten a Basilio Martín Patino (Lumbrales, Salamanca, 1930). El cineasta está proyectando el montaje casi ya acabado de Libre te quiero, su película sobre el 15-M, un proyecto que empezó el año pasado filmando los albores del movimiento indignado y que remató en el primer aniversario de la algarabía libertaria, hace ahora menos de un mes.
“Aquí ha habido algo intenso. Esa alegría que desprendía la gente. Esa convivencia… Pero tú ya has visto todo esto, ¿no? Tú también estabas allí”, dice sin despegar los ojos grises de la pantalla.
Estaba allí pero yo no vi lo que estoy viendo en la pantalla. O quizá no vi tanto. O quizá no estuve allí. Los documentales de Patino, desde siempre, han sido eso. Imágenes que parecen ya gastadas, ya vistas, ya archivadas, que adquieren un nuevo olor por la cocina del montaje y el veneno de la música. Canciones para después de una guerra (1971): la iconografía victoriosa del franquismo, el vasallaje de las imágenes del NO-DO se reconvierten para agredir a los fascistas que las bendijeron. Hasta el punto de censurar la película y meter a su director de vez en cuando en la cárcel.
“La época aquella era de lucha, de cabreo. Yo estaba perseguido. Me tenía que esconder. Batallábamos. Nos enrabietábamos. Todo ha cambiado mucho. Libre te quiero es una película de la alegría. Es emocionante y divertida. Y está implícito en ella que esto significa un cambio. Que vamos hacia otra cosa. No sé si es una revolución, como tú dices, pero es un cambio”.
El blanco y negro de Canciones para después de una guerra o de Caudillo es ahora, en Libre te quiero, color, color y color. Reflejo de que Basilio Martín Patino es ahora unos años más joven que entonces. Los veinte minutos de premontaje que el cineasta proyecta a cuartopoder.es para que nos hagamos una idea de la película son baile, canción protesta al estilo chirigota, pancartas como banderas libertarias, gente muy joven, alguna de propio derecho y otros a pesar de la edad: “Hay una escena… Un hombre, un hombre mayor, que de repente levanta los brazos en medio de la plaza y grita: soy feliz. Y todo el mundo se pone a aplaudir. Eso es el 15-M”, resume Martín Patino.
– ¿Y la policía? Ha habido denuncias por los abusos policiales.
– Yo eso no lo vi. Tuvimos suerte.
– Pero supongo que se acabarán incluyendo imágenes… Las vimos todos: las cargas, las detenciones.
El cineasta contesta con evasivas. Se conoce que no quiere manchar este “himno de la alegría”, como califica en algún momento a su Libre te quiero, con la parte turbia de la no tan presunta represión policial que toda España pudo ver gracias a las filmaciones de periodistas e indignados.
– Lo que yo vi fueron policías pacientes, las chicas, que son las más lanzadas, gastándoles bromas, tirándoles avioncitos de papel.
Curiosas evasivas viniendo de un cineasta que pisó mucha comisaría y mucha cárcel durante el franquismo, que vio perseguido su cine hasta la extenuación, que contempló cómo la policía de entonces golpeaba a sus compañeros.
– Aquello era terrible, pero nosotros no nos podíamos quejar tanto. Éramos intelectuales. Cada vez que nos detenían, salía Le Monde criticando al régimen. Por eso tenían un poco más de cuidado con nosotros. Lo más terrible lo pasaban otro tipo de presos.
– Canciones para después de una guerra es de 1971, pero no se llega a proyectar hasta 1976. Cuando la hiciste, tú además sabías que no se iba a estrenar…
– Es duro… Yo tenía una copia escondida en el sótano de la casa de mi hermana en Torresblancas.
– ¿Y qué sensación produce tener tu obra allí metida, sin que la vea nadie?
– Esa película nos servía de alivio. Sabíamos que habíamos hecho algo bueno, importante…
– Pero no lo veía nadie, insisto.
– La vio mucha gente. Aunque estaba prohibida, la proyectaban a menudo en la cuarta planta del Ministerio de Cultura, en Castellana. Nosotros conocíamos al proyeccionista, de la Escuela de Cine, y él nos lo contaba. Una vez fue a verla el futuro rey Juan Carlos, que al salir de la proyección, dijo: “Se me han puesto aquí”, señalándose la nuez. A día siguiente fue la reina. También iban ministros, gente importante. La película estaba censurada, pero teníamos un público muy selecto. Todos los viernes había una proyección y eso nos confortaba.
De aquellos años color sepia recuerda con especial énfasis la proyección de la película en la sede del periódico falangista Arriba, también en la Castellana.
– El director del periódico, Jaime Campmany, era amigo, y me propuso proyectar la película allí.
– ¿Eras amigo de Campmany? ¿Un falangista?
– Yo no miro eso. Éramos amigos y ya está. Recuerdo que durante la proyección había un ambiente muy hostil. Y, al final, eso se convirtió en cabreo. Me insultaban, y me querían pegar. La sensación era terrible. Me daban miedo. Jaime me refugió en su despacho, y allí estuvimos metidos hasta que se hubo marchado todo el mundo.
– ¿A Campmany le gustó la película?
– Sí, a Campmany le gustó mucho.
Basilio Martín Patino trabaja a marchas forzadas para finalizar el montaje. Ya se ha comprometido a estrenar Libre te quiero (poema de Agustín García Calvo musicado por Amancio Prada) en la Semana de Cine de Valladolid este otoño.
– Ahora creo que Agustín está muy malito –dice.
– El otro día leí una columna suya, no recuerdo si en ABC o en La Razón.
– ¿En ABC o en La Razón? Qué cosas.
– ¿Y después? ¿Hay algún proyecto?
– Proyectos siempre hay… Pero, ¿sabes? No sé por qué, pero estoy un poco cansado.
Astenia primaveral, Basilio. Cosas de la juventud.
Precioso testimonio y bellísima persona Basilio Martín Patino. Sólo los más altos llegan a su nivel humano. Enhorabuena, Javier, por esta entrada tan interesante que augura un trabajo cinematográfico emocionante.
Aníbal, quería decir; no Javier. Lo siento.
Simplemente bonito, eso es, tristemente el 15m.
Como los mineros, no estoy indignado, estoy hasta los cojones.
Salud y Republica!