Desde que saltó el escándalo sabido hasta el mareo pero no por ello menos proclive a la sorpresa hipócrita y al rasgarse las vestiduras al modo bíblico de los tejes y manejes de Teddy Bautista y sus allegados en la SGAE, teje y manejes que iban acompañados de un acoso al oyente -las peluqueras como principales víctimas- por un afán recaudatorio que no se paraba en mientes; desde que saltó el escándalo de la SGAE, digo, no ganamos para sustos en el mundo de la cultura: museos que no contienen obra pero cuya construcción ha costado millonadas y que pugnan en esa fantasmagoría vacía con aeropuertos levantinos, instituciones que financiaban magnas exposiciones y no tenían un duro, Marina Castaño haciendo de las suyas en la Fundación Cela y procesada, después de una pugna muy reñida con Camilo José Cela Conde, por un problema de herencia, por fundar una sociedad, Lengua y Literatura AIE que, mediante facturas del IVA, se quedaba con dinero público proveniente del gobierno central, de la Xunta y de otras administraciones, irregularidad denunciada desde hace años por Lola Ramos y que, ahora, más de una década después, parece haber dado sus frutos… En fin, una retahíla de nombres que no ha hecho más que comenzar pero de lo que no podemos, ni debemos, hacernos de nuevas.
Desde hace años este tipo de cosas eran murmullos de mentidero cuando no claras afirmaciones con nombres y apellidos. Lo que sucedía es que en el mundo de la cultura parecía haber una cierta patente de corso que en otros ámbitos, más sujetos a una politización inmediata del asunto, parecía no existir. Tonto error: después del juicio a Iñaki Urdangarín, se ha dado el pistoletazo de salida. El último, la dimisión de Carlos Dívar. Ya lo dijeron nuestros clásicos, que también supieron de consensos de baja estofa: Del Rey abajo, ninguno.
Y como esto de la corrupción en las instituciones tuvo que darse a conocer, seguimos con interés inusitado todo lo concerniente a los problemas de la SGAE, esos avatares ya pasados de los que la prensa nos informaba y que podrían resumirse, si les quitamos la pátina de llevar trajes de lino blanco y sombreros panamá y demás parafernalias con que se adorna la clase media rampante cuando se disfraza de elegancia, en “no me muevo de aquí aunque se hunda el mundo” o “ si me hundís, me llevo a alguno por delante”, frases que suelen pronunciar o pensar la mayoría de los implicados y que da buena cuanta de por donde se mueve el imaginario español: con la implicación moral propia de una película del Oeste. Supimos, así, de lo que costó zafarse de Bautista y adláteres, y de las mil y una dificultades para arrancar con nuevas bases. Las elecciones para renovar la junta directiva dieron la victoria a Antón Reixa que prometió desde el primer momento en que tomó posesión cuentas claras y propósitos prístinos y adecuados a la nueva situación. Se ha celebrado la primera asamblea desde que tuvieron lugar las elecciones y, además, el jueves pasado, su presidente, Antón Reixa, dio a conocer el balance económico de la entidad correspondiente al año 2011: la SGAE, tan poderosa en otros tiempos, tanto que causaban terror sus hombres de negro en sectores varios de la hostelería y entre las peluqueras, ha anunciado pérdidas que se acercan a los 5 millones de euros, con lo que se va a tener que enfrentar a lo que le ocurre a la mayoría de las empresas de este país: despedida de personal, reducción de sueldos, ajuste de salarios de los directivos, cuando es menester, cosa que parece factible en la SGAE, y desaparición, a ser posible, de los signos exteriores de opulencia, coches de alta gama y cosas así. La SGAE va a pasar de un presupuesto de 68 millones de euros de gastos para la entidad a 50, lo que no deja de ser un test para saber hasta que punto estaba fuera de control todo lo concerniente a tan mastodóntica empresa. Por lo pronto Antón Reixa, quien es muy consciente de que tiene a casi todo el mundo, incluidas las peluqueras, en el punto de mira, qué preciso es el lenguaje militar en nuestro idioma, ha nombrado a Julia Altares portavoz de la Entidad con una misión muy clara, que sirva de puente de comunicación, suponemos que esto querrá decir claridad en las exposiciones y en los fines dela Entidad, no sólo derroche de simpatía, entre el público, la opinión pública, vamos, y las decisiones dela SGAE, y, por otro, renovar drásticamente la manera de administrar la empresa, una administración, la anterior, a la que calificó de “despótica, megalómana y arbitraria”. Y ya que hablamos de megalomanías, se decidió deshacerse de los inmuebles comprados por ARTERIA, sobre todo los de México y Argentina, que asciende al cantidad de 120 millones de euros, y, de paso, como corresponde a una empresa que quiere mejorar la imagen ante el público, ha decidido entablar conversaciones con sus clientes más quejosos, dueños de discotecas, bares, salas de bodas, bautizos y comuniones, peluqueras, y los ha instado a encontrar soluciones. Algunas de ellas pasan porque la SGAE subvencione con hilo musical a estos usuarios o, por ende, pagarles la suscripción a canales de Internet, tal Spotify.
También habrá que meter la tijera en el empeño de saber del propietario de derechos que no cobra el beneficiario porque no se le ha identificado, un dinero nada insignificante y que servía para financiar la deuda que tenía la Entidad con los bancos, caso de ARTERIA… Para hacerse una idea de montante por este concepto habría que decir que trabajaban 33 personas en detectar beneficiarios y que estas personas habían generado un gasto de 300.000 euros en horas extras. En fin, una serie de intenciones que es poco probable que estén sujetas a crítica, sobre todo porque por ahora no pasan de las buenas intenciones.
El problema con las instituciones culturales pasa por el hecho de reconocer que en la mayoría de los casos no son instituciones culturales, sino que lo parecen, como tendremos ocasión de comprobar en el de la Fundación Cela. Conla SGAE la cosa, aún, parece más seria.
Este nuevo presidente, parece lo que es, peor que el Bautista, de momento hizo trampas en la elección, pero está apoyado por el secretario del ministro, no valieron las quejas de los autores. Se alió con las editoriales, los enemigos de los autores, y dieron el golpe, ha nombrado a toda una camarilla de colegas presidentes vicepresidentes y gerifaltes, de la SGAE y su fundación, habría que ver los sueldos, verdaderos peligros, el resultado será que los autores o se van o comen mierda, por que es como el mismo ha dicho: ahora si queréis votar, pues votar al pato Donal, debe de ser el o su hermano. Hay que joderse con los bobos que peligrosos son.