En todas las casas cuecen habas, y en la mía a calderadas, decía una señora de pueblo que conozco. Pues eso. Que la felicidad por contrato y para la eternidad y las familias japi, japi…, donde cualquier inconveniente se depura sin trauma ni herida como se suelta el agua sucia por el fregadero, es algo que está bien en un anuncio de pasta o queso fresco, pero la realidad tiene otras caras, algunas bastante amargas.
Esta especie de American Beauty bajo la nieve que nos ofrece la noruega debutante en el largometraje Anne Sewitsky es la constatación de que por mucho que nos empeñemos en buscar la felicidad dentro de un castillo de cuatro paredes con calefacción, moqueta, dos niños y árbol de navidad, a veces no la encontramos porque hace tiempo que se fue por la ventana un minuto después de cada uno de los silencios, mentiras o humillaciones.
Siempre feliz es una ácida crónica del descubrimiento de esta realidad por una pueblerina noruega que se ha propuesto ser feliz a toda costa con su marido -al que conoció en el instituto-, su hijo y nada más. Cuando una pareja con un niño adoptado llegan a la casa de al lado, todos los mecanismos defensivos de negación y sublimación saltarán por los aires y la sonrisa eterna de la protagonista se helará como el tiempo en la calle.
Y además asistiremos perplejos a la catarsis del resto de personajes, cuyas vidas hacen aguas desde hace tiempo, aunque hasta ahora hayan logrado mantenerse a flote porque remaban siempre hacia delante. La pausa reflexiva de la campiña noruega nevada y el contraste con las vidas de los otros hacen que el barco se hunda y haya que tomar decisiones, que tendrán que ver con el perdón, la redención y la valentía.
Mucho sentido del humor, una buena fotografía, unos actores más que sobresalientes y una puesta en escena de lo más original, que incluye un divertido coro de gospel a modo de recapitulaciones temáticas y música genuinamente americana y feliz, como Over the rainbow o Amazing grace, hacen que esta película premiada en Sundance y Sevilla sea el descubrimiento feliz de principios del verano.
Entrometidos, metidos entre medio.
Siempre tropiezas con alguno.
Menos mal que hay algún descubrimiento feliz, y más en el cine, Pascual. También es feliz la visita a este blog, largamente enmudecido. Esta me la veo.
«…hace tiempo que la felicidad se fue por la ventana un minuto después de cada uno de los silencios, mentiras o humillaciones». Magníficamente expresado, señor Pascual. Decidídamente, «nada humano nos es ajeno», aunque para algunos les convenga tratarnos como números en vez de seres emocionales. Tendré presente ver la peli.