Sube el consumo eco en España, al fin

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Lechugas ecológicas plantadas en un huerto pequeño / E. H

Parece mentira pero los milagros existen. Quizás no sean tan espectaculares como los efectos especiales de las películas de Spielberg, pero son verdad, y eso cuenta mucho. Sabíamos que España produce la mayor cantidad de hortalizas ecológicas de Europa, pero también que todo, o casi todo, se exporta. Pues ahora sabemos que los consumidores internos crecen en un porcentaje muy alto, de hecho, el mayor de la comunidad europea. Claro, no es tan difícil porque, incomprensiblemente, en España muy poca gente compra verduras y frutas eco. O huevos de gallinas en libertad. O, si me apuran, carne de vacas felices y cerdos respetados. Aunque, esto de comer animales a mí también me parece cosa marciana y ya hace mucho que no lo hago. Allá yo.

A lo que íbamos. Un informe de una de esas consultoras multinacionales, Everis (Análisis comparativo del consumidor de alimentación ecológica), que lleva diez años siguiendo la evolución de estos comportamientos consumidores, concluye que los españoles que comemos eco hemos crecido a un ritmo de un 25 por ciento al año. Además, el 65 por ciento de los consumatas no eco asegura que piensa comprar más comida ecológica de ahora en adelante.

Poco a poco he acabado convirtiéndome en cliente fiel de unos agricultores ecológicos que han plantado su huerta cerca de casa. Alguna ventaja tiene vivir en el campo. Poco a poco, en casa se ha recuperado el sabor de los tomates y el crujiente quebrarse de las hojas de lechuga que, además –maravillas del cultivo respetuoso con la tierra- no produce gases. También el pepino acabó esa fea costumbre de repetirse toda la tarde.

Como estamos en agosto, les confesaré que tengo un pequeño huerto donde no entra ni un resquicio de veneno matabichos ni de abrasivo quemahierba. Comparto las hojas de col con las orugas de la elegante mariposa blanca que vuela en verano y que comparte su nombre con el de la verdura susodicha. No me da para mucho más que ensaladas y algún guiso de invierno, pero la felicidad de acudir al huerto en busca de perejil o de un calabacín con que hacer la comida te predispone al buen humor.

Cada vez más, lo que parecía una tontería del maletín de la señorita Pepis –los huertos urbanos- está extendiéndose por todas partes, y ya no resulta tan raro contemplar terrazas y balcones donde crecen pimientos verdes y escarolas, en vez de margaritas, aunque yo diría que no son incompatibles.

Gráfico comparativo de precios del estudio de Everis. / everis.com

Pero, a lo que iba, siempre hay un pero y el nuestro es el precio de las cosas eco. La diferencia entre esos productos y los envenenados, en España, es de un 74 por ciento. Claramente abusivo si lo comparamos con lo que pasa en Francia, por ejemplo. Este estudio afirma que si los precios de las cosas ecológicas cayeran un 40 por ciento, el consumo se dispararía, se multiplicaría por tres y el volumen del mercado español llegaría a la suma de 3.000 millones de euros, que no es moco de pavo.

Parece que los españoles elegimos los productos eco por motivos de salud, sabor y calidad, lo que es muy razonable. Pero –otro pero-, en lo que se nota la delantera que nos llevan en la Europa más avanzada es en que ellos lo hacen, además, por conciencia medioambiental. Vale, estamos en ello. 

Así que ya lo saben, el sector del mercado ecológico sube como la espuma; espero que no sea ocasión para que los pillos de turno nos la quieran pegar con engaños como hace normalmente la industria de lo que sea. En todo caso, los consumidores españoles harán bien en exigir calidad y garantías; siempre se pueden negar a comprar, si no es así. Para hacerse una idea, sólo el 1 por ciento de lo que comemos los españoles es eco, frente al 4 por ciento de los alemanes y el 7 por ciento de los daneses. En los supermercados ingleses es normal que haya divisiones de comida ecológica a precios muy competitivos, como en los de Italia y otros países del entorno. Aquí aún estamos a considerable distancia de eso.

La red ayuda: busquen buena información sobre las ventajas inmediatas de alimentarse con comida ecológica, producida sin menoscabar la integridad de la tierra y de los animales, y que no tiene efectos desagradables sobre nuestro cuerpo. De paso, entérense de qué cremas hidratantes, lavavajillas, alimentos para perros y gatos, champús, geles de baño, medicamentos, pastas dentífricas, etc. experimentan con animales, cometiendo sobre ellos las prácticas más crueles. Ahora se anuncia una compañía de éstas mucho, con motivo de Londres 2012. Hay también una lista de los que no lo hacen, con lo que comprar esos productos no crea mala conciencia. No hace ninguna gracia que puteen a tu mejor amigo con pretextos científicos de pacotilla.

Y así, poco a poco, entenderemos porqué hace falta cambiar de hábitos y nos irán horrorizando los que creíamos normales y corrientes.  De alguna manera habrá que complicarse la vida, digo yo.

3 Comments
  1. pete says

    Yo soy cada vez más asiduo a estos productos ecológicos, pues el resto cada vez tienen más edulcorantes, conservantes, etc. Otro tema a comprobar son los transgénicos, demasiado extendidos, pero observo una vuelta a los medios tradicionales de agricultura, más naturales y sanos.

  2. chi says

    Que capullos mas bonitos, y tiernos tienen que estar. Quiero un huerto como ese!

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