Andersen, un cuentista que templa el frío

0
Retrato de Hans Christian Andersen, a los 31 años, obra de Christian Albrecht Jensen. / Wikipedia

Pues señor, érase que se era, en un antiguo país donde reinaban los hielos en los largos meses de invierno, un cuento perdido en el fondo del baúl de recuerdos de una vieja señora, cuyo autor se lo había regalado con cualquier motivo. De ese escritor se sabe que había tenido mucho éxito escribiendo muchas historias de hadas.

La vela de sebo, el primer cuento que escribió Hans Christian Andersen, ha sido desempolvado de su olvido después de permanecer inédito durante casi dos siglos, en la ciudad de Odense, hace un par de meses. Aunque no está escrito con puño y letra sí se trata de una copia que hizo la heredera del cuento que el cuentista danés había dedicado a una amiga.

Así que alguien hurga en un baúl y encuentra un pequeño tesoro, aunque el ajado papel sólo contenga una copia a limpio del cuento original. Poca cosa parece, ya que el cuento en sí es una breve historia, pero se trata de Andersen, que ha iluminado las caras de millones de niños en el mundo. A mí, de hecho, me la sigue iluminando, llámenme infantil, si quieren.

Los expertos aseguran que el cuentecito –que no vale gran cosa comparado con sus obras consagradas- pudo haber sido escrito cuando su autor tenía 18 años. Sea como fuere, el original permanece celosamente guardado en algún lugar del mundo. Por suerte, existe la imprenta y hasta la red de redes donde poder leer las cosas que escribió este moralista y viajero empedernido.

Pero aún no les he dicho de qué trata el cuento, y el cuento trata del encuentro entre una vela triste y abandonada y una cerilla que la ilumina e insufla ganas de vivir, cuando descubre su valía. Una sencilla metáfora que bien podría cundir en los corazones de la gente de bien, mientras dure la travesía del temporal que nos ha tocado en suerte.

Existe ya una traducción al inglés que aquí les enlazo para que vayan practicando, publicada por el diario danés Politiken.

Según Ejnar Stig Askgaard, especialista en Andersen, el cuento no tiene, como ya he dicho, la altura literaria de obras posteriores pero sí que encierra los asuntos que el autor trató una y otra vez en sus famosos cuentos, como El traje nuevo del emperador, La sirenita, El soldadito de plomo, La pequeña cerillera: la percepción de la belleza y de la riqueza.

Parece que la vida del escritor -que antes que nada quiso ser poeta, sin éxito- no fue un paseo por un lecho de rosas, precisamente. Su infancia fue precaria y su vida de adulto, desgraciada en amores; así que menos mal que la fortuna le sonrió cuando se lanzó a escribir cuentos, cumplidos ya los 30.

En su viaje a España, que tiene editado Alianza, Andersen habla de sus encuentros con personas cultivadas que le impresionan, influido como estaba por la imagen romántica de nuestro país, poblado de gentes nobles pero brutotas y bellas damiselas algo agitanadas todas ellas. Se entrevistó con personalidades como el Duque de Rivas o Hartzenbusch, pero conoció también a jóvenes poetas con quien cultivó amistad. Era un viajero culto, apasionado por España, cuyas revelaciones sobre el ambiente de las ciudades y la calidad de las gentes con que se iba topando resultan de lo más estimulante, así que les recomiendo esa lectura, entre mazapán y polvorón.

Leave A Reply