La buena arquitectura

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Cartel de la exposición. / AV

Como suele pasar chez les humains, lo que no hace ruido, no aparece en la tele todos los días, no tuitea de forma compulsiva o no alterna allá donde se reúnen los influyentes, no existe; vamos, que no sale en la foto, por citar al inefable Alfonso Guerra. El desprecio de nuestro ego social hacia las cosas bien hechas, cuando se hacen silenciosamente, lentamente, honradamente, es portentoso. Esto no es nuevo; ha sido siempre así. Lo que pasa es que en la era del relámpago comunicativo se ve más claramente.

Es una reflexión que provoca la exposición Spain, mon amour, ideada por Luis Fernández.Galiano, que se contrapone y completa con Ruinas modernas y que permanecerá hasta el 9 de junio en el museo ICO, de Madrid (Zorrilla, 3). Es una exposición que estuvo en la Biennale veneciana hace unos meses y que, dado el éxito obtenido, Fernández-Galiano ha decidido traer a los madriles, cosa que se agradece.

Spain, mon amour muestra 15 edificios públicos recientes e impecables, de quince ciudades, que se han levantado con un presupuesto razonable por cinco estudios de arquitectos y que presentan clara utilidad. Son ejemplos de buena arquitectura, no espectacular ni mediática ni rimbombante ni acaudalada. Arquitectura para la gente.

Museo Arqueológico de Alava, de Francisco Mangado. / españaescultura.es

Fernández-Galiano asegura que no es cierta la percepción de que la arquitectura española oscile entre el urbanismo cutre y el divismo de los arquitectos estrella, alguno de los cuales está teniendo problemas en Italia, por ejemplo (Calatrava, sí). En una breve entrevista, a pie del avión que le llevaba a Verona, LFG ha dicho a cuartopoder que se hace en España una arquitectura impecable, decente, razonable y creativa. "Es curioso que no haya ninguna universidad española entre las 100 mejores del mundo, pero sí hay media docena de arquitectos españoles entre los 100 mejores" y no siempre lucen sus nombres en los medios. Para Fernández-Galiano "podemos estar orgullosos de ello y no conformarnos con estarlo por la alta cocina y la alta competición o los éxitos del fútbol".

Ruinas modernas, de Julia Schultz-Dornburg. / Museo ICO

Ruinas modernas, por el contrario, reúne en varios ejemplos de urbanizaciones, el despropósito hortera y exhibicionista del músculo inmobiliario español, del pelotazo suicida, de la estupidez avariciosa, del complejo de magnate que tantos llevan en la cabeza, apoyados por unas leyes burladas gracias a unos representantes políticos implicados en la burla. Y que nos ha conducido al estado de cosas que ahora nos abruman. A unos más que a otros. Las fotografías que reúnen la estampa de la vergüenza urbanística de Ruinas modernas son de la arquitecta alemana Julia Schultz-Dornburg.

Para Fernández-Galiano, son “paisajes de la ausencia y el vacío” que hablan injustamente al mundo de nuestro urbanismo, como si todo cuanto se hace en España fueran esos monumentos al disparate.

Ruinas modernas  me parece una alegoría de la propia ruina de España, de la imagen que de ella proyectan, de su promesa de esplendor hecha jirones por los forajidos del ERE, las untadas tocineras de las Generalitats, la infamia del robo a mano armada a la gente honrada de los bancos, las canonjías de los amiguetes de los poderosos y un largo y tenebroso etcétera que aún aguarda agazapado en pliegues oscuros, ojala algún día revelados por valerosos jueces como Mercedes Alaya y Pablo Ruz.

Preguntado por la sensibilidad del público español hacia la arquitectura, LFG cree que la tendencia es más bien conservacionista pero que, bien explicada, la innovación en arquitectura es comprendida por todos. Lo que hace esta exposición es tratar de mostrar que el amor por la arquitectura es respeto y amor por la gente que utiliza los edificios construidos. Anima a ver la realidad española con otro color, tan real como el pardusco sucio de la cara del telediario, día tras día. El mundo se compadece de España, pero aquí no estamos para perder el tiempo en victimismos. Esta exposición ayuda a pensar en la cara buena -que haberla hayla- y enseña a combatir la mala. O sea que bien.

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