En enero se hizo una lectura dramatizada de Los hermosos días de Aranjuez, la última obra de teatro de Peter Handke, en el Goethe Institut de Madrid en una sola sesión. Ahora, después de pasar por el Teatro Albéitar de León, en la Sala Fernando de Rojas del Círculo de Bellas Artes se tiene la oportunidad de asistir, hasta el 26 de mayo, a la representación de esta obra, que ha corrido a cargo de Galanthys Teatro, y que bajo la dirección de Joaquín Candeias y con escenografía de María Flórez e interpretación de Ana Caleya y Daniel Moreno, constituye una rareza pues, aparte de las representaciones austríacas, es la primera vez que esta obra sale de su país. La traducción ha corrido a cargo de Miguel Sáenz.
“Los hermosos días de Aranjuez han acabado y en vano hemos seguido aquí”. La cita, tomada del Don Carlos, de Friedrich Schiller, es el referente que da título a la obra, y puede tomarse como una metáfora que incide sobre todo en el tiempo, en su desentrañamiento. La obra de teatro de Handke, muy compleja, es un reto para su representación pues al incidir sobre todo en el significado de la palabra hace que los actores se decanten por el recitado. De ahí que la lectura del Goethe Institut en enero tenga su razón de ser.
Pero una representación teatral es otra cosa y el texto de Handke plantea muchos retos. Una habitación, en un decorado escaso, y dos personas, un hombre y una mujer que pretenden indagar en el tiempo y los silencios, en las relaciones de pareja, en la imposibilidad de entender al Otro, que es en realidad el meollo del asunto, y, sin embargo, el saber que es necesaria su presencia, y llevar a buen término la obra, a pesar de todas las dificultades que plantea, es una tarea nada fácil. En cierta forma, Joaquín Candeias lo ha logrado.
Esa accesibilidad de la obra para el público se puede asumir de múltiples maneras. Candeias ha optado por desentrañar la complejidad de la pieza e irla dosificando a través de cierta dramatización de los personajes. La diferencia entre los papeles masculino y femenino han sido esenciales pues ella representa más el espíritu de Ariel, es aérea, se diría casi lírica, mientras que el hombre actúa con los pies clavados en la tierra, aunque no siempre.
La obra, por ejemplo, trata de las relaciones de pareja y sus enfrentamientos. Para colmo no hay palabras, no ya gruesas, sino vulgares, que siempre ofrecen una subida de tono en las escenas dramáticas. Handke, aquí, no ofrece al público concesión alguna, como hizo en Quitt, en 2012, que se representó en el Centro Dramático Nacional, y Candeias ha tenido que buscarles un dinamismo que en la obra no aparece, porque en cierta forma Los hermosos días de Aranjuez es un texto filosófico dramatizado donde la tensión se encuentra únicamente en las palabras. El vaivén entre lo abstracto, lo lírico, ente la gestualidad poética y la pragmática, es lo que ha permitido a Candeias aprovechar esas tensiones para llevarlas a escena. Su labor ha sido encomiable. Conviene felicitarse por ello.
La obra, pues, se enmarca en un bello día de verano, recurso habitual de tantas obras dramatúrgicas, recordemos las muchas de Anton Chejov. El día, claro, preciso, nada bochornoso, un día perfecto de verano para un alma germánica, es propicio para que se produzca una inmersión en lo solemne, en la profundidad de las cosas y su verdadero alcance. Ese alcance pasa por inmiscuirse en el desentrañamiento del tiempo y esos dos seres, un hombre y una mujer, lo hacen a través de un diálogo en apariencia tranquilo pero donde laten, escondidas, las pasiones más insospechadas. Un jardín, una mesa al aire libre, árboles que establecen un suave murmullo, porque no se les ve pero se les oye a través del presentimiento… un estado que Peter Handke ha querido ante todo poético, alejado de lo temporal, que recogiese el instante y ese instante tuviera que ver con el murmullo de las cosas, no de su ruido.
Tamaño reto para las convenciones del género necesitan de una mano hábil, talentosa. La obra, de 2012, fue llevada a la escena en su estreno por Luc Bondy nada menos. El reto que ha recogido Candeias ha sido enorme pero tanto él como los actores, Ana Caleya y Daniel Moreno han recogido ese guante, superándolo con creces. Porque la obra, en realidad, ni siquiera puede ser tomada como un enfrentamiento erótico entre un hombre y una mujer, ni siquiera una historia de amor desesperado, es sólo una conversación en apariencia tranquila, una bella tarde verano en un Aranjuez pasado por las manos de Schiller y Handke.
Ëste propone quebrar las reglas, no solamente las de los demás, sino principalmente las propias. En el caso de esta obra ese quebranto de las normas proviene del autor mismo, que no ha querido plegarse ante las convenciones del género, antes bien, parece haber hecho de ese quebranto la verdadera puesta en escena. De ahí que demos la importancia que se debe a la representación en España de esta última pieza dramática de Handke. Pasa por ser de las más difíciles del autor y poder verla entre nosotros es un regalo.