Se reedita ‘El blocao’, la novela de la guerra del Rif

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Cubierta de la novela de José Díaz Fernández.

El desastre de Annual, la estrategia sutil de las cabilas rifeñas, la guerra química usada desde los aviones, casi por primera vez, las matanzas brutales, el Expediente Picasso, que dio lugar a la dictadura de Primo de Rivera, que desacreditó al Ejército español y supuso cierto despecho por parte de los militares africanistas que luego prepararon el golpe del estado del 36, tal Mola, tal Franco, y donde testificaron los mandos intermedios para levantar la liebre de tamaña corrupción, Ramón J. Sender,  entre ellos, la leyenda de Abd el Krim… el imaginario español de los años 30 vivió de la guerra de África y, sobre todo, de sus consecuencias, que fueron terribles hasta el punto de que se puede afirmar que allí se encontró el origen de lo que iba a determinar la actuación del ejército español, obsesionado con aquella derrota y aquel expediente emitido por Juan Picasso,  en los siguientes años.La literatura que engendró el Desastre de Annual fue temprano, pero se limitó al reportaje periodístico y los informes de los especialistas. Al año de la derrota, lo que es significativo, ya se publicó Las responsabilidades del desastre, Ecce Homo. Prueba documental y apuntes inéditos sobre las causas del derrumbamiento y consecuencias de él, de Víctor Ruíz Albéniz y Del desastre al fracaso.Un mando funesto, de Francisco Hernández Mir, pero hubo que esperar hasta 1928 para que se publicara la primera novela sobre el tema, El blocao, de José Díaz Fernández, una narración donde los protagonistas eran soldados rasos, algo inusual,  y donde, bajo siete historias que suceden en lugares distintos, se describe sin contemplaciones aquel horror y disparate de guerra colonial.

La literatura de guerra en español es muy escasa, por lo que es de rigor dar cuenta de la reedición de esta novela que ha realizado Ediciones del Viento, que recoge el prólogo bastante didáctico de José Esteban, que ya había realizado otro para la edición de Viamonte, en 1998,  y la de Turner, en los años setenta, dentro de la colección de novela social. El blocao tiene su importancia porque fue la primera en romper ese divorcio entre realidad social y literatura que, salvo ciertas incursiones en la novela realista, se  había abandonado por creer pertenecía  a la época de la Restauración. De las tres grandes novelas que tienen como tema la guerra de África, El blocao, Imán, de Ramón J. Sender y La ruta, segunda parte de La forja de un rebelde, de Arturo Barea, quizá la que posea menor excelencia literaria sea la de José Díaz Fernández, y, desde luego, la más terrible sea Imán, pero, con todo, la obra posee una de las prosas más sutiles, bellas y escuetas de la narrativa de aquellos años. No en vano José Díaz se educó, aunque venía de Asturias, en Revista de Occidente y en  el entorno de la deshumanización del arte proclamada  a los cuatro vientos por José Ortega y Gasset. José Díaz fue reportero en El Sol y dejó de escribir en el diario cuando Ortega abandonó el negocio de Urgoiti. Pasó entonces a Crisol y La Luz, y llegó  a ser parlamentario en el Partido Radical Socialista por Asturias aunque luego formó parte de Izquierda Republicana, el partido de Manuel Azaña, donde también militaba Manuel Chaves Nogales.

Parte, pues, de ese entorno orteguiano, se hizo amigo de Antonio Espina, con el que escribió Vida de Fermín Galán, y, bajo el pseudónimo de José Canel, Octubre rojo en Asturias, pero nunca llegó en sus obras a las cotas alcanzadas en El blocao. Leyendo esta novela ahora caemos en la cuenta de la calidad literaria que el reportaje periodístico tenía en aqueos años. La novela, ya dije, estructurada en siete historias, posee un hilo común, que es la guerra. Y aunque muchos quisieron ver en ello una deuda a las vanguardias, en las que se encontraban gentes como el mencionado Antonio Espina o el niño mimado de esa generación, Benjamín Jarnés, lo cierto es que El blocao es una novela de corte eminentemente realista. Sorprende, además, lo que ahora podía ser adscrito a corrientes tan norteamericanas como el Nuevo Periodismo o el Realismo Sucio, pero no hay que olvidar que en los años veinte existió una corriente de retorno a la eficacia del lenguaje, de alejar a éste de la retórica decimonónica, y que esa corriente está aliada a los periodistas, a los reporteros. De ahí la revolución en el inglés que supuso Ernest Hemingway, y las magníficas crónicas, entre nosotros, de Josep Pla, de Manuel Chaves Nogales, de Josep María de Sagarra, de Corpus Barga

Si no olvidamos esa adscripción a lo mejor que dio el periodismo español de esa época, no entenderemos el valor de El blocao. José Díaz fue un periodista, además, muy activo, enemigo declarado de la dictadura de Primo de Rivera y magnífico redactor de crónicas periodísticas de excelente valor, como los que dedicó a la revolución de Asturias, y aunque escribió otras novelas cortas, La Venus mecánica, El ídolo roto, o relatos como La largueza y Cruce de caminos, lo cierto es que es autor de una sola novela de éxito, El blocao, donde puso de moda palabras que los españoles de aquellos años oían por primera vez, como cota, blocao, etc… En este sentido bien puede decirse que José Díaz es el autor de una sola novela, y además, de una novela que no pasa de las noventa páginas, pero que inauguró un género que en España era desconocido, el de la literatura de tema colonial, y, de paso, dio paso  a magníficas novelas de igual temática, como las de Sender y Barea.

Esta edición se acompaña de estupendas fotos pertenecientes al Archivo ABC donde se recogen instantáneas de la guerra del Rif. La mayoría son preparadas, con poses típicas de la época, pero hay algunas como la llegada al monte Arruit, con cadáveres de soldados españoles diseminados por allí, que es estremecedora.

Una edición que viene a dar a conocer una de las novelas de denuncia imprescindible de nuestra historia de la literatura y que ha sido preterida durante decenios, salvo las honrosas excepciones de una tímida aparición en la Historia de la novela española, de Eugenio de Nora, y una referencia en Papeles de Son Armadans, la revista que dirigió Camilo José Cela. Nada más.

2 Comments
  1. Manuel says
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