Las aventuras de un samurai y un fraile

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Hasekura Tsunenaga en un retrato anónimo/ Sendai City Museum

El príncipe heredero de Japón, Naruhito, visita estos días España para inaugurar el Año Dual España-Japón, que se celebra para conmemorar los 400 años de la Expedición Keicho. Durante un año entero habrá exposiciones, conferencias, conciertos, teatro… y sobre todo, un esfuerzo para que se conozca la hazaña que supuso ese primer encuentro oficial entre japoneses y españoles.

En 1613 el samurai Hasekura Tsunenaga se embarcó en un viaje a España para presentarse ante el rey Felipe III en una misión cultural -conocida como la Embajada Keicho- que supuso el primer contacto de la potencia europea con el país del sol naciente. Acompañaba al samurai un fraile franciscano, Luis Sotelo,  muy activo en la evangelización del Japón. El viaje incluía una visita al papa  Pablo V, en Roma.

La misión Keicho, que toma este nombre de la era del calendario japonés en que sucedió, llegó a España por Sevilla, ya que era esta ciudad el único puerto de entrada de los viajes a Indias. Entre unas cosas y otras, los expedicionarios se sintieron muy a gusto en Coria del Río y muchos de ellos decidieron quedarse a vivir en la ciudad para siempre, dejando aquí su descendencia. De ahí que abunden los apellidos "Japón", mucho más sencillo de pronunciar para un coriano que los apellidos originales.

El samurai cumplía órdenes del señor Daté Masamune, rey de Bajú, quien se había hecho cristiano por obra y gracia del padre Sotelo y quería que lo fueran también sus súbditos por considerarlo “el verdadero y çierto camino de la saluaçion por lo qual avemos deseado… ser christiano”. También porque la cosa se estaba poniendo muy brava para los cristianos de Japón y Masamune pensaba que si conseguía ayuda para evangelizar masivamente a su pueblo, las amenazas amainarían.

Según cuenta Marcos Fernández Gómez, en un documentado trabajo, Masamune estaba al tanto del tráfico marítimo entre Sevilla y América, y quería establecer una comunicación directa entre Japón y Sevilla. Hay que recordar que el Galeón de Manila llevaba medio siglo navegando desde Manila a Nueva España (hoy, México) y que el señor japonés debía conocer bien este hecho. Por cierto, que también en el Galeón viajó por vez primera un fraile notable, Andrés de Urdaneta, éste, jesuita, del que se daba la circunstancia que era marino antes que fraile. A lo que íbamos.

Los jesuitas llevaban en Japón desde 1549, cuando desembarcó allí Francisco Javier, seis años después de que llegaran los portugueses, todo hay que decirlo. Antes de la misión Keicho, el jesuita italiano Valignano, había enviado a Roma en un galeón español a cuatro jóvenes japoneses cristianos en busca de apoyo económico para sus empresas: la misión Tensho. Los jóvenes recorrieron media Europa, saludaron a Felipe II, y recibieron promesas que no llegaron a materializarse. No sé si nació entonces la fatal costumbre que los políticos actuales practican todo el rato. Ni el Papa ni el Rey de España y Portugal soltaron un ochavo. Lástima, porque a todas éstas, tanto ingleses como holandeses, muy interesados en el comercio con las islas, y enemigos entonces de España, se salieron con la suya y se repartieron las ganancias. Pero ésa es otra historia.

Por desgracia, mientras transcurría el largo viaje del buen Tsunenaga, se desató en Japón la feroz persecución de los cristianos que llevó al traste la embajada, haciéndola fracasar. Las pretensiones de enviar más predicadores a Japón perdieron su sentido así como las de instaurar lazos comerciales potentes, ya que el shogun no estaba por hacer migas ni con el Rey de España ni con el Papa.

Esta historia vale la pena y se cuenta en un libro, Historia de la embajada de Idate Masamune al Papa Paulo V (1613-1615) por el doctor Escipión Amati, intérprete e historiador de la embajada (Doce Calles, 2011), editado por José Koichi Oizumi y Juan Gil. Aunque es más legible la novela de Susaku EndoEl Samurai (Edhasa, 2008) que no se atiene a precisiones históricas pero le da un aire romántico al protagonista, lo que no viene mal.

El caso es que –para hacer la historia corta, como dicen en inglés- el fraile terminó con sus huesos en la hoguera, una vez lo sorprendieron en Japón, y el noble samurai murió pobre y olvidado. Así se escribe la historia.

El año dual España-Japón valdrá para que los amantes de la cultura japonesa disfruten de exposiciones poco usuales por aquí, como la Japonismos de Barcelona o ésta del Museo de Artes Decorativas de Madrid.  Los interesados estarán al tanto de las actividades aquí. 

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