Monturiol y un inventor de Logroño

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Luis Díez

submarino Ictíneo II
Réplica del submarino de madera 'Ictíneo II' que se exhibe en el Puerto Viejo de Barcelona. / Wikipedia

El doctor Gregorio Marañón, que sabía bastante de la especie humana, dijo una vez que el padre Feijoo llegó a comulgar con la leyenda sobre la existencia de hombres y mujeres que podían estar como peces en el agua, nadaban durante horas en los océanos y tenían escamas y aletas. También poseían pasiones amorosas. Uno de esos hombres se abrazó, cerca de Brest, al mascarón de proa de un bajel francés que era una mujer desnuda.

De lo que no cabe duda, escribía en 1989 José Ortega Spottorno en la Revista de Historia Naval, es del anhelo de todas las marinas del mundo de navegar sin ser vistas, por debajo de las aguas. Ortega, cofundador del diario El País, tenía un abuelo que había sido general del Cuerpo Jurídico de la Armada. Se llamaba Juan Spottorno y Bienert. De niño le visitaba en su piso de la calle don Ramón de la Cruz, en Madrid, y se entretenía con las historias de la Revista Naval y los artículos técnicos que no llegaba a entender. Le impresionaba aquel afán de las marinas de guerra de navegar sin ser vistas. Años después, su abuelo paterno José Ortega Munilla defendió en las páginas de su periódico, El Imparcial, al inventor del submarino español, Isaac Peral, un marino de Cartagena al que le amargaron la vida y se largó a Alemania, donde acabó sus días.

Fuera por desprecio, envidia, inquina política o por las tres cosas a la vez, los inventores de los sumergibles del país europeo continental con más kilómetros de costa y con un paso estratégico entre dos mares y continentes, Gibraltar, tuvieron muy mala suerte. Esto impresionó bastante a Ortega Spottorno, que escribió un artículo sobre los desdichados inventores.

Planos_Garcibuzo
Imagen de los planos originales del 'Garcibuzo', realizados por Cosme García Sáez. / alicantevivo.org

De Cosme García Sáez sólo queda el nombre de una calle en Logroño. Fue el primero que intentó la inmersión submarina. Construyó en Alicante un sumergible, a su costa y con sus ideas, y tuvo éxito. Pero nadie le hizo caso, así que entregó la patente al Ministerio de Trabajo francés, dejó una copia al Ayuntamiento de Alicante y echó a pique su modelo, el Garcibuzo, en aguas de Barcelona.

En estas apareció Narciso Monturiol, un socialista utópico, natural de Figueres (Girona), que hoy considerarían de extrema izquierda y entonces también. Le impresionó el sufrimiento de los pescadores de coral de la Costa Brava que se zambullían en el agua y muy frecuentemente no regresaban vivos a la superficie. Eran jóvenes pobres que se dejaban la vida por unas monedas y decidió ayudarles, librarles de la riesgosa y penosa tarea mediante la construcción de un submarino que les permitiera pescar desde su interior. Se puso a estudiar matemáticas, mecánica, el movimiento de los mares…, y acabó construyendo un sumergible con forma de pez de siete metros de eslora. Lo bautizó con el nombre de Ictíneo.

El Ictíneo funcionó. Tenía un doble caso, con un espacio intermedio en el que se almacenaba la pesca que realizaban desde el interior. El movimiento vertical se conseguía mediante unas vejigas que se llenaban de agua para la inmersión y se vaciaban para la emersión. Una hélice vertical empujaba el agua con sus palas y permitía el desplazamiento. Ni que decir tiene que el artefacto era poco estable y lento, muy lento. El lema de su bandera era Plus Intra – Plus Extra.

Narciso Monturiol
'Retrato de Narcís Monturiol', 1853, de Ramón Martí Alsina, que se conserva en el Museo de l'Empordà. / Wikipedia

Monturiol deseaba perfeccionar el sumergible, pero la persecución política del socialismo utópico y bienhechor que él propugnaba le obligó a emigrar por dos veces antes de poder finalizar la construcción de un submarino mucho más operativo y de realizar por fin las pruebas oficiales el 7 de marzo de 1861 en el puerto de Alicante. El sumergible funcionó según lo esperado, pero, a pesar del éxito, el ministro de marina y la política de por medio, dieron largas al asunto y le hicieron pasar un auténtico calvario.

Entonces sus paisanos catalanes reaccionaron y facilitaron a Monturiol los medios personales y materiales necesarios para que construyera un nuevo modelo con mayor tonelaje y con aplicaciones bélicas. El submarino fue botado en 1866, pero los promotores no lograron darle la explotación adecuada y la sociedad quebró y los acreedores se acabaron repartiendo los filetes del Ictíneo como si fuera un pescado, desguazándolo para chatarra. El 6 de septiembre de 1885, solitario y amargado, aquel socialista utópico se murió.

Capítulo anterior: "Mejor el AVE que los submarinos nucleares".
Capítulo siguiente: "La envidia envenenó al Peral".

1 Comment
  1. jason says

    Por favor, debería documentarse mejor antes de escribir:
    Los artefactos de Cosme García y Monturiol no pueden ser considerados submarinos porque nunca fueron capaces de navegar ni sumergidos ni sin sumergir; sólo eran capaces de efectuar pequeñas zambullidas a cota periscópica, de escasa duración y sin salir de puerto.
    Isaac Peral no se marchó a vivir a Alemania; sólo fue allí a operarse de un cáncer y murió tras el postoperatorio. Apenas estuvo unos días.

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