Saqueos a la carta en América Latina

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Ofelia de Pablo y Javier Zurita (Texto y fotos ©)

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Arqueólogos trabajando en el nuevo hallazgo de 'El Mirador', en Guatemala.

En 1987, el doctor Walter Alva y su equipo de arqueólogos consiguen detener a los saqueadores que habían penetrado en una de las tumbas de la Huaca Rajada, junto a la ciudad de Chiclayo, 600 kilómetros al norte de la ciudad de Lima. Estamos en el Valle de Sipán, una gran extensión de árido terreno donde vivían, 1.000 años antes que los incas, los artífices de la avanzada cultura moche (siglos I al VII d.c.). La recompensa a los esfuerzos de los arqueólogos por preservar el patrimonio peruano estaba enterrada 15 metros más abajo, en la fabulosa tumba del Señor de Sipán. Era la primera vez que se encontraba a un gobernante de este rango con todo su sequito y sus bienes. Es el mayor descubrimiento precolombino de Lationamérica.

América del Sur y Centroamérica sufre el constante saqueo de sus sitios arqueológicos con ayuda, cada vez mayor, de la tecnología. Los esfuerzos de la UNESCO y de algunas organizaciones internacionales por detener estos abusos se topan con las grandes sumas de dinero que se mueven dentro del mercado negro del arte. A pesar de la Convención de 1970, en la que varios países se comprometieron a evitar este tráfico masivo de obras, lo cierto es que sigue ocurriendo. Según Walter Alva, “el saqueo de la herencia cultural del Perú es una situación que lleva varios siglos, teniendo sus niveles de mayor afectación entre las décadas del 60 al 80 del siglo pasado. Podemos estimar que en los últimos años viene disminuyendo debido a las activas campañas nacionales e internacionales y a exitosas recuperaciones policiales. Sin embargo, existe la impresión de que el tráfico de bienes culturales (verdadero sustento de los saqueos), ha cambiado sus modalidades a un criterio de selección más exquisito. Los precios en el mercado negro se han elevado considerablemente así como su venta pública en las galerías de arte”.

En Guatemala, el expolio de las ruinas de la civilización maya ha sido uno de los más sangrantes. Aún hoy continúa de forma impune en muchos lugares, como en Belice, utilizando métodos como el de excavar túneles que llegan hasta el centro de la pirámide y saquear su contenido. El problema radica en la falta de recursos de estos países para investigar sus bienes culturales. Hay más de 4.000 sitios mayas sin explorar expuestos a los saqueos por falta de apoyo económico. Las nuevas tecnologías ofrecen a los saqueadores la posibilidad, incluso, de hacerse con las pesadas estelas que antes presidían las entradas de los templos mayas. Se han dado casos en los que, ante la imposibilidad de transportar un pesado material, los huaqueros han llegado a utilizar una sierra mecánica para llevarse la parte grabada de la estela o el friso. La pieza, ahora, sirve como mesa de café en casa de algún rico coleccionista sin escrúpulos.

También existen otro tipo de “saqueadores”. A veces antiguos guerrilleros, que no tienen muchos recursos tras el fin de la guerra, llegan armados hasta los dientes para saquear los templos. Otras son los propios lugareños que cambian piezas robadas por muy poco dinero. En ocasiones se han dado casos de saqueadores "legales", que suelen ser equipos de arqueólogos extranjeros que no reportan sus hallazgos a la Comisión Arqueológica o simples turistas en busca de un recuerdo. Pero el verdadero problema es el mercado que demanda estos tesoros ilegales y está dispuesto a pagar sumas desorbitadas dejando civilizaciones enteras desmembradas y anulando el pasado histórico de generaciones.

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