Barcelona, la bona

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Elvira Huelbes

CaixaForum_Barcelona
Cartel de la muestra 'Qué pensar, qué desear, qué hacer'. / obrasociallacaixa.es

Si están en Barcelona, se impone una vueltecita por el complejo CaixaForum, esa arquitectura industrial del XIX que tan bien ha recuperado el dinero para el arte. No todo lo relacionado con el dinero va a ser tan nefasto.

Eso sí, mejor no cojan el coche porque aparcar por allí es misión imposible y los moços d’esquadra están al loro en materia de multas. Doy fe, que no se escapa nadie de un mínimo de 60 luros la gracia. Transporte público y listo. Además, merece la pena echar el día en este recinto, ya que la Fundación CaixaForum tiene abiertas unas cuantas exposiciones, unas más interesantes que otras pero todas merecen visita.

Empecemos con la tercera y última entrega del ciclo comisariado por Rosa Martínez, Qué pensar, qué desear, qué hacer. La muestra enseña obra de artistas contemporáneos, que atesora la Fundación La Caixa, dispuestos a sugerir qué hacer, después de haber hecho pensar y desear a los visitantes curiosos. Uno de ellos es el añorado Juan Muñoz, que nunca defrauda.

Reflexión sobre cómo el arte puede ayudar a la gente a orientarse en un mundo que tiende al caos, del que se quisiera una apear, como se decía en el mítico 68, pero del que desgraciadamente, sólo hay una manera y no resulta muy grata que digamos. Y tampoco hay prisa.

Menos pesimista que quien escribe esto se muestran la comisaria de la exposición y los artistas que no dudan en emprenderla con la realidad de un mundo que amenaza estallar –Yevyeni Yevtuschenko dixit-, donde la corrupción y la injusticia se repiten por todas partes, sin que parezca que la inteligencia humana sirva para remediarlo.

El video de anuncio de la propia CaixaForum destaca a una artista, Gillian Wearing, que logra desconcertar a quien mire su serie de autoretratos, en los que hay que escudriñar los rasgos para acabar descubriéndola a ella, en efecto. Un juego del escondite de los múltiples yo que encerramos cada uno de los terrícolas que habitamos este mundo violento y estúpido.

Lo bueno de lucir palmito por este centro barcelonés es que si la exposición a la que asistes te ha sabido a poco –lo que es dudoso–, puedes marcarte otras cuantas que cuelgan aquí y allá por sus laberínticas salas.

Como la de Japonismo. La fascinación por el arte japonés, una de mis debilidades. La exposición recoge la japomanía que le entró a Europa a mediados del XIX y que llevó al coleccionismo de arte japonés, del que España había tenido alguna noticia por los inquietos jesuitas y por las visitas de samuráis que había recibido unos siglos antes, pero que no habían cuajado en el coleccionismo.

Se puede continuar el paseo por Ventanas al mundo, una muestra de cortometrajes  sobre cómo se las arregla la gente en otras partes de la Tierra -países en desarrollo, se dice ahora-, para afrontar con dignidad las duras realidades que viven.

Como remate, si quedan fuerzas para seguir, Arte, dos puntos. Barcelona vive el arte contemporáneo. Una muestra que estará hasta casi fin de año, en la que se exhibe la notable colección de arte de la Fundación.

Un espacio sugestivo en el que sentirse bien.

Información útil.

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