El abuelo Mariano

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Pascual García

Gaviota_Veranicidios
Gaviota. / flickrcc.bluemountains.net

– ¿Y qué pasó, padre? ¿Cómo eran las cosas entonces?

– Fueron tiempos duros, hijo mío. Tiempos muy duros… por lo menos eso es lo que le contó a mi padre el abuelo Mariano. Millones de personas no tenían otro quehacer qué buscar… buscar… buscarse la vida. Otros ya se habían quedado sin nada, sin techo, sin esperanza, sin dientes para masticar las mondas de patata que, cada vez más raramente, se arrojaban a la basura… “Muchos”, decía mi padre, “hasta se quedaron sin ganas de seguir buscando”. La situación era desesperada, dramática, crítica. Todo estaba al borde del abismo, de la quiebra, del caos…

– ¿Y?

– ¿Y? Pues entonces llegó el abuelo Mariano y con un buen paquete de reformas le dio la vuelta a la tortilla: en un pispas se ganó la confianza de los dueños de las empresas, de la banca, de los gestores de los fondos de inversión y hasta de los malditos alemanes; nos hizo creíbles en los mercados y, lo que es más importante, consiguió que algunos creyésemos en nosotros mismos, en nuestras infinitas posibilidades para crear riqueza, para emprender, para cambiar el mundo… No sé si lo entiendes, hijo mío: para… cambiar… el …mundo.

– ¿En nuestro propio beneficio, padre?

– Claro que sí, hijo mío, en nuestro beneficio y en el de aquellos pocos que, como nosotros, saben aprovechar las oportunidades, aquellos que, como decía el abuelo Mariano, consiguen medrar con su esfuerzo y, a la vez, son capaces de hacer que los demás no medren con el suyo… Medrar, medrar, medrar, hijo mío, ese es el camino.

– Medrar es un placer, padre.

– Ya te digo… Anda, pásame el rosbif.

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