Españoles por el mundo y en el trullo

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Encarcelados
Fotograma de 'Encarcelados', la nueva serie de La Sexta. / laSexta.com

Lo tenía difícil los valientes reporteros de La Sexta para mantener las cuotas de pantalla de la semana pasada, cuando estrenaron programa y fueron líderes de audiencia del prime time (2.042.000 y 12,4%). Hace siete días había gran expectación por ver este producto nuevo y no tenía que competir con Águila Roja,  la exitosa serie de La 1, que comenzó ayer la quinta temporada llevándose el gato al agua, como era de esperar. Aun así salieron airosos del envite con un meritorio segundo puesto en el ranking de audiencia (1.748.000 de espectadores y el 9,7% de cuota de pantalla), frente a los casi cuatro millones de espectadores y el 22,5% del share registrados por la ficción de la cadena pública.

Encarcelados es una serie de diez reportajes de una hora de duración sobre la situación de algunos españoles confinados en cárceles de América Latina. Siguiendo, en cierta manera, pero con un enfoque muy distinto, la serie de Madrileños y Españoles en el mundo, que tanto éxito ha dado a sus respectivas cadenas públicas. Y si la semana pasada nos dejaron con un nudo en el estómago y con ganas de portarnos muy bien después de ver los presidios de Bolivia, ayer en las cárceles de República Dominicana la cosa fue casi tan complicada de digerir: una cosa es leer en el periódico que alguien está en el trullo, que imaginamos aséptico y ordenado como en las películas estadounidenses y hasta con ciertas comodidades como en los  “hoteles enrejados” donde duermen los Bárcenas, Fernández, Blesas o Mariocondes de turno, y otra comprobar que hay lugares en la tierra peor que el infierno, donde han ido a parar personas hasta hace poco tan nobles y poco sospechosas como tu vecino, el fontanero que te arregla el retrete o el policía que para el tráfico para que cruce la calle una vieja.

Lo que hemos visto en estos dos capítulos de Encarcelados es muy difícil de imaginar para una mente acomodada como la nuestra, acostumbrada a pensar sobre los mullidos pliegues de un sofá de Ikea viendo noticias de agencia en televisores con pantallas de 40 pulgadas. El escaparate de los mundos de yupi, el "soma", se acaba cuando apagas la tele, dejas de comer el pienso que nos sirven cada día y te asomas por la ventana.

Y eso precisamente, abrir la ventana del cuarto más oscuro de nuestro mundo civilizado, es lo que han hecho Jalis de la Serna y Alejandra Andrade, los reporteros que con dos cojones se han metido en 30 cárceles de siete países de Latinoamérica (Perú, Brasil, Colombia, Bolivia, República Dominicana, Costa Rica y El Salvador) para recordarnos a todos que el infierno está aquí, al otro lado de una decisión equivocada o de la asunción de un riesgo innecesario, al final de un camino incierto que comienza después de haberte metido medio kilo de coca por el culo o facturar la maleta de un camello a tu nombre. La mayoría de los más de 2.500 españoles encarcelados en el extranjero lo están en cárceles de América Latina, y la mayor parte de ellos por tráfico de drogas. Por el código 1.008, que dicen en Bolivia.

Ernesto, biólogo de 58 años, ha perdido en dos años 20 kilos y no le quedan dientes por las palizas, la desnutrición y la calidad de las drogas que venden en la cárcel. Eduardo, malagueño, pintor en paro, ha tenido un hijo en la prisión. Carlos, conductor de maquinaria pesada, ha comprado su espacio de dos baldosas para dormir en una celda por unos cuantos pebolivianos. Narcis, técnico industrial divorciado y con dos hijos, tiene el brazo lleno de picaduras de los chinches y cucarachas de la cárcel y ha alquilado su celda por 16 euros mensuales: el consulado le da cuarenta y seis. Por las noches se tapa los oídos con algodón para que no se le metan los insectos y llora cuando recuerda las palizas que le daban cuando era extorsionado por los funcionarios mafiosos que había antes.

Presidios en los que hay pagar el techo y la comida o donde viven también las mujeres y niños junto a pederastas, asesinos, traficantes... Prisiones con basuras en las esquinas y perros rebuscando comida en los patios. Cuerpos hacinados durmiendo sobre una manta en el suelo junto a los baños o en los pasillos: en Santo Domingo les llaman ranas porque se mojan como ellas. Lugares inhóspitos donde la extorsión y la violencia forman parte de las actividades diarias. Cárceles donde no entran los funcionarios y son los propios presos quienes se organizan y mantienen el orden en un sistema penitenciario cuasi privatizado, donde los recursos públicos son exiguos. Ahora que aquí se habla tanto de la privatización de la sanidad, es bueno poder mirar las otras caras del abandono del sector público.

Empresarios, policías, albañiles, biólogos, amas de casa, jubilados… gente corriente a la que los problemas económicos generados por la crisis y un punto de ambición e irresponsabilidad le empujaron un día a emprender un camino que terminaba en las cloacas. Familias truncadas, vidas fracasadas, compatriotas sin amparo a la espera de juicio o cumpliendo condena en cárceles inmundas y peligrosas, asistidos u olvidados por los consulados respectivos. Ciento veinte españoles y españolas que todavía sueñan con recuperar la dignidad y poder mirarse algún día al espejo sin ver la derrota y el dolor en su mirada.

La Sexta ha tenido valor ofreciéndonos este interesante producto informativo, que en cierta manera cumple una función social. Ojalá que la competencia en la programación y el cansancio de la audiencia –todos los programas reflejan situaciones parecidas- no consigan arrebatarle el éxito de estos dos primeros programas. Suerte.

2 Comments
  1. J. says

    Alejandra ha tenido un par de ovarios.

  2. celine says

    Tal como lo cuentas, no sé si tendré valor para verlo, aunque pienso intentarlo. La realidad que dispensan los humanos es a veces imposible de digerir y menos aún de entender. ¿Qué parte de la máxima de Concepción Arenal: «Odia el delito, compadece al delincuente» no llegan a entender los responsables de esos lugares? Periodistas valerosos estos reporteros, sin duda.

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