La pasión del sastre

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CANIBAL_CConcisa, sobria, desasosegante, turbadora, inquietante, formalmente impecable y desconcertante. Después de ver esta historia de un caníbal contemporáneo de Granada, de un loco atormentado que no puede sentir el amor y sólo es capaz de poseer a las hembras que le gustan por el estómago, terminas con el ánimo revuelto y sin ganas de querer probar el solomillo en mucho tiempo.

A pesar del esfuerzo del director y coguionista, Manuel Martín Cuenca, en no juzgar a su personaje y plantear la historia de manera neutral y desapasionada, al público no le queda otro remedio que tomar partido para salvarse a sí mismo y al mundo en el que vivimos y termina odiando y compadeciendo a este sastre reputado, conservador y taciturno que por el día toma medidas y corta patrones y por la noche sale de caza para satisfacer su ansia de sangre y sexo.

Con una narración esquemática y contenida, donde el tiempo narrativo se acerca al real, con los diálogos imprescindibles, con una fotografía muy cuidada en los interiores y espectacular en los exteriores, en la que abundan planos de gran potencia visual, y una cámara situada muy cerca de los personajes y con apenas movimiento, el director ha compuesto un relato de la pasión y sufrimiento de un hombre incapaz de redimirse, que queda sintetizado de manera metafórica en el paso de Semana Santa para el que el personaje ha estado confeccionado el manto.

Caníbal tiene muchos valores formales y narrativos y cuenta con los dos puntales interpretativos de sus protagonistas. Antonio de la Torre, que forja un personaje contenido, doliente y perverso con una actuación basada en la mesura y la inexpresión. Y Olimpia Melinte, quien hubo de engordar varios kilos para poder dar vida de manera espléndida y con registros distintos a ambas hermanas, símbolo de la alegría, el amor y las ganas de vivir, y contrapunto del personaje central.

En la historia se incluye eficazmente la subtrama etérea de la vida de provincias, donde el tiempo discurre de manera más pausada y la moral es más estrecha. Precisamente por ello resulta más intenso y sorprendente que en este lugar ortodoxo y formal tenga cabida una historia tan truculenta.

No obstante, hace falta concentración hacia la mitad del metraje para seguir atento a la vida aburrida de este sastre provinciano y depredador que maneja tan bien la tijera sobre la tela como el cuchillo en la piel. Se echa de menos algo de agilidad en la trama principal o el desarrollo de alguna otra, por ejemplo la investigación policial, que queda desdibujada. Pero eso es algo que han decidido los guionistas para mantener el tono distante en que han basado su trabajo, procedente de la novela homónima de Humberto Arenal.

Por tanto, podemos concluir que esta historia perturbadora de un antropófago impotente y correcto incapaz de enamorarse se sitúa equidistante artística y temáticamente de Las horas del día, de Rosales, Monsieur Hire, de Leconte, y El carnicero, de Chabrol. En cualquier caso no es apta para vegetarianos. Y no es ninguna broma.

3 Comments
  1. ARCO says

    Muy buena crítica Pascual. Lo bordas

  2. Eulalio says

    A mí me pareció estupenda. Pero salí del cine conmocionado. Los actores, estupendos. De la Torre es firme candidato a Goya.
    Saludos

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