El cine mudo se queda mudo

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Avaricia_de_Erich_von_Stroheim
Imagen de 'Avaricia', de Eric von Stroheim. / Wikipedia

Un estudio dado a conocer recientemente por la Biblioteca del Congreso de los Estados Unidos, que es el organismo oficial que se ocupa del estado de la cultura en aquel país, ha revelado que de la inmensa cantidad de cine mudo que el país produjo hasta que Al Johnson nos cantó un soniquete de jazz inaugurando la era del sonoro, apenas subsisten un 14% de esa producción, por lo que obras de arte de excelencia y relevancia, ¿hace falta volver a insistir de nuevo en la importancia de gentes como Eric von Stroheim?, se han perdido para siempre. Lo curioso de todo este asunto es que llueve sobre mojado y aunque supiéramos que la mayoría de las películas pasaban a ser pasta de celuloide, ya en los años treinta, y no necesariamente mudas, para ser empleado en ballenas para cuellos de camisas, cera para zapatos y mil utensilios más, el informa norteamericano ha causado una gran conmoción en el país ya que, insisten, casi todas las películas distribuidas en formato de 35 milímetros entre los años 1919 y 1929 se ha perdido para siempre. Descansen en paz.

Hay, por tanto, unas 1.600 películas disponibles de las 11.000 que se rodaron durante las primeras décadas del nacimiento del cine. De las supervivientes, sólo un 5% están completas, por ahí andan algunas escenas maravillosas de las películas de von Stroheim, insistimos, y otro 11% se conservan en versiones extranjeras, recientemente apareció como un milagro una copia italiana de la primera película de Orson Welles que se creía desaparecida para siempre, o de baja calidad.

James Billington, miembro de la Biblioteca del Congreso, ha manifestado que “la pérdida de películas de la etapa muda constituye una merma alarmante e irrecuperable para el acervo cultural de nuestro país”, declaración que se produce cada cierto tiempo cuando saltan las alarmas por algún informe como el que os concierne pero que queda arrumbado al poco tiempo.

Sin embargo no todo está perdido: la cultura norteamericana, cuyo imaginario popular es el cine, se mantiene en gran parte gracias a los países de fuera, en especial la República Checa, donde se conservan gran parte de las versiones checoslovacas del cine mudo norteamericano, que han logrado sobrevivir a la invasión nazi, a la soviética y a las purgas estalinistas. De hecho todavía guardo en la biblioteca de mi casa un ejemplar del libro de Daniel Blum, A Pictorial History of Silent Screen, publicado en... la república checa en los años setenta. Muestra pertinente del interés que siempre han mantenido los checos por los inicios del séptimo arte.

Pero no sólo de Chequia viven los aspectos mudos de la cultura estadounidense. Hay sitios afortunados, como los antiguos países del Imperio Británico, hasta hace poco perdidos en las lejanías de las antípodas, como Nueva Zelanda, que pasó de ser el país de los maoríes, al de los kiwis y ahora al de ser portador de magníficos paisajes de películas como El señor de los anillos. Pues bien, en Nueva Zelanda, en Wellington, se descubrió en 2001 una película inédita de Alfred Hitchcock, The White Shadow, que causó sensación, y también han sido recuperadas otras en Australia, e incluso en Francia, país que siempre compitió con los Estados Unidos en la industria cinematográfica desde sus comienzos, por no hablar, ya dijimos, de sitios más insospechados, como ha ocurrido recientemente con Italia y Orson Welles.

Martin Scorsese, que es director de cine muy preucupado por el patrimonio cultural de su país, ha sido siempre un luchador empedernido por conservar la pureza de los formatos de los films, deteriorados, desfigurados por adaptaciones a distintos tipos de pantalla y a los formatos televisivos, y también por restituir el blanco y negro a películas coloreadas que en los Estados Unidos están pasando por ser referentes de su versión original. En unas recientes declaraciones sobre este informe de la Biblioteca del Congreso ha asegurado que el informa es esencial para nuestra cultura, añadiendo que “ cada vez que una película muda, por algún milagro, es recuperada, nos recuerda los tesoros que ya hemos perdido. También nos da esperanzas de que puedan recuperarse otros. La investigación presentada en el informe sirve de hoja de ruta para encontrar películas mudas que creemos han desaparecido para siempre”.

En realidad este informe debería prevenirnos de otras cuestiones, pero como casi siempre, estos informes nunca derivan hacia la raíz del problema. Se ha intentado ocultar que buena parte de la desaparición del cine mudo se ha debido a que las películas se deterioraban y ardían con el tiempo, lo que es cierto, pero el motivo real es que no hubo nunca una preocupación real por conservar el patrimonio cinematográfico hasta fechas muy recientes y todo ello gracias al ejemplo de Francia que en 1936 creó la Cinemateca Francesa a fin de conservar, restaurar y dar a conocer el patrimonio cinematográfico mundial. En este sentido convendría recordar el nombre de sus fundadores: Georges Franju, director de cine y Henri Langlois, coleccionista y aficionado loco, que lograron un local en la Avenida de Messine donde metían como podían carteles, vestuario, cámaras , películas y algún que otro decorado hasta que el estado francés, ya en la posguerra, se hizo cargo del asunto.

Ni que decir tiene que la Nouvelle Vague se dio a conocer gracias a los encuentros que tenían lugar en la sala de proyecciones de la Cinemateca, pero estas cosas son, o deberían ser parte ya de la historia y darlas por sabidas, es decir, no ponerlas como ejemplo ya que revelan las enormes carencias actuales en materia de conservación del patrimonio.

En España se ha logrado recuperar, o por lo menos poner en orden, aquello que se puede conservar y darnos una idea del patrimonio debido y la cosa no es alarmante para lo que podría haber sido. Nuestro problema es la desidia y el desinterés, nada más, mientras que en los Estados Unidos ese desinterés va unido a la ganancia inmediata, a la política de tierra quemada de los pioneros.

En realidad el problema de la conservación del patrimonio del cine mudo es una metáfora de lo que está sucediendo ahora con los nuevos soportes informáticos. ¿Seremos capaces de ponernos de acuerdo en mantener una serie de reglas para que la mayoría de los archivos culturales que están informatizados no se pierdan al quedar obsoletos los formatos? Es una pregunta esencial y por ello, poco dada a la publicidad y al debate.

Lo del cine mudo debería servirnos de ejemplo.

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