Arcimboldo, de extravagante a surrealista

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Giuseppe Arcimboldo. Flora meretrix, 1590. Colección particular. / march.es
'Flora meretrix', de Giuseppe Arcimboldo (1590). Colección particular. / march.es

La crisis hace que se inventen formas curiosas de presentar al público ciertas novedades en el mundillo del arte. Sabido es que montar una exposición cuesta mucho dinero, sobre todo por la cuestión del coste de los seguros, y a no ser que la muestra sea de esas que hacen época en la temporada, casos de la de Cézanne en la Thyssen o la del Greco en el Prado, es casi suicida realizar una exposición media porque los costes superan los supuestos beneficios. Muchas instituciones, entonces, optaron por ofrecer exposiciones pequeñas, de esas que se llaman de gabinete, exposiciones en que instituciones como el Prado son duchas y pioneras, recuerden los dos biombos japoneses que expusieron en el año dual España-Japón, o aquella del Museo Romántico que en el año dual Rusia-España realizó de algunos paisajistas rusos, o, sin ir más lejos, la de Robert Motherwell en colaboración con Octavio Paz y Rafael Alberti, que organizó la propia Fundación Juan March.

Ahora puede contemplarse , hasta el 2 de marzo, en la sala de exposiciones de la Fundación una de las muestras de arte más breves que se han ofrecido hasta ahora en la ciudad: se trata de dos cuadros de Giuseppe Arcimboldo inéditos hasta hora, Flora y Flora meretrix, realizados en 1589 y 1590, procedentes de colecciones privadas y que pasan por ser dos de las mejores obras de este pintor. La Fundación Juan March ya realizó exposiciones de pequeño formato, no sólo con lo de Motherwell, sino con la de Tiépolo en 2012, y la titulada Bodegones flamencos y holandeses del siglo XVII, en 2013, y ahora presenta ésta aprovechando la expectación causada por ser lienzos nada conocidos de un pintor que actualmente goza de una popularidad poco menos que curiosa.

Los cuadros pertenecen a la serie de teste composte o cabezas compuestas, realizadas con un excepcional don para el miniaturismo, para captar el detalle nimio hasta convertirlo en demasía. Se trata de figuras de Flora, una discreta, la otra de meretriz, realizadas con flores, animalejos y otros elementos tomados de la naturaleza y que para darse cuenta de la composición, de su trucaje, de su especial conformación, hay que contemplar las obras desde muy cerca.

Son dos obras maestras del pintor que nunca han sido mostradas en grandes exposiciones, obras que, de seguro, fascinarán a quien las contemple porque, por una extraña razón, Arcimboldo ha pasado en este siglo del olvido al reconocimiento unánime. No siempre fue así. De hecho nunca fue así si nos atenemos a unas fechas que se extienden desde la muerte del pintor hasta los años treinta del siglo XX en que Alfred H. Barr, fundador y primer director del MOMA de Nueva York, lo incorporó al catálogo de dadaístas y surrealistas como ilustre precursor de estos movimientos.

Miguel Falomir, que es el encargado del Departamento de Pintura italiana y francesa, hasta 1700, del Museo del Prado, ha sido el encargado de escribir el ensayo que encabeza el catálogo. Falomir cree que Arcimboldo es un claro ejemplo de los vaivenes en que la fama y el olvido sobrevuela la historia del arte.

El autor piensa, al revés del tópico que nos ha llegado, que las cabezas compuestas, que parecen una extravagancia, eran muy bien acogidas en la Italia de su tiempo, que, lejos de ser aleatorias, sujetas a capricho, pertenecían de pleno derecho a la realización de ciertas normas en que se ajustaban esos aparentes caprichos.

Así, estas dos Floras llevan consigo un enorme , prolijo, bagaje de flores sacados de la propia naturaleza y en su tiempo fueron saludadas como obras maestras, de los lienzos que mejor habían sido pintados por tan curioso artista. De estas dos Floras, Falomir destaca el de la Meretrix porque, al llevar descubierto un seno, el artista ha tenido que aplicar ciertas palideces a base de flores con pétalos blancos que pasan por ser ahora de una delicadez exquisita.

Arcimboldo encontró en estas series de cabezas compuestas su propio destino como artista. De no ser así ahora no sería reconocido en su originalidad extrema, ya que pasa por ser uno de los grandes artífices de los caprichos. A mi siempre me recordó un tanto el jardin de Bomarzo que Manuel Mújica Lainez noveló con delicadeza y fascinación extremas. Ambos, pintor y jardines, pertenecen al mundo de los caprichos, una modalidad que es fácilmente proclive, por su carencia de solemnidad, a ser popular.

Pertenecientes a un coleccionista que habría comprado los cuadros en Londres en 1965, y que por supuesto la Fundación Juan March no ha ofrecido el nombre, en realidad y a pesar de que la exposición sólo consta de dos obras, hay que dejar constancia que Arcimboldo fue pintor de apenas una treintena de obras y que nuestro Felipe II llegó a tener ocho cuadros del pintor, lo que rebela la querencia del monarca por estos caprichos y, por otro, la enorme colección que suponía poseer apenas esos ocho cuadros. De hecho en España sólo poseemos uno: La Primavera y se encuentra en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando.

Existe una corriente subterránea que emparenta a Arcimboldo con Leonardo da Vinci. De hecho Arcimboldo desarrolló las ideas que apuntó Leonardo en su Tratado de la pintura respecto al modo de ejecutar las cabezas compuestas. Una tarea que el pintor llevó a cabo de manera espectacular porque trabajó para los más célebres botánicos de su tiempo como ilustrador.

Una exposición secreta, discreta, muy importante. No siempre lo mejor es lo que más evidente se nos presenta.

2 Comments
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