La empresa es tu vida

La verdadera trascendencia de este montaje en el Teatro de la Abadía, al margen de las cualidades artísticas e interpretativas de la obra en sí, que son muchas, es dar eco en Madrid, en un teatro de referencia, a un autor novel pero interesante, a una figura joven e incipiente que puede consolidarse, el canario Antonio Tabares, quien ha escrito un texto con gran fuerza dramática y muchas implicaciones, cuyo germen es la racha de suicidios que se sucedieron hace unos años, primero en Renault y poco después en France Telecom, donde se quitaron la vida casi medio centenar de personas.

La visita de una directiva de recursos humanos de una gran empresa a una de las sedes para investigar los tres suicidios que se han producido da pie a Tabares a levantar un drama sobre las relaciones en el trabajo, donde la línea que separa la vida laboral de la privada es realmente fina, llegándose a confundir en muchas circunstancias. La punta del iceberg nos habla de la presión a la que están sometidos los trabajadores -los famosos objetivos o cuenta de resultados-; de la lealtad a los principios sociales; de la imposibilidad de "compatibilizar"; de las relaciones personales, a veces asfixiantes, que se establecen (amigos, amantes, parejas…); del miedo a no prosperar, a no ser valorado, a ser despedido; de la ambición; de la competición… Y sobre todo de la derrota, de la pérdida de una batalla contra uno mismo que nunca debería librarse. De la muerte en vida. Del suicido.

Sergi Belbel, que descubrió el texto de La punta del Iceberg hace un tiempo y quedó impresionado por su fuerza dramática, ha entendido que éste es la médula de la obra y lo ha dejado casi desnudo y expuesto en el montaje, donde ha empleado una escenografía esquemática, tan sólo unos muebles para representar las oficinas, que en un momento dado se convierten en azotea del edificio, algo de música y un recurso sonoro hacia el final, con el que se nos recuerda en formato de noticiario la realidad en la que está basada la obra, que antes hemos apuntado.

Todos los actores (Nieve de Medina, Eleazar Ortiz, Montse Díez, Pau Durà, Luis Moreno y Chema de Miguel) se han apropiado con solvencia del drama, aportando los matices sugeridos en el texto y perfeccionados bajo la inteligente y experimentada dirección de Belbel. Si acaso, la protagonista, Nieve de Medina, a nuestro juicio algo constreñida en algunos momentos, aunque aguanta bien el peso de estar presente en todas las escenas de la obra. Pau Durà, sin embargo, destaca desde el principio con su despliegue de energía contenida, que nos conecta con su decepción profesional y vital en el papel de sindicalista desencantado.

Belbel, Director del Teatre Nacional de Catalunya desde 2005 hasta el año pasado, está familiarizado con argumentos basados en el mundo empresarial. Recordemos que a principios de los noventa escribió y dirigió la excelente Después de la lluvia, y que una década después dirigió exitosamente El método Grönholm, de Jordi Galcerán, luego adaptada al cine por Marcelo Pyñeiro. Por eso no dudó en proponer la programación de esta obra en el madrileño teatro de la Abadía a su director y flamante académico de la lengua, José Luis Gómez, cuando por casualidad cayó en sus manos el texto de Tabares, premiado con el Tirso de Molina en 2011.

Por tanto, al empeño de Belbel, la valentía de Gómez y al ingenio de Tabares, a la conjunción de estas tres energías, hay que agradecer que esta excelente obra sobre las relaciones laborales, esta metáfora sobre la muerte en vida por un trabajo inacabable, La punta del iceberg -lo demás no se ve, como en las empresas- se haya estrenado en Madrid, donde estará todo el mes de marzo.