Ajoblanco cabalga otra vez

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Primera portada de la revista, publicada en octubre de 1974. / ajoblanco.org

Aparte de un manjar malagueño, Ajoblanco es una revista que hizo historia en una España que se libraba de Franco y encaraba la transición. Tuvo su esplendor entre 1974 y 1980, cuando sobrevino el desencanto en aquella joven democracia española y se instaló el miedo en la gente; un curioso fenómeno que parece volver para quedarse.

Así que cumple cuarenta, o forrenta, como decía Forges por aquel entonces. El caso es que Ajoblanco –que nació en una Barcelona cuyo caldo de cultivo se había preparado en la generación anterior de los “enfants terribles” y la “infame turba”- se resiste a ser olvidada o desconocida por las nuevas generaciones.

La exposición que acaba de inaugurarse en el Centro Conde Duque muestra la historia de la revista contracultural, o mejor, de cultura independiente, como prefiere llamarla Pepe Ribas, su factótum -en la segunda acepción del DRAE-, en las dos etapas, la primera (1974-1980), más política, y la segunda (1987-1999) de carácter más cultural.

La muestra es una valiosa información para las generaciones jóvenes y un recordatorio fundamental para los que ya no lo son. La obsesión de Ribas es recuperar: recuperar el pasado libertario español en su mejor esencia, la rica cultura underground que no tiene tanto que envidiar –dice- a la norteamericana; recuperar el debate perdido, que los resultados de las elecciones europeas han prendido un poquito, como una cerilla pequeña y efímera, pero que deja entrever que se puede cambiar esta realidad política tan momificada y castigada por la corrupción, no sin mucho esfuerzo.

A la exposición acompañan jornadas de conferencias y debates Jornadas Ajoblanquistas, se llaman- que ha inaugurado el propio Ribas, que durarán hasta el 19 de junio y que no hay que perderse si se anda trasteando por los madriles. Además, según el comisario, Valentín Roma, se muestran imágenes inéditas y testimonios escritos por sus protagonistas, tres audiovisuales…

El autor de Los 70 a destajo, un libro del que se ocupó cuartopoder en su día,  asegura que el Ajo fue una válvula de oxígeno para los jóvenes de esos años y, muy especialmente, para los movimientos feministas. Todo esto que suena a muy superado pero que de vez en cuando enseña la patita ensangrentada, a la que nos descuidamos.

Era un medio que hablaba descaradamente de la homosexualidad, la objeción de conciencia, el antimilitarismo, cuando aún no se había leído mucho de esos asuntos. Parece que se prepara una segunda exposición, más museística, más de arte contemporáneo, en el MACBA, para más adelante. Entretanto, Pepe Ribas cavila en que Ajoblanco inicie una nueva etapa en su vida, más política sin dejar fuera la cultura, y dentro de la plataforma de las redes.

Un ajoblanco.org que acaba de sustituir al ajoblanco.com que había hasta ahora. Porque “hay que seguir debatiendo. Otra vez se está abriendo un proceso constituyente, este país debe cambiar, la clase política tiene que darse la vuelta, la corrupción ha acabado con ella. Con la página queremos buscar debate público con los nuevos agentes sociales”, dice Ribas, mientras busca por todas partes personas capaces de un cierto grado de compromiso, de muchas arrobas de tolerancia y una idea clara de cultura fuera de jerarquías, como ha dicho a cuartopoder. Una tarea de héroes que habría que seguir de cerca por si hace falta apoyo.

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