Francisco Galván, compañero de la agencia Efe, posee las virtudes y vicios de que adolecen los periodistas cunado se dedican al oficio de escritor. Poseedores de una concepción, justa, de la eficacia narrativa, tienen tendencia al realismo cuando no al documental por lo que el thriller, que es el refugio del realismo y de la literatura de denuncia en los tiempos actuales, les viene que ni al pelo. No es un defecto sino un vicio, vicio por otro lado justificado porque la información que se maneja sobre la actualidad puede abrumar y elaborar historias con esa información es casi obligado, desde luego una tentación.
Francisco Galván, escritor premiado varias veces, entre ellas con el prestigioso Ateneo de Sevilla de Novela Histórica por El tesoro de Vulturia, ha publicado recientemente El Precio de la Codicia, editada por la Editorial Alberto Santos que está sita en Madrid cerca de donde, en los años veinte, Ernesto Giménez Caballero publicaba La Gaceta Literaria, la revista más vanguardista en la España de entonces, en la imprenta de su padre.
Esta novela de Francisco Galván es, curiosamente, una rareza porque hay que constatar que, a pesar de lo dicho, la crisis económica no ha sido tema recurrente, aún no lo es, en la narrativa en español. Quizá Isaac Rosa, pero de modo tangencial, enfocándolo en situaciones no tan proclives al documento, también Rafael Chirbes, con Crematorio y En la orilla, aunque sus novelas se centren más en la corrupción de los estamentos sociales y, ya fuera de España, Jorge Volpi con Memorial del engaño, donde se dirige al centro del imaginario de nuestra concepción financiera, Wall Street. Faltaba el thriller canónico, sin embargo, ese que no traspasa ni por asomo lo que se espera del género y mantiene a ultranza la parafernalia del canon: una concepción conspiratoria de la historia, aventuras sin cuartel ni desmayo, situaciones terribles de mafias y bajos fondos, o altos, que para el caso es lo mismo.
Toda la porquería que genera nuestra sociedad narrada en estilo llano, eficaz, sin atender en demasía a la complejidad pisocológica de los personajes porque ello iría en detrimento de la acción y, sobre todo, una serie de datos capaz de otorgar verosimilitud a la historia. No es fácil hacer novelas así justo por lo que tienen de aproximación a un canon donde las reglas están establecidas de manera estricta y Francisco Galván con esta novela nos ha ofrecido una narración sobre la crisis económica escrita bajo ese canon, donde también se inmiscuyen trazos propios y esto es un fenómeno reciente que apenas apareció hace quince años, de la novela histórica, género que Galván frecuenta y del que gusta. No debemos olvidar que el grupo de financieros que aparecen en la novela, los Harvesters, debe mucho a esa concepción conspiratoria de la historia que está tan de moda en el género. Harverters apenas oculta Bildelberg, la diferencia es que Harversters procura una libertad en lo literario que Bildeberg no otorga, a menos que nos de por especular, y esta libertad es importante porque ofrece al lector un puzzle, sí, pero que puede cerrarse, ser coherente con lo que se pretende dar a conocer, es decir, un puzzle con sentido, algo que ofrece la novela al contrario que el caos presente en la vida.
Galván juega con esa coherencia muy bien, a fin de que el lector esté convencido de que lo que lee es en parte el espejo en que la realidad de la crisis puede reflejarse. El autor, en una bella metáfora, pretende que el tiempo que nos ha tocado vivir es La Caída del Imperio Romano 2.0, algo en lo que, probablemente, tenga razón. El caso es que El Precio de la Codicia mantiene una tesis: cuando lo único que importa a corto plazo es la rentabilidad brutal del dinero lo que resta en un futuro es la tierra baldía, la destrucción, la muerte y toda la narración está abocada a hacer realidad esa tesis, que desde luego pasa por pretender que la crisis ha sido intencionada olvidando como recurso la ceguera e inercia que afecta a todo sistema, aunque se encamine al desastre.
Por eso hablo de novela de tesis, pero que desde luego está sustentada en situaciones no solo verosímiles literariamente, que en realidad en una novela es lo que importa, sino en hechos como la lucha intestina por quedarse con los recursos del coltán, donde hay mucho en el Congo, tierra explotada desde hace doscientos años por poseer distintos productos que cada cierto tiempo se muestran imprescindibles y que enfrenta a occidentales y chinos por un material esencial para la alta tecnología actual, la desidia respecto a enfermedades que arrasan en África, como la malaria, y ese sembrar el caos, el que se prefiera sobre el orden aun cuando sea precario.
Esta es la deuda habida con el periodismo. El que aparezca un antiguo miembro de la Stasi, Jürgen Toepfler, ahora convertido en asesino a sueldo, en una cárcel de Uganda, y después de muchos avatares, se nos informe del paradero del tesoro de la policía secreta de la Alemania del Este; el que este Jürgen, en un ejercicio supremo de ironía, sea contratado para asesinar a los Harvesters; que este mismo Jürgen protagonice, junto a Nora, un final casi digno de Blade Runner con la muerte de otro miembro de la Stasi, Walden, es la deuda habida con la literatura, con esa combinación de thriller y novela histórica en que parece centrarse la narrativa de Francisco Galván. El autor nos prepara, de este modo, su siguiente entrega, una novela histórica centrada en la España de 1917, época difícil, muy parecida en ciertos aspectos a la actual. Es un autor que ahonda en las crisis.