Juana Landaburu
Nada es lo que parece en Filipinas, constante estampa abigarrada de color y bullicio. Empezando por el idioma que se habla, un juego lingüístico que se desliza entre el tagalo, un inglés acomodado y un español residual, lo poco que permitieron los estadounidenses después de pasar su apisonadora a principios del siglo XX. Esta fotografía la tomé en una barriada del centro de Manila.