Wislawa Szymborska: Siempre lecturas no obligatorias

1

Elvira Huelbes

lecturas_no_obligatorias
Cubierta del libro de Wislawa Szymborska.

Al principio, leí porque tenía curiosidad por lo que ponía en los titulares de las hojas de prensa que mi madre extendía en el suelo del pasillo de casa para que no le pisáramos lo fregado. Después, leí porque me distraía y más tarde, leí las lecturas obligatorias del colegio. Al crecer, leí para informarme y porque notaba que leer me cultivaba el huerto mental y el espiritual, transformando en oro lo que antes era hojalata. Pasó más tiempo para que leyera simplemente porque leer me proporcionaba placer. Bien, pues la lectura de Wislawa Szymborska responde exactamente a ese ejercicio.Siempre lecturas no obligatorias (2014) es el titulo del tercer volumen de las prosas reunidas de la poeta polaca, Premio Nobel de Literatura, 1996, publicado por Alfabia.

Confieso no haber leído hasta ahora a esta mujer de prosa cristalina y gran corazón, en parte, porque me resultaba imposible pronunciar su nombre. ¿Imposible? Pero si sólo hay que tomarse la molestia de intentarlo, por Dios. Vislava Simboska, ya está. ¿Por qué andaré siempre con absurdas excusas para no hacer algo que después resulta que me habría hecho feliz hacer? Bien empleado me está. Y lo digo para que más de una, y uno, se aplique el cuento.

Otro pretexto inconsciente, o casi, es el de que leer poesía me da pereza. No me pregunten por qué, no tengo ni remota idea. Me da pereza, a pesar de que fue la poesía española del Siglo de Oro la que iluminó las oscuras horas de mi primer desengaño amoroso. Que la poesía de Borges me sorprendió gratamente y que varios versos de Gil de Biedma me aclaran ciertos equívocos de la vida. A lo mejor la culpa la tiene cierto Día del Libro de los años del bachillerato en que me tocó leer en voz alta y frente a un público que llenaba la plaza toledana de Gustavo Adolfo Bécquer, los versos de la Noche oscura del alma y otros –qué cruz- de A buen juez mejor testigo. Pero, ¿en qué andábamos?

Este libro reúne unos artículos breves en los que Wislawa Szymorska da cuenta de los libros que va leyendo, con un ánimo crítico y esclarecedor de su propia experiencia. En él se aprende mucho de cuanto se desconoce de la literatura polaca y no sólo de ella. Su radio de acción es inmenso, desde los poetas más venerados, a lo que ella trata como bagatelas polacas, que dan pistas sobre la intrahistoria del país o de cómo un historiador se pone a la tarea en la biblioteca y siente pena por tener que dejar en la orilla asuntos y personajes que no vienen al caso de su investigación pero bien pueden componer un libro por su cuenta (Sensaciones añejas, Roman Kaleta).

Su conciencia de unidad con los seres vivos le lleva a escribir encendidos artículos en los que se atisba la admiración que siente por la naturaleza. Pero, cuando ha de denunciar, lo hace con un punto de ironía que me parece ver en otros escritores polacos, como Witold Gombrowicz o Czeslaw Milosz, aunque sin la carga pesimista del primero.

De hecho, es difícil encontrar pesimismo en Wislawa Szymborska, como mucho, una doble ración irónica o una impasibilidad budista con cierta retranca. Como ella misma admite, a veces la "invaden las ganas de ser traviesa", especialmente si se trata de adjudicar a conocidos escritores el oficio que le sugiere su aspecto. "Balzac parece un posadero; Joyce, el contable de una funeraria; Eliot, el director de una clínica psiquiátrica; y Heinrich Mann, un farmacéutico que ha decidido envenenar a toda la población".

Otra muestra de su humor la da el comentario que, en 1977, hace de un libro de recetas de cocina oriental, escrito por Ewa M. Szczesna: "Desconozco los tortuosos caminos por donde ha pasado el texto, pero… me imagino lo siguiente: el primer redactor por el que pasó el texto era una persona impresionable y debió de sentir náuseas al leerlo. Así que comenzó a tachar todas las frases en las que aparecían perros, monos, pequeños roedores, nidos de pájaros, reptiles, anfibios e insectos". Concluyendo que el último redactor, "un optimista constructivista" sustituyó ingredientes difíciles de encontrar en los mercados polacos por otros más a mano, con lo que el libro "se encuentra suspendido en el vacío de la lectura, dicho sea de paso, como el resto de libros que colocan nabos donde no los hay". Atizando un mandoble a la literatura sobrante. De paso.

Guiños de lectora contumaz, en una traducción estupenda de Manel Bellmunt, que no afecta al fino uso del idioma de la escritora, cuya poesía, según su traductora, Krystyna Rodowska, pierde mucho al ser traducida, debido a la vibración emocional e intelectual de su lenguaje. Con todo, el humor compensado con la ironía delicada convierte a su lectura, en un ejercicio estimulante de atención a la realidad que nos circunda, por pequeña que sea la cosa en sí. Como botón, una pequeña muestra.

Prospecto

 “Soy un tranquilizante
Funciono en casa,
Soy eficaz en la oficina,
Me siento en los exámenes
Comparezco ante los tribunales,
Pego cuidadosamente las tazas rotas.
[…]
Sé qué hacer con la desgracia
Cómo sobrellevar una mala noticia
Disminuir la injusticia
Iluminar la ausencia de Dios.
Escoger un sombrero de luto que quede bien con una cara.
A qué esperas
Confía en la piedad química”

Leave A Reply