Lauren Bacall, el último mito de Hollywood

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Fotograma de Lauren Bacall en Tener o no tener.
Fotograma de Lauren Bacall en Tener o no tener, del año 1944, en la que estuvo dirigida por Howark Hawks.

Parece que Lauren Bacall ha sido la última de aquellas representantes del star system que es lo que más se ha acercado el cine, arte mecánico por excelencia, al antiguo pasmo mítico. Lauren Bacall ha muerto a los 89 años, empezó a los 18 años en el cine y por eso nos parecía casi inmortal, y también por eso mismo, por su dilatada carrera, todos los medios se refieran a ella, este día de su muerte, como a la última diosa del celuloide, que de hecho es un tópico pero no por serlo es más falso. Lo cierto es que el mito ha muerto y de paso ha dejado a las jóvenes estrellas del cine, que ahora son actrices nada más, todo eso del glamour, que es categoría menor.

Ha muerto Lauren Bacall y para la gente de mi generación, como para los hermanos mayores fue Marilyn Monroe, representó una de esas mujeres del cine, figuras fantasmagóricas que resaltaba el blanco y negro, que poblaban el imaginario erótico de una juventud. Erótico y algo más, pues por la calle uno se encontraba mujeres reales de carne y hueso de aspecto esplendoroso, pero precisamente el defecto de ellas era el de su propia entidad real, mientras la Bacall pertenecía al reino de los sueños, ya digo, que potencia el blanco y negro.

Nos sabíamos sus gestos, esos labios lo suficientemente gruesos para ser promesa erótica, el modo de sostener el cigarrillo y colocarlo de tal manera que su partenaire masculino, solía ser Humphrey Bogart, lo encendía en un ballet de cortejo tabaquero de enorme valía pues pocas veces el gesto del cortejo ha sido tan bien representado como en ese ballet de cigarrillos y mecheros que en primer plano daban paso a la consabida canción que ella interpretaba acompañada siempre de pianista en la sombra.

Ha muerto al día siguiente que Robin Williams, un curioso actor cómico de extraño talento y registro. Ha muerto al día siguiente, como si quisiese quitar protagonismo a uno de los grandes de las nuevas generaciones de actores en su domicilio de Nueva York, a los 89 años, una edad en la que muchos viejos norteamericanos mueren, pero ella, ya digo que comenzó muy joven, parecía que estaba allí, es decir, aquí, entre nosotros, desde siempre. Y esa sensación se agrandaba porque nunca dejó de trabajar, ya en papeles secundarios y en el teatro, no era raro encontrarla realizando papeles en obras de Broadway, incluso haciendo de asesina poco fiable, como la película que vi ayer en la televisión, Cita con la muerte, basada en una novela de Agatha Christie, donde un divertido Peter Ustinov la acusaba de haber asesinado a una dama, vestida de árabe. Ella interpretaba a una aristócrata británica e hizo decir a Poirot-Ustinov: "Estoy acostumbrado a los malos modales de la clase alta británica, que ellos disfrazan de extravagancia".

Se llamaba Betty Joan Perske y había nacido en Nueva York, en el Bronx, de una familia judía. Quiso ser modelo y en 1944, con 19 años, debutó en la película de Howard Hawks, Tener o no tener. Aquello le cambió la vida porque se convirtió en actriz, no en cotizada modelo, y también porque allí se enamoró de un señor mayor que ella, que tenía ya la treintena, era el que le encendía los cigarrillos antes de que ella cantara. Se llamaba Humphrey Bogart, y fue otro actor mítico del Hollywood de aquellos años. Juntos, se convirtieron en una pareja irresistible, tanto que mientras medio Hollywood tembló cuando la caza de brujas, ellos protagonizaron sentadas sonadas protestando sobre esa situación. Unieron al imaginario de los sueños en blanco y negro una actitud moral irreprochable, y la gente se lo pagó con creces. Para la gente de mi generación él fue muchas cosas, detective, sobre todo, pero también el dueño de un bar en Marruecos que había luchado en la guerra civil española, y ella, en fin, era 'La Flaca', la dueña de una voz arrastrada con ciertas connotaciones sensuales que era la voz idónea para encender esos cigarrillos y aspirar la primera calada como si se tragara el mundo entero.

Lauren Bacall interpretó más de treinta películas, la mayoría con Bogart, y títulos como El sueño eterno, Cayo Largo, Callejón sangriento, Escrito sobre el viento... dieron cuerpo a ese mito dorado del Hollywood de los cuarenta y cincuenta, la edad espléndida de los estudios. Luego, cuando en 1957 un cáncer se llevó a Bogart, la actriz tuvo que luchar contra aquel trauma y con otro añadido, el comprobar que la sombra de su marido era alargada, muy alargada y compleja. Le costó 20 años salir de aquella tutela en las sombras, incluso inscrita en los sueños, y su trabajo como actriz de teatro le brindó una segunda resurrección cuando interpretó Cactus Flower. A partir de ahí le dio por las comedias musicales, no se olvide aquellas canciones que interpretaba fumando, e hizo algunas famosas en Broadway, como Woman of the Year y Applause, por los que ganó dos premios Tony, que son los Oscar del teatro.

Lauren Bacall jugó incluso con la edad, siendo muy consciente de que los años jugaban a su favor. De ahí que criticara a Nicole Kidman, quizá irritada por la sobrevaloración de esta actriz en la prensa, que la tildó de leyenda. Lo legendario, para Bacall, tenía que ver con la edad. En esto se nota que era una clásica y que pertenecía a una generación en que la juventud era una edad del hombre que duraba unos años, no la única. Era una mujer de antes de la era del rock, que mitificó a la juventud por ella misma.

Se nos ha ido Lauren Bacall. ¿Ido? Ayer mismo la vi interpretando a una asesina. Los mitos de Hollywood no mueren. Basta con proyectar una película.

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