Juan Ángel Juristo
La hija del Papa es el título de la primera novela escrita por Darío Fo y que saldrá a la venta en España este mes de septiembre, con el inicio del año literario, publicada por Siruela. En Italia se editó en abril y ha tenido desde entonces un gran éxito de público y buena acogida entre los críticos. No es su primera incursión en la narrativa pues ya en 2002 publicó El país de los murciélagos en Feltrinelli, pero fue escrita en colaboración con Franca Rame, la compañera de toda su vida y se trataba de un relato autobiográfico por lo que bien podemos achacar a esta Lucrecia Borgia la condición de primera novela.
De Dario Fo sólo se podía esperar que realizara una reivindicación de los Borgia, en especial de Lucrecia, que ha pasado a la historia como incestuosa, perversa, intrigante, sin escrúpulos, y que para el dramaturgo italiano fue una mujer ante todo inteligente y llena de sensibilidad. Lucrecia, nacida en Subiaco, cerca de Roma, era hija de Rodrigo Borgia, o Borja, que llegó a ser Papa entre 1492 y 1503 con el nombre de Alejandro VI. A partir de ese reinado pocas familias han sido más denostadas como los Borgia, y eso de tal manera que existe un mar de literatura, conformada a lo largo de los siglos donde es raro que este nombre no haya sido asociado al mal y a la perversidad, sobre todo porque nunca pudieron ocultar su empleo casi indiscriminado del veneno. Eran expertos.
Una mirada un poco atenta nos descubre que no es raro que Darío Fo se haya inclinado por la novela histórica. Gran desmontador de mitos y lugares comunes, algo que ha llevado a cabo de continuo en sus obras teatrales, era previsible que lanzara una mirada al pasado y se topara con que en Italia los Borgia son aún más legendarios que en España, de donde proceden, con esta denostada familia renacentista. Darío Fo ha escrito más de diez obras de teatro ambientadas en ese periodo y para escribir esta novela se ha documentado exhaustivamente, comparando textos, indagando en las fuentes y llegando a la conclusión de que la mayoría de las biografías de la hija ilegítima de Alejandro VI se basan en patrañas. Para Fo, Lucrecia fue víctima de la desinformación que sobre esta familia lanzaron los Sforza a los cuatro vientos, lo que convierte, y con razón, ese período en una saga familiar muy cercana a El Padrino, salvo por la inmensa cultura que esta familia supo poseer y transmitir.
De hecho Darío Fo no termina de cubrir ni siquiera a los Borgia con una capa de neutra gobernación, pero, aun reconociendo que eran implacables, despiadados y cínicos, en especial Alejandro VI y su hijo César, reivindica la cualidad de esa inmensa cultura y curiosidad en aras del progreso ya que un hombre como Alejandro supo rodearse de los genios de la época, y para recalcar eso Fo los compara con los políticos de hoy, igual de despiadados y cínicos, pero prácticamente analfabetos, por lo que el dramaturgo llega a justificar los logros de esta familia y así desear que gobernaran hoy, en vez de los lamentables personajes que nos acosan.
La desinformación en torno a Lucrecia, piensa Darío Fo, comenzó con su propio padre, que había tenido cuatro hijos ilegítimos con Vannozza Catanei y que luego tuvo otro con Giulia Farnese, de 14 años, cuando él contaba 58. Rodrigo era un calculador nato y empleó a sus hijos para hacer una política de alianzas matrimoniales digna de un hábil jugador de ajedrez. Fue apoyado por su hijo César, el futuro Príncipe loado por Maquiavelo: como se lleva mal con los Sforza, casó a Lucrecia con Giovanni, Duque de Pésaro, y cuando éste no le conviene, anula el matrimonio. Al fin y al cabo nadie como el Papa tenía esa facultad de anular alianzas y el Papa era él.
Fue entonces cuando los Sforza propagaron la leyenda de las relaciones incestuosas de Lucrecia con su padre, leyenda que, curiosamente, refrendó su hermano César, a saber con qué motivos. El caso es que Lucrecia siguió siendo moneda de cambio de las intrigas de su padre y, aunque Darío Fo piensa que las orgías de los Borgia se realizaban fuera del ámbito familiar, el trueque de prostitución no, y así Lucrecia pasó por el tálamo de Alfonso de Aragón y luego, claro, por el de Alfonso D´Este... de resultas de lo cual tuvo tres maridos, el segundo asesinado, muchos hijos y bastantes más abortos. Hasta aquí la crónica.
Pero toda historia tiene una redención, un lado distinto, oculto. Darío Fo reivindica a una Lucrecia que supo separarse de las intrigas de la familia, y como era lectora apasionada de San Bernardino y Santa Catalina, crea un convento revolucionario para la época basado más en la acción que en la oración y un Monte de Piedad en Ferrara, desde donde ayudó a los pobres, inmiscuyéndose incluso en el mundo de los encarcelados que en aquella época eran el eslabón perdido de la sociedad.
Lucrecia fue amante de Pietro Bembo, el primer humanista de su tiempo, al que fascinaban el arte, la poesía y el teatro. Darío Fo, pienso, se ha sentido por un momento imbuido de la personalidad de Bembo. El teatro, las bambalinas, la cultura, al fin y al cabo, les une... también cierto desprecio al poder. De ahí, creo, la fascinación por la personalidad de Lucrecia y su preocupación por reivindicarla. Este Otoño nos será dado leer una novela que ha encantado a media Italia.
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