Álvarez-Uría: “Las luchas de Bartolomé de las Casas son parte del patrimonio de la Humanidad”

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Fernando Alvarez-Uría
Fernando Álvarez-Uría, catedrático de Sociología de la Universidad Complutense. / ucm.es

El reconocimiento de la humanidad. España, Portugal y América Latina en la génesis de la modernidad (Ediciones Morata, 2015) es un brillante trabajo de investigación histórica, de Fernando Álvarez-Uría, en el que demuestra la importancia de los países del sur de Europa, muy particularmente España, en la modernización del pensamiento. El autor -doctor en Sociología por la Universidad de París VIII y catedrático de la Complutense- relata la sucesión de hechos que acabaron por dar preponderancia a la versión anglosajona en la manera de explicar el mundo.

Un libro de los de leer despacio por lo que tiene de revelador, así que cuartopoder.es se ha puesto en contacto con el profesor para que nos haga un buen espoiler que sirva de aperitivo a una lectura apasionante.

— Tu libro es un recorrido histórico sobre cómo una sociedad en la que era imposible no creer en Dios se transforma en otra en la que ser creyente de una religión es una opción más entre otras muchas posibilidades. ¿Cuándo el pensamiento dejó de ser teológico para modernizarse y humanizarse?

"Michel Foucault tuvo el acierto de percibir a través
de 'El Quijote' y
'Las meninas' una modernidad latina
"

— La tesis que yo defiendo es que la salida de la religión hacia sociedades tendencialmente secularizadas, laicas, se produjo a partir del descubrimiento de una categoría de pensamiento, la categoría de género humano, de humanidad, una categoría que permitía superar la división del mundo entre fieles e infieles, amigos y enemigos, bárbaros y civilizados. Paradójicamente, fue en el siglo XVI, en íntima relación con las navegaciones y el descubrimiento del Nuevo Mundo, cuando un colegio de pensamiento formado fundamentalmente por teólogos dominicos, entre los que destacaba Bartolomé de Las Casas, abrió el camino a la salida de la religión, al mundo moderno.

— Es muy inspirador el episodio que cuentas de las horas que Michel Foucault, antes de escribir Las palabras y las cosas, pasó sentado ante Las meninas, en El Prado. Señalas que fue el primero en apreciar la importancia de Cervantes y Velázquez en la formación del pensamiento moderno.

— Michel Foucault percibió muy bien que tanto El Quijote como Las meninas se mueven en sistemas de pensamiento que se alejan de lo que él mismo denominaba el pensamiento mágico-mítico propio de la episteme renacentista. Desgraciadamente, esta intuición, esta percepción de la innovación, en general, no sólo no fue asumida ni valorada por los historiadores, sino que algunos hispanistas con prestigio, como Pierre Vilar, arremetieron contra esta obra. Yo estoy de acuerdo con muchos críticos que reprocharon a Foucault el anuncio, en términos muy nietzscheanos, de la muerte del hombre, pero creo, sin embargo, que tuvo el acierto de percibir, a partir de esas dos grandes obras de Cervantes y de Velázquez, la existencia de una modernidad latina.

Portada de "El reconocimiento de la humanidad"
Portada del libro. / edmorata.es

— Sin embargo sociólogos muy influyentes, como Talcott Parsons  y Robert Merton, interpretaron esa transformación desde el punto de vista del protestantismo capitalista, lo que sigue vigente en Occidente. En tu libro se defiende que, en esa modernización, las navegaciones españolas y portuguesas, que establecieron lazos comerciales entre puntos muy distantes del planeta tierra, tuvieron una gran importancia.

— Mi libro avanza un poco a contracorriente, aunque cada vez son más los sociólogos que defienden que lo que Immanuel Wallerstein denominó el sistema mundo se fraguó en el siglo XVI, en íntima relación con las navegaciones de portugueses y españoles. Fue en ese momento cuando se gestó lo que el propio Wallerstein denomina el universalismo europeo. Yo comparto su tesis de que tenemos que avanzar hacia un universalismo universal, pero para ello tenemos que elaborar la historia de las luchas por la emancipación, por la libertad, y diferenciar entre capitalismo y modernidad. La génesis del mundo moderno no reposa en el capitalismo, sino en asumir que la humanidad es una. El reconocimiento de una común humanidad, que engloba a todos los seres humanos, sin distinción de edades, sexos, razas y condición social, mina desde sus raíces la lógica misma del capitalismo, que consiste en convertir a los seres humanos en cosas, en objetos de usar y tirar. La categoría universal, internacional, transnacional, de género humano, opera así como contrapoder del capitalismo.

— La omisión de Charles Taylor, Marcel Gauchet, y otros estudiosos del proceso de secularización, de la modernidad del sur, ¿se debe a ignorancia o a cierto desdén por el mundo latino?

— Creo que se debe a que la tesis de una modernidad protestante sigue siendo dominante en el mundo académico. Los usos de la historia, vinculados a la hegemonía del norte sobre el sur, hacen que se perciban a los países del sur, y por extensión a América Latina, frente a la América del norte, a partir de una visión “miserabilista”. Por otra parte conceptos elaborados por algunos historiadores importantes, como por ejemplo el de erasmismo español de Marcel Bataillon impidieron percibir las innovaciones categoriales que se produjeron en el interior del Imperio portugués y el Imperio español. Tampoco ayudó subsumir a la Escuela de Salamanca en el tomismo, es decir, en el medievalismo. He tratado de hacer un trabajo minucioso de sociología del conocimiento para poner de manifiesto los procesos intelectuales y sociales de gestación de esa modernidad del sur.

— Hasta Bartolomé de las Casas y la Escuela de Salamanca, pervivía la visión tomista de fieles e infieles, cristianos y paganos. Cuando los dominicos en el siglo XVI pasaron a sostener que el género humano incluye a “todo el orbe”, sin excepciones, se produce un paso de gigante. Y ese “reconocimiento de la humanidad” que le quitó protagonismo al Papa, también negó “la propiedad” de la corona española sobre las tierras de conquista americanas. ¿Al minar las bases del Imperio español los dominicos no favorecieron la preponderancia del fundamentalismo protestante como motor mundial del progreso?

"Tenemos que avanzar hacia
la laicidad, el republicanismo
y el pacifismo
"

— La Escuela de Salamanca fue “derrotada” a través del proceso contra el arzobispo de Toledo, el proceso contra Bartolomé Carranza. Se impuso en todo el Imperio una férrea policía de la fe, de modo que la modernidad en los países latinos únicamente encontró posibilidades de expresión a través de la literatura y el arte. Sin embargo, el pensamiento racional y científico se vio amordazado de modo que a través de judíos conversos y heterodoxos, países donde imperaba la tolerancia, como Holanda, retomaron el testigo de la modernidad. Me parece que no tiene interés enfrentar a una modernidad del sur con la modernidad protestante, sino analizar sus límites y posibilidades de modo que podamos avanzar hoy hace el universalismo universal del que hablábamos antes.

— ¿Se podría decir que, paradójicamente, al anticiparse tanto a su tiempo, la Escuela de Salamanca produjo la marginación de España y de América en el concierto mundial? ¿Cuál es la conclusión que sacas de esta investigación?

— Yo no creo que ningún pensamiento se anticipe a su tiempo. Surgió entonces, como si se tratase de una estrella danzarina, un derecho de humanidad y un pensamiento anti-imperialista que hoy nos sirve de apoyo para hacer frente a las atrocidades del mundo. Estamos lejos, por ejemplo, de haber erradicado de la faz de la tierra la pena de muerte. Las conquistas categoriales y las luchas emprendidas por Las Casas y otros forman parte activa del patrimonio de la humanidad. En el libro defiendo que el triunfo de Trento y de la Inquisición, el triunfo de la intolerancia frente a la Escuela de Salamanca, desembocaron en el jesuitismo. Los jesuitas representan bien una modernidad bloqueada, barroca, que fluctúa entre lo natural y lo sobrenatural. Se produjo entonces una alianza entre la corona, la iglesia y los poderes militares, se conformó en suma una especie de élite del poder que ha marcado para mal la historia de los países hispanos. Creo que tratar de objetivar las barreras que nos impiden adentrarnos en la modernidad, en el desencantamiento del mundo, constituye el primer paso para superar los obstáculos que nos atenazan. Tenemos que avanzar hacia la laicidad, el republicanismo y el pacifismo, es decir, profundizar en la formación de instituciones justas a partir de los valores democráticos.

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