La Feria del Libro de Madrid cierra con un optimismo voluntarioso

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La Feria del Libro de Madrid cierra con casi 8 millones de euros en ventas. / Víctor Lerena (Efe)

Ayer domingo cerró la Feria del Libro de Madrid con una rueda de prensa donde se dio cuenta de los resultados de la misma y se analizó el futuro del sector. Siguiendo la tradición, como todos los años, en ese análisis la sensación que quedó es agridulce, y doy fe de ello porque me he tragado más de veinte Ferias en varias de sus modalidades, dando charlas, intentando firmar libros e informando de lo que sucede en esas dos semanas donde, si hace buen tiempo, el Paseo de Coches semeja Benidorm en agosto, y si llueve, otro clásico, parece estar uno en una ciudad devastada. Cuando semeja Benidorm el despistado suele pensar que se están vendiendo muchos libros pero una ojeada a las bolsas impresas por la Feria donde se depositan los libros que se venden dan fe del error: son muchos los visitantes y pocos los compradores.

Este año Teodoro Sacristán, director de la Feria, ha dado las cifras de la esperanza: aumentaron un 6,1 % respecto a las del año anterior, casi 8.000.000 de euros y muy por encima, así, de los resultados del último Sant Jordi, este 23 de abril, cuyas ventas aumentaron un 4% respecto a las del evento anterior, lo que en principio vendría a confirmar el optimismo de los expositores cuando comenzó la Feria, haciendo honor al cartel de la flecha atravesando, Teresa lectora, el corazón de una visitante y que en realidad ha sido el emblema triunfador de la Feria. Tamaño optimismo se vio matizado, sin embargo, por Pilar Gallego, presidenta de la CEGAL (Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros), que pidió una implicación mayor en el desarrollo del mundo de la edición, porque las cifras de lectura en España son parcas. Sacristán, por ejemplo, dijo que el 63% de la población se declara lectora pero que sólo compran libros de manera asidua un 30%. Cada cual ve la Feria según le va, pero creo que las cifras de lectores dadas por Sacristán, si pecan, es de excesivo optimismo. No en lo que respecta a los datos que facilitó del cierre de librerías, 912 el año pasado, dos diarias, de las que se han abierto nuevas, 226, por lo que número total de las mismas en toda España es de 3.650.

Esta cifra es preocupante porque desmiente el optimismo que ve en los índices de compra de libros en Sant Jordi y en la Feria una recuperación real del sector. ¿Cómo se conjuga esto? Es de temer que el lector de libros no habitual, es decir, el que compra de vez en cuando alguno, vea en Sant Jordi y la Feria los momentos de hacerse con la novela de la Maria Dueñas de turno, o, incluso, de regalar a algún familiar que sabe lector, la última de Javier Marias, Luís Landero, Almudena Grandes o Donna León, autoras que han firmado libros electrónicos a través de vídeos, no sé nada más de estos artilugios salvo que se puede hacer, con lo que el problema real del libro no se arregla, aunque sí el de la subsistencia de la Feria o Sant Jordi, convirtiéndose estos dos eventos en islotes de compra de libros en un sector que languidece.

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Uno de las casetas de la Feria del Libro de Madrid. / Fernando Alvarado (Efe)

A la gente le gusta, desde que el ágora es ágora, juntarse para trapichear, comprar y oír y beber. La Feria del Libro de Madrid, en este sentido, es única. No se parece en nada a las demás Ferias del Libro habidas en América y Europa, que están más dirigidas al sector profesional, y aquí uno compra un libro y su autor favorito se lo firma, puede ver a un montón de famosos juntos, así Sánchez Dragó al lado de Bono, algo que no sucede ni en las tertulias de la Sexta, conocer a algún autor extranjero, preferentemente de novela negra, como Philip Kerr, que ambienta sus thrillers en la Alemania nazi y que este año vino a firmar a la Feria por vez primera y se mostró encantado ante tanto jolgorio, o, sobre todo si uno tiene niños, esperar horas a que Ibáñez firme un ejemplar de su último Mortadelo, El contable, dedicado a Bárcenas, por mucho que él mire a otro lado cuando se le pregunta. La verdad es que este esforzado dibujante, tímido leal, genialoide, es desde hace años el protagonista oculto de la Feria y las colas que ocasiona son tremendas, ya que hay que tener en cuenta que en cada dedicatoria hace un dibujo, un mortadelo, una arañita, y cada uno de esos dibujos es distinto. El público se lo agradece comprando uno de los pocos cómics que les hablan de lo que ocurre en España gracias a esos dos agentes de la TIA, que son ya de la familia. La gente, que premia a quien les quiere.

Y luego, los homenajes, que llenan los tres o cuatro espacios reservados a los mismos. Allí se puede uno encontrar al gran Daniel Mordzinski, el fotógrafo de los escritores y que perdió su archivo de miles de fotos de ellos, que guardaba en el diario Le Monde, cuando un empleado tiró los negativos a la basura, recordando la primera foto que le hizo a Borges, o a Javier Lostalé y Jenaro Talens, homenajeando a Dámaso Alonso, del que se han publicado sus Poesías Completas, o Jordi Doce llevando a un montón de jóvenes poetas a recordar a José Ángel Valente, aunque este año el homenaje ha tenido nombre de mujer: Teresa de Ávila, claro, pero también Carmiña Martín Gaite o Ana María Matute, gran asidua de la Feria.

Y luego, las firmas. Los de siempre, María Dueñas, Almudena Grandes, Pérez Reverte, Luís Landero, Lorenzo Silva, y la ausencia de Mario Vargas Llosa, que bastante tiene... en fin, el secreto de la Feria es éste, el que es una feria y se bebe y se ve a amigos y a famosos y, de paso, se compra uno un libro. ¿Les extraña el que vaya cada vez remontando más? El problema no es junio, es el resto del año.

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