Cervantes, el mito desvelado

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Imagen de la exposición 'Miguel de Cervantes: de la vida al mito' que se puede visitar en la Biblioteca Nacional hasta mayo. / Foto: Biblioteca Nacional de España.

Nunca fuimos grandes expertos en marketing cultural. La razón puede estribar en que la indiferencia y la desidia de los poderes públicos ante la cultura tiene su origen en que fuimos un país que fabricaba heterodoxos como ninguna otra nación del momento. Pero lo terrible no es eso, que explica el pasado, sino la actitud del presente, persistente como pocas: mientras estamos ahítos de ver representar obras de Shakespeare por compañías españolas, celebramos el centenario de nuestro escritor más conocido como estaba previsto, con actos sin músculo, un tanto raquíticos y realizados las más de las veces sin convicción, como si estuviéramos obligados, como si no hubiera más remedio... Como contraste, la biografía de Shakespeare recién editada entre nosotros, El espejo de un hombre, de Stephen Greenblatt, Debolsillo, muestra idónea de ejercicio de divulgación de alto nivel. 

De ahí que la exposición que se inauguró esta semana en la Biblioteca Nacional (BN) junto a Acción Cultural Española, Miguel de Cervantes: de la vida al mito, y que estará en las salas de la BN hasta mayo, tenga una enorme importancia, pues es la muestra sobre Cervantes más ambiciosa realizada hasta la fecha, como bien recalcó José Manuel Lucía Megías, comisario de la misma, y que se encargó de actualizar el legado de nuestro escritor cuando afirmó que la razón de ser de esta exposición residía en mostrar al público una obra que quiere construir un mundo más justo e igualitario para el hombre.

En la presentación, el filósofo Javier Gomá, asesor de la muestra, dio en el clavo, en lo referente a que Cervantes había sido engullido por su personaje, Don Quijote, cual Saturno devorando a sus hijos. Hay que decir que este tipo de situaciones es algo consustancial a los narradores y dramaturgos de genio, ah, los trágicos griegos, hacedores de mitos. Pero mientras asimilamos que Madame Bovary, Fausto, Falstaff, Hamlet, Alonso Quijano, Anna Karenina, vivirán en cotas más altas que sus creadores, no estaría de más que rindiésemos obligado homenaje a éstos.

Cervantes es probable que fuera el que mejor ayudó a parir esa criatura llamada Quijote, pero sólo por eso merece nuestro enorme interés, algo que esta exposición cumple con creces y con una voluntad de despejar algunas leyendas falsas sobre nuestro autor. Se agradece.

La muestra reúne 210 piezas entre manuscritos, libros, cuadros y esculturas, y la parte grande del león se la llevan los fondos de la Biblioteca Nacional, aunque hay enormes aportaciones, como las del British Museum, porque no deberíamos olvidar que el legado cervantino ha cumplido sus mejores cotas en la literatura británica, desde la novela del siglo XVIII hasta el Club Picwick de Dickens pasando por Sherlock Holmes y el doctor Watson. Era aportación obligada, casi esperada. Como si Cervantes y Shakespeare se unieran por vías que poco o nada tienen que ver con aquella fantasía literaria de Anthony Burgess, que estaba obsesionado con hacerlos coincidir en el Valladolid de la época.

Estas piezas están divididas en tres apartados: la de su vida, donde se muestran los manuscritos más preciados, entre los que destacaríamos la partida de bautismo de la iglesia de Santa María la Mayor, en la que se dice nació el 29 de setiembre de 1547, custodiada por el Ayuntamiento de Alcalá de Henares, y el acta de entierro en el Convento de las Trinitarias el 23 de abril de 1616; el del personaje, y aquí cabría hacer referencias a las primeras ediciones de sus obras y, finalmente, el mito, claro está, póstumo, donde se muestran cuadros, libros, esculturas... entre éstas a destacar el vaciado en bronce que realizó Lorenzo Caullaut Varela para la estatua de Cervantes del conjunto dedicado al monumento al Quijote que se halla en la Plaza de España madrileña.

Merece la pena contemplar los manuscritos referentes a su persona: aquellos en que se postula para un cargo en las Américas, lugar al que Cervantes siempre quiso ir, como sinónimo de libertad, ni que decir tiene que no lo consiguió; aquellos que recogen los contratos de sus obras narrativas, al igual que los de las piezas de teatro representadas en los corrales de comedias y, desde luego, manuscritos con sus poemas de juventud, lo que deseó siempre, ser un gran poeta: se tuvo que contentar con ser el autor de la primera novela moderna.

Un busto parlante da la bienvenida al visitante de la muestra; una exposición importante que quiere ser desfacedora de mitos, como aquel que lo ha contemplado como héroe de Lepanto, cuando sólo fue un recluta bisoño y sin experiencia metido en la Santa Liga. Se aportan otros, estupendos, como Información de Argel, que nos presenta a un Cervantes donde el personaje predomina sobre la persona, donde éste se presenta como un viajero incansable en busca de un puesto en la corte de Felipe II que nunca pudo obtener. Se conformó con ser cobrador de impuestos.

Como colofón, y contraste, me gustaría dar cuenta de una casa construida en 1916, y sita en el Paseo de las Acacias, cerca del Puente de Toledo, en Madrid, donde la fachada está cubierta de azulejos con alusiones a todos los capítulos del Quijote. Una vez más, el personaje triunfando sobre su creador.

De ahí que no esté de más incidir en la importancia de esta exposición de la BN. El creador también está ahí y si no de mitificación, sí puede ser sujeto de estudio, de admiración.

Cervantes, nuestro contemporáneo.

1 Comment
  1. paco otero says

    cierto … y bien puede tener algo de realidad, ese comentario que sigue corriendo por ciertos ambientes, de que, «quien mejor han promocionado y vendido parte de nuestra cultura(al menos pictórica)han sido los franceses»

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