Las locas andanzas de Jerry Lee Lewis

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Jerry Lee Lewis durante una actuación en Menphis en 2011. / Larry Philpot (Wikimedia)
Jerry Lee Lewis durante una actuación en Memphis en 2011. / Larry Philpot (Wikimedia)

En 1982, el escritor Nick Toshes, un neoyorkino nacido en Newark, publicó Fuego eterno. La historia de Jerry Lee Lewis, una documentada biografía que relataba a la perfección la truculenta vida del rockero más extravagante de su época. En poco tiempo este relato se convirtió en legendario ya que para muchos era la biografía mejor escrita sobre un músico de rock and roll, algo con lo que nunca soñó su autor, creador de libros como Yo, Tiberio y el diablo; El manuscrito de Dante o Trinidades y de ensayos como El diablo y Sonny Liston o Las raíces del twist en el rock and roll. Toshes, que era especialista en rock, en sexo, en drogas y en aliar éstas con el diablo, era el escritor idóneo para enfrentarse al mito de Jerry Lee Lewis. Lo consiguió y el libro se ha convertido ya en un clásico. En España lo ha publicado recientemente Contra, incorporando el prólogo de Greil Marcus, quien afirmó de este libro que tarde o temprano sería considerado un clásico de la literatura norteamericana, lo que otorga a esta publicación el carácter de acontecimiento para la bibliografía del rock en español, no muy sobrada en estos tiempos desde que desapareció aquella colección de Cátedra dedicada a la música moderna, con especial dedicación al rock y al pop. 

La cosa bíblica no es broma tratándose de Jerry Lee Lewis. Como si fuera una versión moderna del Ahab de Moby Dick, el músico siempre creyó, criado en una familia de estricta vocación hacia la culpa, que su vida se debatiría siempre entre el cielo y el infierno y la lucha entre ambos, aunque en una reciente entrevista, ya con 80 años, estaba persuadido de que no iría al Cielo: ¿recordaría, en ese momento, que le disparó a su bajista en 1976, que dos de sus ex-mujeres desaparecieron en circunstancias no aclaradas, que a Chuck Berry le quemó el piano? No sabemos, pero Toshes, que cree que Jerry Lee Lewis es un músico apocalíptico, sabe que éste se crece ante el conflicto y que según se adentraba en la música se iba volviendo un títere que basculaba entre el tirón del Demonio y la gracia del Espíritu Santo.

jerry lee lewis
Portada de la biografía de Jerry Lee Lewis escrita por Nick Tosches.

Toshes analiza con agudeza la animosidad que sentía Jerry Lee Lewis por Elvis Presley. Parece ser que aspiraba a ser el rey del rock, pero rey sólo había uno y habitaba en Graceland. Así que tuvo que conformarse con ser el virrey, cosa que llevaba mal. Elvis, generoso, siempre lo trató bien, quizá pensando con razón que a él nadie lo destronaba, pero Jerry Lee Lewis, cuando era invitado a Graceland, siempre iba forrado de alcohol y drogas y con un revólver en la mano. Para acojonar o simplemente para tocar las narices, da igual, el caso es que se portó como un cerdo cuando Elvis murió declarando que se alegraba de su muerte porque en realidad lo único que había hecho Elvis era ganar una enorme cantidad de dinero para meterse unas drogas muy caras a las que él nunca pudo acceder.

Jerry Lee Lewis y su lado duro, desagradable, su aire de rockero indomable. Indomable, sobre todo, como ese mundo rural, paleto, sombrío, esquizoide, que el cine ha descrito con justeza, así, Malas tierras. Un mundo rural que gusta del country, claro, pero que se decanta de manera natural hacia el rock mientras mira de reojo el pop. Un mundo lleno de supersticiones y supersticiosos. También de alcohólicos sin remisión posible y aquí los Lewis, desde el bisabuelo, tenían leyendas a cual más épicas. Entre su madre, medio loca y su padre, que fabricaba whisky de manera ilegal, se desarrolló la vida de Jerry Lee. La verdad, si quieren una correspondencia literaria inmejorable, leyendo estas páginas dedicadas al músico, me recordaba a un personaje sacado de los Snoopes, de William Faulkner. Pura Luisiana, puros blancos con ribetes psicopáticos a lo Dostoievski. Pero, en el caso que nos ocupa, redimido por el talento. Pero nada más.

A pesar de estos antecedentes, Jerry Lee Lewis se comportaba como un negro. Cuando aullaba, aquellos blancos de las tabernas pensaban que se las tenían que ver con un negro. Era cierto. El músico, a fuerza de observar, les había sacado el alma a los viejos negros cantantes de blues. Los sacó ya desde su primer disco, en 1954.

Para Toshes la canción que le lanzó, amén de aquel disco, fue Whole lotta Shakin´Going On, casi tanto como la que todo el mundo se sabe de él: Great balls of fire. Para eso está la película del mismo título. Pero Toshes, que parece contagiarse del espíritu bíblico de la cosa, llega a decir de la canción: “Con esa canción levantó una leyenda más oscura, más grande y más mala que cualquier otra, cuyos oscuros rescoldos errantes harían llorar a los ojos del mismísimo Espíritu Santo antes de caer, posarse y hundirse”. Buena frase, excelente retórica bíblica, pero que en Jerry Lee Lewis era carne.

Y tanto. Mientras se liaba con anfetas, se casó a los 17 años por segunda vez... sin que su primera mujer lo supiera. A esa bigamia habría que sumar el matrimonio con su prima Myra Gale Brown, que tenía 13 años, siguiendo la costumbre de su pueblo. No olvidemos que Edgar Allan Poe incurrió en lo mismo.

Y así podemos seguir y seguir... En fin, un mito que Toshes retrata con talento y con vocación de mitificarlo más si cabe. El libro es duro como un escalpelo pero lírico al modo heavy, que en definitiva es a un duro a quien describe. Una gran biografía y, lo que es más, una buena obra literaria.

The Killer. Siempre.

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