Navegando en el corazón de Birmania

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Ofelia de Pablo y Javier Zurita (Texto y fotos ©)

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El río Irrawaddy, Birmania, desde el crucero Road to Mandalay.

El leve susurro del agua nos despierta al acariciar la cubierta del barco mientras navegamos rumbo a Mandalay. A través de la ventana del camarote se filtra el sonido de los monjes rezando en un templo cercano. Hoy su canto se mezcla con el ascenso de un inmenso sol mientras los pescadores extienden sus redes en busca de los peces que servirán para elaborar el desayuno local: mohinga. Las plegarias parecen posarse en cada una de las cúpulas que se divisan mientras la suave brisa trae hasta nosotros el aroma de los tamarindos. Estamos navegando por ‘el río de la fe’, el Irrawaddy, de la mano del singular Road to Mandalay, un hermoso barco de principios de siglo, perfectamente remodelado, que nos desliza lentamente por unas aguas de color chocolate hasta el alma del reino colonial birmano: Mandalay.

El amable Irrawaddy, llamado oficialmente Ayeyarwady, vertebra el país dividiendo el Reino de Birmania en dos. Sus aguas acogen el espíritu de sus gentes en un eterno romance: son su alimento, les dan de beber y en ellas viajan por todo el país. ‘El río que trae bendiciones al pueblo’, como algunos traducen su nombre, se convierte en una auténtica prueba de fe cuando llega la estación seca. Las aguas bajan de nivel, las orillas se resquebrajan y cuando un sol de justicia parece que va a extinguirlo, al Irrawaddy llega el monzón y la vida vuelve al río. Los campos se colman de agua, de peces y de suelo fértil, su amado río nunca les falla.

El Road to Mandalay no sólo es un medio de transporte sino una forma de viajar. Recorre, tan pausado como el río, los 1.200 kilómetros que le separan de nuestro destino, se deleita en saborear sus rincones y nos ofrece tiempo para aprender de una tierra que nos regala sus colores más auténticos desde la cubierta. Estas son las aguas que inspiraron a tantos escritores y nos traen el recuerdo del británico George Orwell que tanto amó y odió estas tierras. Las horas abordo invitan a releer fragmentos de su célebre libro 1984, donde retrataba a la perfección lo que luego ha sido el totalitario régimen birmano gobernado por un ejército de hierro.

Las horas y los días se van difuminando al ritmo de los pastores con sus ovejas junto al río, las cabañas y el paso de los pequeños botes de pescadores hasta que de pronto el barco atraviesa bajo uno de los nuevos puentes de hierro que anuncian la entrada en Mandalay. Los evocadores versos de Rudyard Kipling en su poema Road to Mandalay nos dan la bienvenida al último de los enclaves reales de Birmania.

Mientras los templos y monasterios que jalonan las colonias de Mandalay nos reciben desde cubierta, las palabras del poeta inglés se cuelan en nuestra cabeza evocando los nombres de aquellos lugares que la Junta Militar volatilizó al llegar al poder. Los militares comenzaron su gobierno cambiando los nombres a casi todo lo existente, de ahí la confusión entre Myanmar, el nuevo nombre oficial, y Birmania, el que muchos birmanos prefieren mantener como protesta ante la falta de libertad. Ellos siguen llamando a su país Birmania y a su río, Irrawady y su sonrisa sigue habitando en sus rostros al pronunciar estas palabras porque hasta ahora eran su secreta lucha contra el régimen. Hoy ya pueden pronunciarlo sin temor a ser encarcelados.

Dónde: Hoy nuestra habitación está en el barco Road to Mandalay de la compañía Belmond.

Cómo llegar: Iberia vuela a Bangkok desde 564€ ida y vuelta. Desde Bangkok, Jetstar ofrece vuelos directos a Rangún, la capital de Birmania.

Más información: La guía Lonely Planet sobre Myanmar (Birmania) ofrece una completa información.

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