Luisgé Martín: «La religión tiene una relación insidiosa con la sexualidad»

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El novelista Luisgé Martín. / Efe

El amor del revés (Anagrama), la última novela de Luisgé Martín, una de las narraciones que más está dando de hablar en este inicio de temporada, se estructura como una obra de ficción confesional donde apenas están veladas las referencias autobiográficas. Es un libro donde se pasa del infierno de la negación de la homosexualidad a la asunción plena del goce y la luminosidad que otorga el amor. La narración posee grandes cualidades y destaca entre ellas la brutal sinceridad y la honestidad consiguiente con que está escrita. Es cierto que André Gide dijo que la mala literatura estaba llena de buenas intenciones, pero El amor del revés carece de ellas desde un punto de vista literario. Es, sencillamente, una buena novela con un tema de fondo que causa polémica a estas alturas aún.

En la entrevista que hemos mantenido con el autor con motivo de la publicación del libro, Luisgé Martín desvela el origen de la narración y los motivos que le llevaron a escribirlo, reflexiona sobre los aspectos más positivos de la lucha de los movimientos gays y nos habla de algunos libros que le influyeron a la hora de enfrentarse con los demonios del pasado.

— Más que de una narración, ¿podría hablarse de un libro de confesiones, algo raro en nuestra tradición?

— Sin duda, es un libro de confesiones, aunque las herramientas que he empleado para entrar en el confesionario son las de la novela, que son las únicas con las que tengo alguna pericia. Me sorprende la falta de tradición importante en nuestra literatura, porque creo que es el ángulo desde el que el autor mejor puede explicar el mundo. Y todo el mundo, más o menos singular, tiene algo que confesar.

— ¿Qué antecedentes ha tenido en cuenta a la hora de escribir el libro? A mí se viene a la cabeza El cine de los sábados, de Terenci Moix, salvando distancias generacionales...

— Leí con gusto a Terenci Moix, pero hay dos referentes que he tenido más presentes en el comienzo de la escritura: El mal francés, de Lluís María Todó, en el que el autor mezclaba sus propios documentos de juventud con su mirada actual y El invitado amargo, de Vicente Molina Foix y Luis Cremades, una reconstrucción a pecho descubierto de un amor fracasado. Pero también me han resonado en la cabeza algunos diarios que, aunque no son exactamente el mismo género, comparten muchas de las armas del libro confesional. Y en especial recuerdo los de José Antonio Gabriel y Galán, publicados póstumamente y los de Laura Freixas, titulados Una vida subterránea. Había en ambos una sinceridad temeraria que me parece modélica e inspiradora.

— ¿La escritura de este libro, le ha servido para ver de otra manera sus otros libros anteriores?

— A mí probablemente no, pero El amor del revés es una llave que explica mi literatura anterior. Temática y estilísticamente. Algunas de las explicaciones ya las doy explícitamente yo, algunos episodios de La muerte de Tadzio o de Los amores confiados que sirven para ver el vínculo biográfico de los libros “inventados”. Pero sobre todo yo creo que hay una serie de temas que están en toda mi literatura y que a la luz de El amor del revés se vuelven más transparentes: la sexualidad morbosa, el amor romántico, la construcción de la identidad o la desolación del paso del tiempo. Yo ya sabía que todos esos asuntos hundían sus raíces en mi propia vida, pero ahora lo sabrán también los lectores.

"El episodio más terrible del libro
no son los sufrimientos de amor, desengaños o soledades, sino ver a ese niño tratando de convertirse en
otro, abominando
de sí mismo."

— Es interesante y terrible lo que cuenta de su homofobia y la terapia correctora en que se metió para exorcizar tendencia.

— Desde que ha aparecido el libro he comprobado que algunos de los más sorprendidos por él son homosexuales que vivieron su homosexualidad con una cierta libertad. No podían besarse por la calle, no podían decir en sus trabajos que les gustaban los hombres, se exponían a ser detenidos si les pillaban en un bar de ambiente y tenían que andar siempre disimulando, pero nunca se negaron a sí mismos. Nunca dudaron de que no estaban locos ni enfermos ni apestados. También les quedaron taras, aunque ellos no lo crean (la incapacidad de amar, en algunos casos, o el desarraigo social permanente), pero jamás sufrieron la humillación de tratar de cambiar lo más esencial de su corazón. Yo sí. Yo y millones de homosexuales de varias generaciones y de decenas de países. Y ese el triunfo verdadero de la represión. No es que te escondas de los demás: es que dejes de mirarte al espejo porque te des asco. Por eso es cierto que el episodio más terrible de El amor del revés no son los sufrimientos de amor, los desengaños o las diferentes soledades que se suceden en el libro, sino ver a ese niño tratando de convertirse en otro, abominando de sí mismo.

— Una de las muchas cualidades del libro es su falta de melodramatismo ante situaciones idóneas al mismo, la falta de narcisismo...

— Es un libro que sólo ha podido ser escrito desde la distancia de los años, cuando ya sólo quedan cicatrices de las que uno se olvida cotidianamente. El melodramatismo, que está contado pero no sentido, habría transformado El amor del revés en otra cosa mucho más laxa e inútil. La sobriedad, la frialdad incluso, eran necesarias para contar lo terrible con eficacia. Cuando las situaciones son exageradas, el autor debe entibiarlas con las palabras.

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Portada del libro. / Anagrama

— Habla de los colectivos gays como único lugar de refugio en aquellos días. ¿Qué opinión le merecen ciertas formas del colectivo que colegas como Álvaro Pombo han criticado, creo que con cierto buen tino?

— No comparto casi nada de lo que Álvaro Pombo opina de los colectivos gays y del movimiento gay. Cuando se dio la batalla por el matrimonio igualitario, él desplegó un discurso —en contra de él— que resultaba naif, de un romanticismo de perdedores más pasado de moda que los pantalones de campana. Pombo cree que los gays son y deben seguir siendo un grupo homogéneo de moralidades y visiones del mundo monolíticas y eso no tiene nada que ver con la realidad. A los gays nos une la lucha por la dignidad personal y por la supervivencia. Nada más. Fuera de eso, hay gays más parecidos a Miguel Ángel o a Proust y gays más parecidos a Charito 'la travesti'. Seguramente los colectivos gays, como todos los colectivos que están en la brecha y que atraviesan diferentes etapas históricas, han cometido errores, pero me preocuparía que fuera Álvaro Pombo quien se los enmendara.

— Del infierno al goce de la libertad y del sexo. De la oscuridad al mundo luminoso. Si se piensa, no deja de ser una suerte teniendo en cuenta que suele ser al revés...

— Bueno, volverá a ser al revés, como apunta el final del libro. La vejez acecha y siempre lo convierte todo, o casi todo, en oscuridad. Nada luminoso perdura. Yo creo que uno de los temas de El amor del revés es el de la juventud perdida, el de las cosas irrecuperables que se abandonan para siempre cuando no se tienen a la edad a la que deben tenerse.

— Es ya un tópico, pero no menos real. La religión como objeto de sufrimiento. En su libro la cosa es clara y, además, está descrito en términos justos, sin estridencias.

"Las cosas han empezado a cambiar para las mujeres y los gays cuando la Iglesia ha perdido influencia social."

— Casi todas las morales sociales (pero desde luego la española, que es la que a mí me ha tocado) están marcadas por la religión. Y la religión, por alguna razón que se me escapa, tiene una obsesión insidiosa con la sexualidad. Incluso un español laico está contaminado por esa manera religiosa de ver el mundo que desde hace siglos lleva delineando las reglas de nuestra convivencia. Las cosas han empezado a cambiar, para las mujeres y para los gays sobre todo, cuando la Iglesia ha perdido influencia social. Los obispos siguen diciendo las mismas barbaridades, pero en eso ya no les hacen caso ni los católicos practicantes. Ni siquiera les hace caso el Papa. En mi biografía, el peso de la religión fue decisivo y haber asistido once años a un colegio religioso me enseñó a ser anticlerical con argumentos. El catolicismo tridentino es preilustrado y tiene que ser expulsado de nuestra sociedad. La religiosidad es otra cosa. La religiosidad tiene que ver con la trascendencia, con la idea de Dios, con el perfeccionamiento personal, con la compasión. Y al protagonista de El amor del revés los curas le machacaron sin piedad.

— ¿Cúal cree que es ahora el mayor reto al que se enfrentan los colectivos gays?

— Yo creo que los colectivos gays son por pura definición entes políticos, reivindicativos y, a mi juicio, quedan dos aspectos en los que hay todavía mucho que hacer. El primero, la escuela. Hay que insistir en la educación para la ciudadanía, se llame como se llame. Hay que insistir en que, en los colegios, sea obligatorio enseñar que la diversidad sexual no es una cosa ideológicamente opinable, sino un derecho de dignidad democrática. El segundo asunto tiene que ver con la represión penal: la homofobia es una enfermedad de la sociedad y tiene que ser perseguida con leyes. Pegar a alguien porque es gay o echar a alguien de su trabajo porque es gay tiene que agravar la responsabilidad. No hay matices en estos asuntos. No hay transacciones posibles.

— En realidad el libro es una indagación sobre la necesidad del amor. ¿Podría ser nuestro único refugio?

— Yo defendí en mis primeros libros una idea romántica del amor. El amor como entrega absoluta, casi como destino personal. Había alguien que estaba en el mundo esperando a encontrarse conmigo y mi única tarea era encontrarme con él para que mi vida tuviera sentido. Luego fui cambiando de mirada y llegué a creer que se puede tener una felicidad sosegada desde la soledad. Pero en muchos momentos de mi vida me pregunto: “¿Qué sería de mí sin Axier, mi marido?” Y nunca hay una respuesta consoladora. Para mí el amor —menos histriónico y sublime, más terrenal— ha sido, en efecto, un refugio. O mejor aún: ha sido la salvación. Todos los caminos llevan a la muerte y lo único que nos hace creer que eso no es así es el amor.

1 Comment
  1. nonel says

    Eres muy valiente de decir eso en España y me solidarizo contigo.
    Cuando hablas de religión parece que solo te refieres a la católica.
    Serías capaz de publicarlo en Arabia Saudi, Iran, Emiratos Arabes, Yemen…?

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