Cuando Heidegger se fascinó por las manos de Hitler

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Imagen de 1960 de Martin Heidegger en su despacho. / Wikimedia
Imagen de 1960 de Martin Heidegger en su despacho. / Wikimedia

Recuerdo aún el revuelo que en los ochenta causó el libro de Víctor Farías Heidegger y el nazismo, donde el estudioso chileno del filósofo alemán se acercaba de manera crítica a las relaciones de éste con el movimiento nacionalsocialista. La pensadora Hannah Arendt, que fue discípula de Heidegger, vivió la fascinación que los alumnos del filósofo sentían por el maestro de manera harto intensa, llegando a convertirse en su amante, nunca disculpó los vínculos de éste pero sentía tal respeto intelectual por él, al contrario que T. W. Adorno –que calificó su filosofía como “jerga de la autenticidad”– llegó a comparar la actitud que podía haber tenido con Hitler con las relaciones que Platón estableció con el dictador Dionisio de Siracusa, nada menos.

Desde aquellas lejanas fechas de la soterrada comprensión de Arendt y el posterior libro de Farías, que muchos calificaron en su momento de oportunista, ha llovido mucho y la aportación de los vínculos de Heidegger con el nazismo no han hecho más que incrementarse y afinarse, además. Me hice en su momento con un ejemplar de los Cuadernos negros, que Trotta había publicado, nada más salir el libro. De esto hace dos años y se trataba de las notas nunca publicadas que Heidegger llevaba en unas libretas de color negro y donde muchos quisieron ver la prueba definitiva de la adhesión del filosofo al ideario nacionalsocialista. Siempre había sospechado que el problema de Heidegger con Hitler había sido el del acomodo del filósofo a las regalías que el régimen podía ofrecerle. En una palabra, Heidegger, creo, se vio por un momento como el pensador del movimiento, pero gente que no le quería ver, Goebbels no se fiaba ni de él ni de Jünger, hicieron que Heidegger se apartara cada vez más en una especie de retiro dorado en la provincia, que era lo suyo.

Esta sensación es la que me llevé tras la lectura de estos Cuadernos Negros y que no estaba en contradicción con la fascinación ridícula que el filósofo sentía por las manos del Führer, en las que el gran maestro de la Fenomenología, con permiso de su maestro Edmond Husserl, al que retiró la dedicatoria a éste en Ser y Tiempo por ser judío, las recomienda como una alta expresión estética –por suerte nosotros con Franco no tuvimos tales problemas de fascinación– recomendación que, al contrario que lo que yo pensaba, se remonta a 1931, cuando el filósofo comenzó a abrazar la causa del ideario debido a que pensaba que era la única ideología capaz de salvar la cultura occidental de la decadencia a la que le sometían judíos, comunistas y masones liberales.

Todo esto es cierto, tanto como que él fue, en su cántico de la provincia, uno de los aladiles ideólogicos de la unión de trabajo manual y cultura, que hicieron suya los camisas marrones de las SA y que luego fue un discurso habitual en la China maoísta y en la Cuba castrista, cuando se mandaban cuadrillas de estudiantes a la zafra de caña de azúcar. Todo esto queda ya definitivamente demostrado con la publicación de las cartas que Martin Heidegger dirigió en esos años a su hermano Fritz, y donde le insta a seguir las tesis del Führer, amén de rastrear rasgos semíticos y otras lindezas. Hay que decir que Fritz, hijo del sacristán de Messkirch, era, al contrario que su hermano, un ligón de alto copete y le gustaba harto la juerga, y que durante los años que ejerció de empleado de banca en su pueblo no se dejó atrapar por la tentación que venía de arriba, bajo forma de caudillo... y de su hermano bajo forma epistolar.

Edición alemana de 'Heidegger y el antisemitismo'.
Edición alemana de 'Heidegger y el antisemitismo'.

Herder ha publicado en alemán recientemente y se hará también en español, Heidegger y el antisemitismo. Posiciones en conflicto. Con cartas de Martin y Fritz Heidegger, donde se publica una selección de estas cartas en un volumen que consta de 448 páginas. Por ejemplo, la que le dirige en 1931 a su hermano: “ No se trata de pequeña política partidista sino de la salvación o el colapso de la cultura europea occidental. Quien no comprenda esto merece ser aplastado por el caos”. Otra, cuando regala a Fritz un ejemplar de Mein Kampf para sumarle a la causa y todo ello muchos años antes de que Hitler ganara las elecciones, lo que en el caso de Martin Heidegger es determinante, pues muchos habían pensado que se había acomodado al régimen una vez éste había ganado las elecciones. Estas cartas desmienten esa tesis y abonan la del marcado interés del filósofo por el movimiento nazi casi desde sus inicios.

Otro ejemplo de los muchos presentes en estas cartas y que sorprenden un tanto: el canciller Heinrich Brüning apoyaba el Partido Católico de Centro (el Zentrum) y que había intentado prohibir las organizaciones paralimitares, es decir, el mismísimo Partido Nacionalsocialista. En carta de 27 de Julio de 1932, Martin escribe a Fritz: “ No sé hasta que punto han evolucionado tus ideas políticas pero supongo que dejarás el Zentrum a las mujeres y a los judíos como refugio”... en fin el 4 de mayo le anuncia su adhesión al partido. “Ayer me inscribí por convicción interna y por creer que es la única manera de alcanzar la purificación y la clarificación de todo el movimiento. Si no estás convencido por ahora te aconsejaría que te prepares sin preocuparte lo más mínimo por las cosas”.

Empleado de banca, juerguista, hombre preocupado por cuestiones teológicas, Fritz y Martin eran como el agua y el aceite. También en las cuestiones relacionadas con el nazismo.

Martin fue un entusiasta. Por otra parte, no hay que engañarse, le sucedió lo mismo al ochenta por ciento de los profesionales... arquitectos, químicos, ingenieros que abrazaron la causa con euforia hasta que Stalingrado les demostró que eran mortales, corruptibles, es más, susceptibles de ser vencidos, lo que les hizo plantearse pasarse al otro bando cuando hubiera ocasión, caso de Werner von Braun, creador de las V-1 y V-2, y genio de la balística y posterior fundador de la NASA.

Pero mientras esto sucedía, Heidegger se quejaba a su hermano Fritz de que los Aliados habían llenado su casa de supervivientes de los campos de concentración. De ahí que la anécdota que cuenta Hannah Arendt de que Elfriede Heidegger, esposa de Martin y y devota nazi, prohibiera fumar a la filósofa –Arendt era una fumadora de armas tomar– dentro de su casa cuando Hannah Arendt les visitó en su cabaña de la Selva Negra, ya en la posguerra, suene a chiste benevolente.

Ya digo: las cartas no tienen desperdicio.

1 Comment
  1. karma says

    El compartió desde 1919 la famosa llamada a Alemania de Spengler, un nacional organicista, si Alemania fracasaba, fracasaría la humanidad. La lengua alemana era un legado directo de la antigua Grecia, que eran los únicos que no habían olvidado el ser o sea que no viene de 1933 sus ideas… Es un nacionalista alemán radical vía Fichte y un anti moderno radical también , eso si no era un biólogo racista

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