David Macián: “El trabajo pervierte, no dignifica”

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David Macián, junto a un cartel de su película
David Macián, junto a un cartel de su película 'La mano invisible'. / Festival de Cine Europeo de Sevilla

El cine, generalmente, lo rueda gente de dinero o relacionada con gente de dinero. David Macián es teleoperador y encuestador y sin ningún respaldo financiero ha convencido a un pequeño ejército de maquis del cine para rodar en cooperativa una película valiente sobre el trabajo, la precariedad, la sociedad del espectáculo y un país que moralmente se cae a pedazos. La mano invisible habla de un espectáculo en el que unos currantes trabajan ante la mirada de miles de personas. Y en el fondo habla del mundo del trabajo, del obrero plagado de miedos, carente de empatía ante el ser humano que tiene delante, de idea de grupo. Habla del capital haciendo de las suyas, hasta espectáculo con el trabajo explotado. Hablamos de ella.

– ¿Cuándo decides adaptar la novela La mano invisible, de Isaac Rosa?

– No la conocía. A Isaac lo conocía como articulista, pero no sus obras literarias. La novela conectó conmigo porque andaba en un momento de crisis laboral bastante grave.

– ¿En qué trabajo?

– Algo que tiene mucho que ver con la novela y la película: teleoperador. Compagino mi trabajo audiovisual con trabajos de teleoperador, encuestador... Horribles.

No eres un director de familia bien que digamos.

"Yo trabajaba en un 'call center' en el que observaba estos conflictos laborales "

– Tú lo has dicho. Yo trabajaba en un call center en el que observaba todos estos conflictos laborales en los que la gente no reacciona, con esa sumisión y competitividad, aflorando lo peor de nosotros.

– Una mezcla de servidumbre y absoluta falta de empatía.

– Justo, hablo de los que dan la espalda a alguien que quiere hacer algo digno en una empresa. Al leer la novela vi que no me contaba nada nuevo, ya lo había vivido, pero vi ideas bien ordenadas, con metáforas y cosas muy finas. La propia premisa del trabajo bajo ese foco de representación era muy sugerente.

– Es muy bueno el uso del patrón, en off. A diferencia de películas como El show de Truman o Network, por ejemplo, aquí nunca sabemos quién maneja los hilos, la mano invisible. Al patrón se le escucha, nunca se le ve. En las entrevistas de trabajo tampoco vemos la cara del entrevistador. ¿Está en la novela todo esto?

– Hay una puesta en escena y un espacio teatral, también el público de la obra está en off, malmetiendo. Eso sí está en el libro.

– Me recuerda también a Dogville. ¿Algún otro referente que te sirvió?

– El otro día un crítico me comentó otro referente: Danzad, danzad, malditos. La obra de Sydney Pollack no habla del trabajo, pero sí de la miseria humana, de gente que se agarra a un clavo ardiendo, de cómo nos comportamos en un ambiente de precariedad, de cómo no nos revelamos ante el verdadero culpable de esta situación y nos despedazamos entre nosotros.

– Es una peli más violenta, pero en la tuya también hay mucha violencia psicológica. Por ejemplo, en las entrevistas de trabajo, con las que entras en el background de los personajes. Quiénes son, de dónde vienen...

Cartel de la película de Macián.
Cartel de la película de Macián.

– En la novela no hay entrevistas personales. Y lo curioso es que Isaac Rosa empezó pensando en esta historia como un cuento, no como una novela. Pero la trama, como tal, es muy sencilla. Las entrevistas no estaban, no hay saltos en el tiempo. Me interesaban esos saltos. Cómo no tenemos espacio para conocerlos como trabajadores. Los protagonistas se conocen en la sala de descanso, en el cuarto de baño, en el puesto de comidas y refrescos... Las entrevistas de trabajo, en las que hay de todo menos verdad, eran buenas para leer entre líneas.

– Cuando acabé de ver La mano invisible salí con rabia. Además de por lo que cuentas, también porque no hay ventanas para un cine tan valiente. No me imagino a una cadena comprando esto. ¿Has movido el guión por teles antes de apostar por la cooperativa?

– Empezó todo con mucha inocencia. Estaba pasado un momento laboral muy duro y ni me planteaba meterme en un largo. Cuando estaba preparando mi quinto corto me echaron de la empresa.

– ¿Para ti esta película ha sido una terapia?

– Claro. Y con la indemnización de ese despido, de todo menos procedente, pude aguantar un poquito de tiempo mientras escribía el guión, pero sabiendo que este tipo de películas son improducibles en España. Nunca vas a tener una tele que se interese, y si no hay tele no hay subvención. Mandamos el proyecto al ICAA y, claro, todo muy bien a nivel artístico pero fatal a nivel de currículum de productora. Y en cuanto a cómo presentabas la financiación, cero también.

– Cuando desde lo público se tiene que apoyar este tipo de cine se dice que “no es comercial”. ¿Cuándo se fastidió todo esto?

– No lo sé. Ya sabes de dónde vengo, no tengo ningún tipo de enchufes. Para mí lo más fácil era partir de la independencia más absoluta y con la precariedad que hemos tenido que padecer. Hemos invertido los sueldos en la producción, lo que cobras queda capitalizado. Y si algún día la peli da beneficios, porque la compra una tele, el dinero se reparte. La parte romántica es que eres libre de elegir a los actores que quieras, sin miedos a lo que diga una tele del guión, sin imposiciones. Y ya que hablamos de unos trabajadores desunidos, hagamos una peli con un modelo en el que la gente tiene voz y voto. Todo desde lo colectivo, desde lo horizontal.

– Hablemos de la tesis de la película. El capital sigue funcionando porque los propios trabajadores explotados se encargan de que la cosa siga en marcha, sea lo injusta e inhumana que sea. No hay amos sin siervos y el mercado laboral español cada día es más espantoso y precario.

"Colaboramos en la precariedad y sin que nos estén dando con un látigo"

– Es un reflejo de lo que he vivido en mi propia piel, es una peli metafórica, pero no hay nada de marciano en lo que ocurre. Hablo del comportamiento más mezquino en lo laboral, desde la deshumanización, cuando no se piensa en la persona, nunca en el beneficio social. Colaboramos en la precariedad y sin que nos estén dando con un látigo. Somos cómplices, no tenemos dilemas éticos. Ningún personaje de La mano invisible es un modelo de persona. Lo decía Isaac en su novela: el trabajo pervierte, no dignifica.

– Tras tu experiencia laboral como teleoperador entiendo que opines que el trabajo no dignifica. 

– Hay personas satisfechas con su trabajo, pero en general no dignifica.

– ¿Cada vez son más perversos los trabajos?

– Y lo asumimos. Entramos en una sumisión en la que participamos. Buscamos refugio en otras cosas y es un error. Ocho horas diarias durante años. Pensemos en cuántos años nos pasamos así, a lo tonto la mitad de nuestra vida. Lo he vivido en muchos trabajos: la gente está amargada y piensa en la jubilación...

– Y eso si en unos años tienen derecho a jubilación...

– Y vas a llegar deprimido, consumido, a esa jubilación.

– Luego en la película está la “masa”, los espectadores que ven el experimento, puro nihilismo. Gentuza.

– Ellos y los “trabajadores” son caras de la misma moneda. Gente parada, estudiantes... No son hermanos, se miran con desdén, con asco. Por eso ahora se canaliza la rabia con Le Pen, Trump, el Brexit... Hay un pueblo, gente obrera rabiosa... y cala en los populistas. Nos despedazamos entre nosotros, en plan jauría humana.

– ¿Como ves el futuro del trabajo y del país? 

– Soy más optimista de lo que parece en la película. Tenemos que reaccionar. Tiene que pasar algo, nos están robando. Trabajo, sanidad, educación... hay que reaccionar de una manera poderosa. Desde el individualismo somos mucho más débiles. Pasará algo, aunque igual no lo veré.

La mano invisible (YouTube)

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