‘Masterchef’ del universo

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El cocinero Jordi Cruz
El cocinero Jordi Cruz en una imagen de archivo. / Efe

El de cocinero siempre ha sido un oficio artesanal, digno y humilde, más aun en España, un país donde, durante siglos y siglos, la gastronomía consistía básicamente en no pasar hambre. Con las tripas vacías del Lazarillo y con el apetito insaciable de Sancho se escribieron las primeras páginas de la novela mundial; el novelista entendió de inmediato que salir al campo en busca de aventuras era salir a buscar las habichuelas. Cosa muy distinta a un cocinero (o a una cocinera) es esa modernísima gilipollez que llaman chef, no digamos ya masterchef, que son títulos tan sumamente lerdos que ni siquiera cuentan con el femenino de chefa o masterchefa. Probablemente se nos haya ido un poco la mano, como suele ocurrir cuando se pasa del hambre al colesterol en menos de dos generaciones.

A Jordi Cruz lo han puesto a caldo en las redes sociales porque la gente no entiende muy bien el funcionamiento de un restaurante de lujo. Es cierto, por lo visto, no hemos entendido nada: en realidad, un cocinero que trabaja 12, 14 o 16 horas en realidad lo está haciendo a cambio de alojamiento, comida y clases magistrales. No es que Cruz no pague a los aprendices por su trabajo: es que deberían pagarle ellos a él por asomarse a los secretos de su cocina y participar de la sabiduría que va repartiendo ante los fogones. Es el mismo funcionamiento de periódicos de mierda como el Huffington Post, donde los periodistas escriben a voleo, sin más sueldo que la experiencia que van adquiriendo mientras directores y propietarios se forran con la publicidad y un montón de lectores ingenuos comparten a manos llenas el sudor gratuito y la tinta virgen. Y todos tan contentos. Que todavía tienen suerte de que algún masterchef literario no firme los artículos en su lugar.

Cruz, que tiene un apellido premonitorio, aprovechó el 1 de mayo, Día de los Trabajadores, para explicar estas suculentas ofertas de mercadeo laboral y, claro, la gente se ha mosqueado un poco. El 1 de mayo, conviene recordarlo, celebra la instauración de la jornada de ocho horas, una conquista social que costó huelgas masivas, revueltas y riadas de sangre por las calles de Chicago. La policía disparó contra una muchedumbre de manifestantes, mató a docenas de obreros y posteriormente ocho líderes anarquistas fueron procesados: cinco de ellos acabaron en la horca y tres en prisión. Una lucha es lo que se celebra el 1 de mayo: no la puta fiesta del trabajo y menos todavía del puto trabajo gratuito.

Hace sólo dos semanas se hizo público que el insigne cuecehabas y su novia se habían agenciado un palacete por la módica cantidad de tres millones de euros. Esta es otra noticia que tampoco se entiende muy bien, aunque Jordi Cruz cada día se explica mejor. A cambio de alojamiento, manutención y clases gratuitas, los españoles forjamos un imperio en América, los belgas otro en el Congo y los estadounidenses fundaron varios cementerios por diversos lugares del globo terráqueo. Que vaya preparando una receta de pasteles porque se le está quedando cara de María Antonieta.  

4 Comments
  1. matusalen says

    hay una cosa que no soporto de este tio y sus dos compinches en alguna ocasion que los vi, su prepotencia, su forma de hablar a los participantes; solo por eso ya me revuelve las tripas. No entiendo que alguno de los concursantes no los ponga a caldo alli mismo delante de toda espain y parte del mundo, para promocion de la marca mierdistan.

  2. carabanchelera says

    Con esta gentuza vamos otra vez hacia la esclavitud. En un país que se dice democratico

  3. luis says

    menudo prepotente esta echo el pollo este y lo malo que algunos bastantes por cierto le reian su gracias vamos otro empresario esclavista a ver si espabilamos que ya va siendo hora

  4. pat says

    Buf, bravo, David.

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