El homenaje a los restos de Boix se rendirá este viernes 16 de junio con honores de Estado

París rinde homenaje a Boix, el fotógrafo español del infierno de Mauthausen

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Francesc Boix
Un retrato de un jovencísimo Francesc Boix en el campo de Mauthausen.

La alcaldesa de París, Anne Hidalgo, y varios representantes del Gobierno francés de Emmanuel Macron rendirán este viernes, 16 de junio, honores oficiales a los restos del fotógrafo republicano español Francesc Boix Campo (Barcelona, 1920-París, 1951), quien se alistó para combatir a los nazis y sobrevivió al cautiverio en el campo de exterminio de Mauthausen (Austria). Los negativos que consiguió sustraer a las SS y esconder fuera de aquel infierno en el que perecieron más de cinco mil españoles, resultaron determinantes para que el tribunal internacional de Nuremberg condenara a la horca a varios jerarcas nazis.

El homenaje con honores de Estado es la respuesta de la alcaldesa socialista de París a la petición de la Amical de Mauthaunsen de que los restos de Boix descansen en Père-Lachaise, el cementerio francés de las grandes celebridades y uno de los lugares más visitados del mundo. La sepultura con los restos del reportero caducó en 2015 y los hijos y nietos de los republicanos españoles en Francia solicitaron a la alcaldesa de París el lugar más digno al que trasladar sus restos. La respuesta de Hidalgo ha satisfecho plenamente la petición cursada por el presidente de la Amical de Mauthausen, Daniel Simón, de modo que el traslado de los restos de Boix desde el cementerio de Thiais a Père-Lachaise, donde descansan personalidades como Moliere, Proust, el expresidente del gobierno republicano español Juan Negrín o la reportera Gerda Taro, compañera de Robert Capa, tendrá lugar el viernes a las 13:30 y recibirán honores de Estado.

El tradicional desprecio del Gobierno derechista español hacia la memoria democrática ha sido paliado en esta ocasión con una proposición no de ley aprobada en el Consgreso de los Diputados, instándole a enviar una representación oficial. Para no quedar en evidencia, el PP votó a favor de la petición. Fuentes de La Moncloa dan por supuesta la asistencia del flamante embajador, Fernando Cardedera y probablemente del secretario de Estado de Cultura, Fernando Benzo. Después del homenaje tendrá lugar a las 16:00 horas en el salón de honor de la alcaldía del distrito 20 de París, la presentación de la edición francesa del libro del historiador Benito Bermejo, Francisco Boix, le photographe de Mauthausen.

Trayectoria de un héroe

El propio Bermejo resume para cuartopoder.es la heroica vida de Boix. “Yo conocí la existencia de Boix", explica Bermejo, "a finales de los años noventa. Las primeras fotografías me las enseñó un socialista de Arganda (Madrid) que vivía en Toulouse. Se llamaba Enrique Tapia y había sido mecánico de la aviación republicana y en Francia trabajó en Aerospatiale y creo que también tuvo un taller de bicicletas. El propio Boix le había entregado aquellas fotos en 1946 con ocasión de un acto con Dolores Ibarruri, Pasionaria, y el hombre las guardaba como oro en paño”.

Con 19 años, Boix ya había sobrevivido a mucha mala leche. Conocía los efectos de los bombardeos alemanes e italianos sobre Barcelona, la metralla de los aviones contra las interminables hileras de soldados y paisanos que al final de la Guerra Civil buscaban refugio al otro lado de la frontera de Cataluña con Francia. Pero ni siquiera en aquellas circunstancias llegó a imaginar la crueldad y el horror que le quedaba por sufrir.

El joven Boix, al que su padre había enseñado las técnicas fotográficas, cruzó la frontera francesa por Portbou en los primeros días de 1939, junto con miles de refugiados republicanos españoles que, derrotados y desarmados, fueron confinados en los arenales de Argelés y otros pueblos del levante francés hasta Marsella. Él y otros muchos se aprestaron a defender a Francia de la amenaza de las tropas invasoras de Hitler. Unos fueron a la Legión Extranjera, otros se sumaron a las tareas de ayuda al Ejército francés hasta que la ominosa capitulación del mariscal Petain, en la primavera de 1940, les convirtió en prisioneros de guerra de la Wehrmacht. Boix era uno de ellos. A finales de agosto fue sacado del campo de prisioneros y deportado con otros 350 compañeros españoles al centro de trabajos forzados en las canteras austriacas de Mauthausen.

La deportación se produjo inmediatamente después de que Ramón Serrano Suñer se entrevistara en Berlín con Hitler y su lugarteniente Heinrich Himmler y supuestamente les transmitiera la petición de Franco de exterminar a los prisioneros de guerra españoles. Matahausen se convirtió así en el campo donde acabaron unos 8.000 republicanos españoles, incluidas las familias pacíficas que permanecían refugiadas en el campo de La Vernet, cerca de Angulema. Más de más de 5.000 murieron de hambre, agotamiento, frío y enfermedades. Y también asesinados a tiros por los carceleros de las SS. Los que eran sacados del campo, ya no volvían. Los llevaban a las cámaras de gas de Hartheim. Los que morían en el campo también desaparecían, transformados en humo y ceniza en los hornos crematorios.

No es exagerado decir que en aquella sede del infierno –sin olvidar otras en las que sufrieron y murieron cientos de republicanos españoles como Dachau, Buchenwald, Treblinka, Sachsenhausen, Neuengamme…– tuvo Boix una suerte de mil diablos, pues los nazis necesitaban a alguien que supiera fotografía y revelara las instantáneas que tomaban para enviarlas a Berlín. El laborante que tenían, el preso español Antonio García, fotógrafo de profesión, no daba abasto, necesitaba ayuda, y esa ayuda se la prestó Boix.

Si el instinto de supervivencia de García le impedía romper las reglas, pronto Boix demostró que no le asustaban los malditos carceleros de las SS y, de acuerdo con varios compañeros, ideó la forma de guardarse los negativos y ponerlos a buen recaudo. ¿Cómo? Entregándoselos a uno de los pochacas, que eran un puñado de presos a los que llevaban a trabajar diariamente a una empresa nazificada fuera del campo. Les llamaban así porque el nombre de aquella empresa se pronunciaba pochaca. Ellos consiguieron que una mujer que acudía a aquella fábrica aceptara esconder los negativos en una pared de piedra de la finca que rodeaba su casa.

Pasó el tiempo y Boix logró sobrevivir a la barbarie. Fue uno de los 2.700 españoles que salieron vivos de aquel infierno. El 3 de mayo de 1945, cuando llegó la primera patrulla de exploración estadounidense, los SS ya se habían apresurado a destruir y quemar las pruebas del exterminio y a poner tierra de por medio, dejando el campo en manos de unos policías y bomberos austriacos, aunque, de hecho, los españoles ya se habían hecho cargo de las instalaciones. Boix era uno de ellos. Suyas son las fotografías de la pancarta de bienvenida que encontraron los aliados en castellano en lo alto de los muros de Mauthausen.

Tras la liberación, Boix y sus compañeros de cautiverio decidieron crear un grupo de trabajo para ordenar la documentación que habían salvado e identificar al mayor número posible de muertos. Ellos pusieron a disposición de la Cruz Roja y de los organismos internacionales en Ginebra toda aquella documentación. Téngase en cuenta que por aquel campo de exterminio pasaron más de 300.000 personas de varias nacionalidades. Boix rescató los negativos y se centró durante varios meses en la tarea de documentar y fechar aquellas fotografías.

Los jerarcas nazis no contaban con el impresionante testimonio gráfico escondido durante años por el valiente fotógrafo español con la ayuda de sus bravos compañeros comunistas. Pero allí estaban las pruebas de su criminalidad sin límite. Allí aparecían los máximos responsables, Himmler, Franz Ziereis, Ernst Kaltenbrunner…, visitando el campo de exterminio. Boix consiguió declarar ante el tribunal de Nuremberg. No lo tuvo fácil, porque era español y España había quedado oficialmente al margen de la guerra. Pero el dictador Franco había suprimido oficialmente la nacionalidad a los refugiados republicanos españoles, los había convertido en apátridas, y Boix logró que le incluyeran entre los testigos franceses. Los oficiales alemanes quedaron boquiabiertos ante el testimonio de Boix, acompañado de las fotografías que entregó al tribunal. Uno de ellos, Kaltenbrunner vociferó en alemán: “¡Son falsas!” y, viéndose perdido, alegó que había técnicas para trucar de las fotografías. Su argumento no le libró de la horca.

Algunas de aquellas fotografías sobrecogieron a la opinión pública francesa cuando Boix las publicó en L’Humanitè, el periódico francés en el que entró a trabajar de reportero gráfico. Era un tipo admirado y querido por sus compañeros. No duraría mucho. Los estragos del campo de concentración habían minado irreversiblemente su salud y en 1951 tuvo que abandonar la cobertura del Tour de Francia y regresar a París, donde murió de tuberculosis a los 31 años de edad. Al que fuera su amigo y compañero Ramiro Santiesteban Castillo, el preso número 3237 de Mauthausen y el último superviviente español (nació en Laredo, Catabria), nada le agradaría tanto como acudir al homenaje si los achaques de la edad (el 30 de agosto cumplirá 96 años) no se lo impiden.

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