Creo que el género de terror es el más complicado que existe. La comedia es un género muy difícil, a veces pura matemática, pero creo que es un género menos limitado. ¿Por qué el terror me parece más jodido? Porque los fundamentos de su gramática son muy restringidos. Me explico: la primera vez que haces flotar en el aire a una poseída acojonas, la segunda menos y la tercera ya no. La primera vez que usas el desgarro de un violín para mostrar un fantasma asustas, pero a los 1.000 desgarros entras en el terreno de la risa. Podría dar otras decenas de ejemplos: puertas que se abren solas, aterradores cánticos de niños, psicofonías, muñecos infernales...
Y de eso, precisamente, trata Annabelle: Creation, una película que fui a ver sin esperar gran cosa y me recompensó con buenas dosis de terror sin pretensiones, una película de género estupendamente dirigida y bien escrita. Y, créanme, es muy raro que no me aburra en una película de terror por lo que ya les he adelantado: es complicado que alguien te vuelva a asustar ante la ajustada paleta de colores que tiene el género de terror.
Pero antes del entretenimiento, hablemos de la pasta. La productora de esta película, Blumhouse, aplica el mismo modelo que utilizan las películas “independientes”, las “de festivales”, las que forman parte del Indiewood, término que inventó Peter Biskind. Es decir: cine barato de producir (lo que toda la vida se ha llamado serie B) pero distribuido y publicitado por un gran estudio, en este caso Universal. Ejemplos de pelotazos de Blumhouse: Paranormal Activity costo 15 millones de dólares y recaudó (con lanzamiento de Paramount) 193 millones. La tercera parte de esta franquicia costó 5 y recaudó 207. La cuarta 142. Sinister costó 3 y recaudó 77, Insidious 2 costó 5 y recaudó 161, Ouija costó 5 y recaudó 103... Menudo negocio.
Para que Annabelle: Creation funcione hace falta un guión certero, un realizador con pulso y un reparto decente. Y tiene las tres cosas. El guión consigue reutilizar elementos que hemos visto usados y manoseados en el terror durante décadas. Y lo alucinante es que lo hace con éxito. Ejemplos: el tocadiscos que suena solo (con el tema You are my sunshine), la muñeca que cobra vida, la vieja casa con enigma, la habitación infantil cerrada, el secreto al final de la escalera, extraños apagones, linternas que se apagan, sombras, sábanas, cruces invertidas, un pozo tenebroso, entes demoníacos...
¡Menudo puré!, dirán ustedes. Pues la cosa funciona, fíjense. El guionista, Gary Dauberman (creador de esta franquicia y guionista de It, mucho peor guión que el de esta nueva Annabelle) logra mezclar todos estos elementos en una película que te mantiene pegado a la butaca hasta un final quizás algo precipitado y que contiene esa inevitable unión explicativa entre esta precuela y la Annabelle original. Pero no le hace mucho daño a la película.
El film logra entretener y aterrar todo el rato porque juega bien con el fuera de campo, el desenfoque, la oscuridad y hasta con la luz. Cuando crees que las protagonistas están a salvo porque ya no es de noche o no hay oscuridad, aparece la sorpresa. Esto no le gustó a Carlos Pumares cuando la vio en Sitges y discrepo con él. El terror a la luz del día (véase It Follows o La matanza de Texas) es siempre valiente.
En fin, que estamos ante una buena Serie B. Es decir: una historia simple, personajes sin mucha profundidad y muchos trucos pero correctamente escrita y rodada. Y eso hoy en día se agradece porque no es muy habitual.
Eso sí: el plagio al compositor Krzysztof Penderecki (y a El resplandor) es demasiado descarado y en algunos planos parece que entramos, de repente, en la peli de Kubrick. Una colleja para el compositor Benjamin Wallfisch, que últimamente no para y también ha compuesto las olvidables bandas sonoras de It y Blade Runner 2049 (sí, esa que tendría que haber contado nuevamente con la maestría de Vangelis).
Lo mejor: la realización de David F. Sandberg, el guión de Dauberman y el estupendo trabajo de sonido (departamento en el que, ojo, hay 24 profesionales acreditados). También la niña Talitha Eliana Bateman.
Lo peor: la precipitación del final.
El Plan B:
La semana pasada tocó Blade Runner 2049 y para olvidarnos de esa gran decepción que supuso su estreno podemos volver a la original en pantalla grande. La estupenda Blade Runner regresa a los cines en su versión The Final Cut restaurada y en 4K.
Y podrán ustedes volver a emocionarse escuchando a Roy Batty: “He visto cosas que vosotros no creeríais: Atacar naves en llamas más allá de Orión. He visto Rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la puerta de Tannhäuser. Todos esos momentos se perderán en el tiempo… como lágrimas en la lluvia. Es hora de morir”.