El ataque al Nakatomi Plaza cumple 30 años

  • La jungla de cristal costó 28 millones de dólares de entonces y recaudó 83 en Norteamérica y otros 140 en el mercado mundial. Logró 4 nominaciones al Oscar

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Este verano hemos sufrido en nuestras salas una memez llamada El rascacielos, protagonizada por un individuo llamado The Rock y que posee el mismo talento interpretativo que un saco de patatas. Desde hace muchos veranos Hollywood descarga toneladas de basura en las salas de cine, pero no pasaba lo mismo hace tres décadas. O no en todas las salas. En el verano del 88 Fox estrenaba La jungla de cristal, una peli de terroristas tan bien rodada como escrita, un gran espectáculo que hoy tiene categoría de clásico.

El hacedor de este éxito (junto a los guionistas Jeb Stuart y Steven E. de Souza, que se basaron en una novela de Roderick Thorp) fue un tipo con muy mala leche llamado John Mctiernan, un estupendo director de acción que lleva 16 años sin rodar y que se pasó un año entre rejas (en la prisión de Yankton, en Dakota del Sur) por un feo escándalo de espionaje. McTiernan contrató a un detective privado llamado Anthony Pellicano para escuchar las conversaciones privadas del productor de Rollerball, Charles Roven.

Tras este feo incidente, Hollywood, que es muy dado a las lista negras, perdió a uno de sus realizadores más brillantes y con mayor sentido del ritmo y el entretenimiento. Ahí quedan, para demostrarlo, películas como Depredador, La caza del Octubre rojo, Los últimos días del Edén, El último gran héroe o Jungla de cristal III.

El éxito de La jungla de cristal radica en una serie de aciertos que la hicieron diferente a otros estrenos de acción del 88 como las mediocres Rambo III, Desaparecido en combate III o Danco: Calor rojo, todas protagonizadas por estrellas cachas. Su primer acierto fue mezclar una típica buddy movie de los 80 (peli de pareja de policías) con un típico film de catástrofes de los 70 (en este caso El coloso en llamas).

Aquí la pareja de polis (John McClane y Reginald VelJohnson) no se ven pero se escuchan. Con la radio de su coche el orondo VelJohnson hace que McClane aguante y no se desmorone. El zampabollos (en concreto Twinkies, bollos relleno de crema) VelJohnson no gustó al crítico más famoso. Roger Ebert, al que se le atragantó la película, dijo que “VelJohnson debilita la última mitad de la película, sus interrupciones impiden que la película funcione”.

No dio una. La clave de que La jungla de cristal no sea una peli de acción y testosterona más es su lado humano. Así como los malos son bastante arquetípicos (salvo el estupendo villano, Hans Gruber), el protagonista es un hombre corriente y moliente. Bruce Willis no era una estrella cachas y a muchos ejecutivos en Fox la decisión de que fuese McClane les pareció un suicidio. Tampoco dieron una. El espectador simpatizó enseguida con un desastre como él, un tipo que puede ser tu cuñado, un pobre tipo cuya ex, a la que todavía quiere, usa su apellido de soltera en su nuevo y pijo trabajo. ¿Qué pasó con su matrimonio? No lo sabemos, no se verbaliza y ni falta que nos hace. Y para los momentos de bajón está su Sancho Panza negro, que también es un tipo del montón.

Otro de los aciertos de La jungla de cristal es que no es blanca, la crueldad se desata desde el principio: los malos se cargan enseguida al venerable Joseph Takagi. Y más tarde se cepillan a Harry Ellis, el cretino cocainómano.

La película está basada en la novela Nada dura para siempre, que es la segunda parte de El detective, novela adaptada hace medio siglo y protagonizada por Frank Sinatra. De hecho, Fox se llegó a plantear ofrecerle el papel a Sinatra, que tenía 73 años. Tras descartar a “La voz”, llamaron a Arnold Schwarzenegger, Sylvester Stallone, Burt Reynolds, Richard Gere, Harrison Ford y Mel Gibson. Todos dijeron que no.

Uno de los emblemas de La jungla de cristal es el Nakatomi Plaza, sede de la empresa ficticia en la que trabaja la ex de McClane. Este rascacielos realmente es propiedad de la Fox y es conocido como el Fox Plaza. El edificio se acabó de construir un año antes del rodaje y también ha aparecido en películas como Speed o El club de la lucha. Uno de sus inquilinos más famosos fue el “actor” y presidente Ronald Reagan.

Más datos curiosos: aparte de unos cuantos fallos de raccord, en el ataque al Nakatomi los terroristas hablan un alemán de chichinabo lleno de errores gramaticales. Hablan de forma tan absurda que en Alemania los terroristas se convirtieron en “europeos”. También se habrán preguntado ustedes por ese “Yippee ki yay” que suelta Willis tras cargarse a un malo. Se trata de un grito de alegría del Lejano Oeste, de los vaqueros (VelJohnson llama a McClane “vaquero” y Hans le reprocha que ve “demasiadas películas de vaqueros”).

La jungla de cristal costó 28 millones de dólares de entonces y recaudó 83 en Norteamérica y otros 140 en el mercado mundial. Logró 4 nominaciones al Oscar: Efectos de sonido, efectos visuales, sonido y montaje.

Y llegaron, claro, las secuelas. La 2 fue un carísimo disparate, la 3 entretenida y las otras dos espantosas. Pero para Fox no se ha secado la gallina de los huevos y preparan la 6, que narrará los orígenes de McClane como policía en el Nueva York de los setenta, historia que ya se trataba en el cómic Die Hard: Year One. En fin, que volvemos al inicio: Hollywood ya no quiere historias de tipos imperfectos y reales, prefiere tebeos. Lástima.

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