¿Es Chernobyl la serie del año?

  • Llama mucho la atención que HBO haya dejado las riendas de la serie en manos de un guionista que no ha escrito un drama en su vida
  • Es extraño que con el dineral que maneja HBO no contratara también a otros guionistas más experimentados que Mazi para el drama y la construcción de personajes

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“No se preocupen, camaradas, la situación está bajó control. Es un incendio, un simple incendio. No es nada grave. Allí la gente vive, trabaja”. (Mijaíl Gorbachov).

Ríanse de los “hilillos de plastilina” de Mariano Rajoy ante la catástrofe del Prestige. Esta declaración está sacada del brutal libro de testimonios Voces de Chernóbil, de Svetlana Aleksiévich y evidente fuente de inspiración para el guion de la serie de HBO. La obra está plagada de momentos alucinantes que no aparecen en la ficción. Por ejemplo esa mañana en la que un viejo apicultor de la zona afectada descubrió que le faltaba un sonido fundamental: el zumbido de sus abejas. Habían desaparecido. Lo miso les sucedió a los gusanos, que dejaron de rozar la superficie y se perdieron en las entrañas de la tierra.

Fotograma de Chernobyl. / HBO

La serie sí recoge uno de los temas que más obsesionan a Aleksiévich: cómo traicionamos a los animales, lo que se les hizo en Chernóbil. El capítulo cuarto de la serie está dedicado a los desgraciados que se dedicaron a matar a tiros a perros y gatos abandonados en las casas en las que fueron amados. Según relata uno de los testimonios de su libro, en uno de los hogares dejados para siempre se podía leer sobre hojas de cuadernos escolares: “No maltrates al gato” o “No mates a nuestra Zhulka, es buena”. Ni una serie como Chernobyl soporta ese desgarro, ese detalle.

El encargado de apagar el incendio de la famosa central nuclear (Valeri Legásov) se suicidó dos años después del día de la explosión. Empezar la serie con su protagonista colgándose es toda una declaración de intenciones y una tremenda osadía. Lo que su creador, Craig Mazin, parece que quiere decir es: a partir de ahora van a ver la historia de gente sentenciada. En esta serie no hay esperanza, solo me voy a limitar a explicar el horror vivido, a exponer las mentiras oficiales y a mostrar quiénes son los héroes suicidas que salvaron la vida de millones de personas.

La catástrofe nuclear de la famosa central supuso el remate de la moribunda Unión Soviética y fue un símbolo. De la chapuza, la decadencia, la mentira y el sacrificio humano. En muchos caso absurdo. Cuenta Aleksiévich en Voces de Chernóbil: “Para esa gente Chernóbil no era una métafora, era su casa. Cuántas veces el arte ha ensayado en Apocalipsis, ha probado las más diversas versiones tecnológicas del final del mundo, pero ahora sabemos positivamente que la vida es incomparablemente mucho más fantástica”.

La idea de la serie de HBO surgió hace cinco años, cuando Mazin encontró un artículo sobre la construcción de una unidad de contención sobre los restos de la planta. Y pensó, al leer más sobre el tema, que la mayoría de la gente no sabía cómo y por qué explotó la central. Y todo unido a una necesaria lectura política: esa heroicidad de bomberos, militares, mineros y civiles quizás solo fue posible en la Unión Soviética, en su conciencia de lo colectivo frente al individuo. Solo en el Estado soviético y en su propaganda, sus mentiras, su constante estado de vigilancia, sospecha y purga.

Cartel promocional de Chernobyl. / HBO

Chernobyl está rodada en Lituania para recrear, y de forma magistral, los años ochenta en la Unión Soviética. Todos los decorados, el vestuario, el maquillaje y la peluquería son sencillamente perfectos. Igual que el reparto. La serie fue escrita con los estupendos Jared Harris, Stellan Skarsgard y Emily Watson en mente y todos dijeron que sí a la serie.

El director contratado fue Johan Renck, realizador muy cotizado y de amplia experiencia en vídeo musicales (para Madonna, Beyoncé, David Bowie y New Order entre otros) y series como The Walking Dead, Breaking Bad, Vikingos o Bates Motel. También ha rodado publicidad para grandes marcas como Chanel o Paco Rabanne. No, no parece que sea un tipo muy amigo del comunismo. Más bien de su reverso.

Llama mucho la atención que HBO haya dejado las riendas de la serie en manos de un guionista que no ha escrito un drama en su vida y que ha firmado una buena cantidad de comedias de cuarta y pésimo gusto. Estamos hablando de secuelas de Resacón en Las Vegas y Scary Movie. Así que ya saben, guionistas de comedia: pueden pasar a otra liga sin que los ejecutivos televisivos (norteamericanos) les prejuzguen. Y si, como Mazi, son amigos de una gran jefa como Carolyn Strauss, productora de Juego de tronos, pues mucho mejor.

Fotograma de Chernobyl. / HBO

Es extraño que con el dineral que maneja HBO no contratara también a otros guionistas más experimentados que Mazi para el drama y la construcción de personajes. Porque ahí radica el pero de Chernobyl: lo que cuenta es tan demencial y espantoso que no puedes dejar de verla, pero la serie tiene personajes escasamente trabajados, les falta alma, la serie es gélida como la fusión fría. Y me temo que no es de las que vas a volver a ver porque ya te han contado el suceso y no te va a apetecer volver a esos personajes, cosa que no sucede con otros clásicos como Los Soprano o Mad Men, en la que Harris interpretaba a Lane Pryce, personaje que, por cierto, también acababa ahorcado.

Sí, la gente en la Unión Soviética no tenía pinta de ser la alegría de la huerta, pero tampoco creo que fuesen autómatas. Esa lectura sí que se antoja descaradamente yanqui. Puedo entender que un alto funcionario de aquel sistema lo fuese, pero en Chernobyl hasta a los mineros, los personajes más interesante y humanos de la serie, les falta un buen acabado para sentir total empatía con ellos. Quieres saber más sobre ellos y no hay más.

El éxito de la serie es indudable, pero exagerado. En el portal de referencia IMDB la serie ha conseguido, y en solo cinco semanas, imponerse en las notas de los espectadores a series como Breaking Bad, Juego de tronos o The Wire. Estamos ante una nueva “mejor serie de la historia”, todo el mundo habla de ella, está de moda, es tendencia, hay que verla o no molas. Y ni es una obra maestra de la televisión, ni es un bluf. Chernobyl es una gran serie, punto. En resumen:

Lo mejor: su espectacular producción, se agradece que los actores no hablen en inglés con impostado acento ruso y los mineros, lo mejor de la serie.

Lo peor: sus glaciales personajes, su funcional banda sonora y el interminable palique científico en el juicio del final.

Y sí, podría haber sido mucho más terrible y demoledora, pero va a ser la serie del año. Una obra triste, oscura y para muchos insoportable. Una serie que muestra un sistema que se decía gravitar alrededor del trabajador pero en el que el trabajador era basura, que es como fueron tratados miles que arriesgaron sus vidas y cientos de familias que, por una negligencia vergonzosa y evitable, tuvieron que dejar sus casas con el guiso a punto de servir. Gentes que, como recuerda Aleksiévich, dejaron en sus casas notas tan tristes como “Perdónanos, querida casa nuestra”.

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