2019, el año de los Nobel de Literatura contracorriente: Olga Tokarczuk y Peter Handke

  • Quizás este año, sin proponérselo, los Premios nobel de Literatura son más políticos que en otras convocatorias

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Todos los años por estas fechas, día arriba, día abajo, espero con ansiedad conocer el nombre del Premio Nobel de Literatura. Y luego, conocido el nombre, más veces de las que me gustaría, corro a documentarme sobre la obra del autor o autora ganadores porque no conozco todo lo que me gustaría de ellos. El año pasado sin embargo no fue así. Y no lo fue porque fue el año sin Nobel, lo que ha provocado que este sea el extraño año de los dos Nobel, el del pasado año, 2018, y el del 2019.

Hagamos memoria.

Jean-Claude Arnault, marido de la académica sueca y poeta Katarina Frostenson fue acusado de acoso sexual por, nada más y nada menos, que un total de 18 mujeres. Lo que ha acabado dando con él en la cárcel. No contento con los abusos físicos, también se lucró ⎯recordemos que su mujer era académica miembro del jurado⎯  en las casas de apuestas con los resultados de los Nobel. Conocido esto último, rodaron las cabezas de un total de 18 académicos que, o bien defendieron a la poeta Katarina Frostenson, o les encontraron alguna relación con las apuestas. La cosa se complicó, porque eso hizo que no quedaran los miembros suficientes para elegir un ganador del premio el pasado año. Por no hablar de que la institución quedó bastante… digamos tocada.

Se puso en marcha la Academia sueca, con ánimos de lavar la cara de la institución, y recurrió hasta al rey Gustavo, encargado de autorizar el cambio de la normativa del Nobel. Así pues, la vida sigue, en Estocolmo y en Teruel, y este año las quinielas han vuelto a ponerse en marcha. Como en ocasiones anteriores, han apostado no solo por autores de literaturas minoritarias, sino, cómo no, de nuevo por Murakami, el eterno candidato en todas las quinielas, incluso se ironizaba con la frase: “Este año como no se lo den a Murakami va a perder dos premios Nobel”.

Al final, ayer, 10 de octubre, sin poder resistirse al eurocentrismo al que nos tienen acostumbrados, hemos sabido que la escritora polaca Olga Tokarczuk y el autor austriaco Peter Handke han sido los ganadores del Premio Nobel de Literatura 2018 y 2019 respectivamente. La primera por “su imaginación narrativa” y su “pasión enciclopédica” en su escritura, y el segundo por desarrollar un trabajo “influyente” con “ingenio lingüístico” y un buen conocimiento de la experiencia humana.

Olga Tokarczuk, nacida en Sulechów, culmina con el Nobel una etapa de reconocimientos por los que ya es superventas en su país. Con su novela Los errantes, que Anagrama publicará a finales de este, recibió el "Man Booker Internacional" por, a juicio del jurado, ser “una escritora de maravillosa agudeza, imaginación y estilo literario”. Autora de poesía, novela, ensayo y adaptaciones escénicas, esta vegetariana militante de la izquierda verde en Polonia, licenciada en psicología, antes de dedicarse a la literatura, trabajó en una clínica de salud mental con adolescentes, y ahí fue donde se ambientaron sus primeros libros.

Peter Handke, nacido en Griffen, es conocido como uno de los escritores en lengua alemana más originales del pasado siglo y también, como consecuencia de su postura pro serbia, como uno de los más polémicos. Casualmente, a propósito de su libro Justicia para Serbia, el que en los noventa fuera subdirector de El País y en la actualidad eurodiputado de VOX, Herman Tertsch lo acusó de disculpar a los asesinos serbios. A colación de lo anterior, esta misma tarde, en twitter, Isaac Rosa comentaba: “Me encanta la literatura de Handke, pero mi mejor recuerdo es una presentación en Madrid hace +20 años, donde se encaró con Hermann Terstch a cuenta de las guerras yugoslavas. Entonces nos decían que Terstch era de los buenos y Handke de los malos. Mira dónde está hoy cada uno...”.

Políticas aparte, un autor mesurado y reflexivo, que ha pasado largos períodos trabajando en nuestro país y del que podemos extraer consejos tan acertados como el siguiente: “Leer, leer… y no resistirme a alguna que otra frase larga y más que larga; confiar en ellas, precisamente en ellas. Pues me pregunto cada vez con más frecuencia: ¿no será la general imposición de las frases cada vez más cortas lo que no solo obstruye las existencias y las verdades sino que las corta en mil pedazos, tanto para el que lee (leer?) las frases, como para el que las escribe (¿escribe?).”

Y ya, al final del día, con los nombres de los dos Premios en mi cabeza, no puedo menos que preguntarme cuáles son los criterios para elegir un premio Nobel. Me lo pregunto y regreso a los trending topic de twitter donde, pocas horas después, veo cómo Murakami sigue ahí y ellos dos ⎯Olga y Peter⎯ ya hace mucho rato que han desaparecido, quién sabe si también de la mente de muchos que mañana se acercarán a comprar la última de Murakami. Solo espero que estos dos Premios sirvan para que algunos lectores descubran dos autores de lo que parece son literaturas contracorriente: Una Olga, la ecologista vegana con rastas, de la Polonia conservadora de principios del XXI y otro, Peter, uno de los pocos intelectuales que se atrevió a hablar en voz alta y sin titubeos de la injusticia que, a su juicio, se estaba haciendo con el pueblo serbio.

Quizás este año, sin proponérselo, los Premios nobel de Literatura son más políticos que en otras convocatorias.

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