‘La conjura contra América’: una de las más grandes series del año

  • La serie plantea un Estados Unidos que no interviene en la Segunda Guerra Mundial porque su presidente, simpatizante de los nazis y antisemita, así lo ha decidido
  • Es un momento perfecto para esta serie, porque la deriva ultra de los Estados Unidos es evidente y peligrosa, con un Trump desbocado y sin una oposición fuerte
  • En tiempos víricos, esta magnífica serie nos recuerda que el fascismo, el populismo y el racismo, el odio al diferente, es un virus que puede ser mortal y muy rápido

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Nos quedan series por ver en 2020, pero esta magnífica miniserie de HBO ha dejado el listón alto. Porque es muy buena y su guión, reparto y producción son realmente notables, pero además porque vivimos tiempos dignos de una ucronía. “¿Quién nos iba a decir hace solo unos años que...?”. Apliquen esta frase a la política, la sociedad, la cultura, la salud, la ciencia... O a un informativo. ¿Quién les iba a decir hace solo unos años a los norteamericanos que iban a estar gobernados por un empresario populista, racista, machista y payaso?

En sus seis episodios La conjura contra América nos plantea una fascinante y a la vez aterradora ucronía, que es una construcción histórica basada en hechos posibles pero que nunca han sucedieron. En este caso un Estados Unidos que no interviene en la Segunda Guerra Mundial porque su presidente, el aviador Charles Lindbergh, simpatizante de los nazis y antisemita, así lo ha decidido. Y todo desde el punto de vista humano, el de una familia judía.

Los responsables de la serie son Ed Burns y David Simon, dos de los creadores televisivos más respetados del mundo y autores de The Corner, The Wire o Generation Kill. Por separado Simon también ha firmado Treme, Show Me a Hero y The Deuce. En el caso que nos ocupa, Simon hizo una rara excepción y no partió de una idea original, sino de una conocida novela de Philiph Roth. De hecho, hace años alguien le pasó a Simon un ejemplar de libro y le dijo que era más actual que nunca, pero no lo vio. Más tarde se percató de su error, sobre todo hablando con el propio Roth, con el que se reunió antes de su muerte, en 2018.

La novela de Philip Roth:

El guión de la serie, firmado por Simon, Burns y Reena Rexrode, está basado en la novela de Roth. En ella no se oculta que la familia protagonista son los propios Roth, hasta aparece literalmente su apellido. Pero Roth no quiso conservar esa idea en la serie y pidió a Burns y a Simon que cambiasen el apellido de la familia. Al firmar los derechos para la adaptación televisiva, Roth perdía el control sobre lo que sus personajes (y su propia familia) iban a decir y hacer en la serie. De todas maneras, el niño protagonista de la serie se sigue llamando Philip y tiene la misma edad que el escritor en los años en los que se desarrolla la acción, que comienza en 1940 y acaba en noviembre de 1942.

La novela de Roth, como la serie, es tremendamente actual. Terroríficamente actual. Roth la publicó en 2004, tras la Patriot Act que recortó derechos y libertades y los desastres bélicos de Bush y sus mariachis (el infame Aznar entre ellos). Por eso es un momento perfecto para esta serie, porque la deriva ultra de los Estados Unidos es evidente y peligrosa, con un Trump desbocado y sin una oposición fuerte.

A diferencia de la serie, cuyo final no desvelaremos, la novela acaba de forma esperanzadora. La mujer de Lindbergh da un discurso pidiendo el cese de la violencia, apostando por el sistema democrático y convocando una nuevas elecciones a las que se presenta Roosevelt para ganarlas justo antes de que los japoneses ataquen Pearl Harbor.

El guión de La conjura contra América es un gran ejemplo de dosificación del drama, de los actos del mal frente a un bien indefenso y alelado. Resultan escalofriantes los paralelismo entre la Norteamérica actual y aquella en tiempos de guerra. A parte de las soflamas populistas de Lindbergh frente a Roosevelt, el “America First” retumba en la trama, igual que la consigna “Make America Great Again”.

El Lindbergh de esta ficción, como Trump, no es un político de carrera, es popular y populista, no tiene pelos en la lengua, es abiertamente racista y es envidiado por buena parte de la población. Y un día, sencillamente, llega demasiado lejos.

Los personajes reales:

Charles Lindbergh, el aviador y gran héroe americano. Su hijo fue secuestrado y asesinado, suceso que marcó a todo el país. Cansados de estar todo el día en el foco mediático, el 35 los Lindbergh se exiliaron a Europa  y volvieron en 1939 para volcarse en una campaña para evitar que su país entrara en guerra. Tras asistir, en 1936, a la apertura de los Juegos Olímpicos de Berlín, Lindbergh fue presentado a Hitler. Tras la charla, escribió: “Es, sin lugar a dudas, un gran hombre. Y creo que ha hecho mucho por el pueblo alemán”. No queda ahí su pasión nazi. En 1938, recibió una distinción por sus servicios al Reich de manos de otro criminal: Hermann Göring.

Walter Winchell, periodista estrella de la empresa de Hearst, el magnate del que se burló Orson Welles en Ciudadano Kane. Winchell era un tipo bastante amarillista y especialista en la llamada “columna de cotilleos”, en la que destripaba a todo tipo de personalidades. Fue, eso sí, uno de los primeros que atacó directamente a Adolf Hitler y a los partidos ultraderechistas estadounidenses.

Joachim von Ribbentrop más que antisemita fue anticomunista y sobre todo un verdadero fanático del nazismo y adorador de Adolf Hitler. Fue perdiendo rápidamente protagonismo político hasta llegar a ser solo un burócrata al que Hitler despreciaba y no quería ni recibir. Ribbentrop fue el primer gerifalte nazi condenado a muerte y ahorcado.

Henry Ford, famoso empresario del automóvil que en la serie es Ministro del Interior de Lindbergh. Ford es el único estadounidense mencionado en Mein Kampf, escrito por Hitler, que a su vez admiraba el libro de Ford El judío universal: el mayor problema mundial, recopilación de los artículos antisemitas que publicó su periódico The Dearborn Independent. Resulta curioso que este infame personaje sea el padre del fordismo, la producción industrial en cadena. También conviene recordar que sin el apoyo de la banca y la industria americana, liderada por Ford, hoy no conoceríamos la Alemania nazi. Tampoco decenas de millones muertos.

Franklin D. Rosevelt pierde las elecciones en esta ficción, pero fue el único presidente de los Estados Unidos que ganó cuatro sufragios y por lo tanto el presidente que más tiempo ha permanecido en el cargo. Fue el creador del famoso New Deal, gracias al cual sacó a su país de una salvaje depresión económica y de la miseria. El 12 de abril de 1945, y antes de acabar sus conversaciones con Stalin para el inminente futuro del mudo y los dos emergentes bloques, Roosevelt sintió un terrible dolor en la parte trasera de la cabeza y murió de una hemorragia cerebral masiva.

Los Levin, otra gran familia para la HBO

En realidad La conjura contra América es otra serie familiar de la HBO como lo son Los soprano o A dos metros bajo tierra. Los Levin viven en New Jersey, en Newark, la misma zona donde viven los Soprano. El padre de familia, Herman, está preocupado por los acontecimientos pero no cree que la cosa se ponga realmente fea. Bess, su mujer, sí que intuye que se avecina el infierno, conoce el antisemintismo desde pequeña y por eso le pide insistentemente a su marido mudarse a Canadá con sus dos hijos.

Completan el grupo familiar el hermano de Herman y la hermana de Bess. Alvin no se anda con medias tintas. Para él al fascismo no se discute con argumentos y leyes, se le dispara y punto. Por eso se alista en el ejército canadiense para, como dice literalmente, poder matar nazis. Y Evelyn (Winona Ryder) resulta ser todo lo contrario a Alvin: es una mujer que quiere trepar socialmente y dejar de ser una solterona. Y para eso no duda en convertirse en una colaboracionista.

En el lado de los personajes seducidos por el mal también destaca el adolescente Sandy, un chaval que rechaza a sus propios padres y compra el ideal de Lindbergh y hasta llega a reclutar a otros amigos para la causa en la que está involucrada su tía y su marido, el rabino Lionel Bengelsdorf, interpretado por el gran John Turturro.

Bengelsdorf, que cree que por ser del sur es amigo de los antisemitas, es el ejemplo del colaboracionista de buenas intenciones pero que es más peligroso que un simple ultra exaltado, un borrego que se une a una masa. Porque Bengelsdorf da abrigo intelectual o minimiza el odio, el populismo, el nacionalismo exacerbado y la xenofobia. Por eso La conjura contra América es una ucronía tan actual, porque también hoy hay gente de buena fe pero estúpida que no se da cuenta de que el fascismo se expande de manera rápida y peligrosa, gente que da abrigo intelectual o minimiza a Trump en Estados Unidos o a Vox en España.

La conjura contra América es una serie brillante y con un ritmo muy inteligente. Los dos primeros capítulos son hasta algo corrientes, si quieren. Pero a partir del tercero la serie pasa de ser un artefacto ingenioso y muy bien ambientado a ser una magnífica película de terror. Y todo gracias la empatía que proyecta el espectador ante la devastada familia Levin.

Lo mejor: los magníficos y angustiantes dos últimos capítulos y la estupenda actriz Zoe Kazan, nieta del genial director Elia Kazan, uno de los chivatos en la aciaga la Caza de brujas.

Lo peor: que se hace corta, pides más.

En tiempos víricos, esta magnífica serie nos recuerda que el fascismo, el populismo y el racismo, el odio al diferente, es un virus que puede ser mortal y muy rápido. Y cuando lo has dejado expandirse, minimizando su peligro, ya es demasiado tarde. Solo hay que repasar un poco la historia del siglo XX.

1 Comment
  1. José Malax says

    Muy buen artículo, obliga a verla. Zenquiú.

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