La desaparición de Silvia Blanch, la última de Lorena Franco

  • "Cada día desaparecen 38 personas solo en España y casi nadie se entera. Silvia Blanch era una de ellas"
  • "Es una novela entretenida y fluida gracias a sus grandes dosis de diálogo y acción que te permiten devorar sus más de 300 páginas en apenas una jornada solar"

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Narrativa contemporánea: El último verano de Silvia Blanch                                                                      Autora: LORENA FRANCO                                                                                                                                    Edita Planeta

Cada día desaparecen 38 personas solo en España y casi nadie se entera. Silvia Blanch era una de ellas. Su caso ocupa excepcionalmente los titulares de prensa “por la insistencia de sus padres. Por guapa. Por joven. Porque se llevaba bien con todo el mundo y no tenía problemas con nadie ni antecedentes de una mala reputación. Era una mujer ejemplar con un futuro prometedor”. Así lo justifica Alex, la protagonista principal de El último verano de Silvia Blanch, la última novela de la indie Lorena Franco, ahora editada por primera vez en Planeta, su segunda aventura editorial tras Quién mueve los hilos.

Lorena no es una novata de la Literatura. Lleva a sus espaldas más de 17 libros, casi todos autopublicados; finalista del premio Amazon en 2016; actriz y presentadora; joven, guapa y triunfadora como Silvia Blanch. Resulta bastante habitual encontrar alguna de sus novelas entre las más leídas del gigante de la Logística.

El último verano de Silvia Blanch es una novela entretenida y fluida gracias a sus grandes dosis de diálogo y acción que te permiten devorar sus más de 300 páginas en apenas una jornada solar. Como en las buenas tramas de misterio, el lector tiene las dosis justas, las pistas precisas, para adivinar al sospechoso poco antes de que lo haga la investigadora de la desaparición. Te obliga fácilmente a calzarte la piel de cada uno de sus personajes principales, incluida la desaparecida Silvia, gracias a que está escrita en primera persona con grandes dosis de sensibilidad y de intriga.

Alex, la protagonista, resulta una periodista atípica, implicada, comprometida y sensibilizada con los personajes que rodean este misterio. En sus manos caerán las pruebas que desbaratan la versión oficial de un caso cerrado precipitadamente, donde todos ocultan secretos, donde todos mienten. Pero su empatía, alternativamente, con cada uno de ellos, pondrá su vida en peligro y el suceso, en riesgo de ocupar el archivo de los no resueltos.

La intriga se desarrolla en un ambiente rural donde los periodistas no resultan bienvenidos, generan la desconfianza del peligro, el temor que sus oscuros secretos trasciendan el espacio privado de la pequeña aldea. Un pequeño pueblo turístico con poco más de 300 habitantes, accidentado y montañoso, escondido en la cordillera Prelitoral catalana y a pocos kilómetros de Barcelona.

La novela comienza con el relato, también en primera persona, del único testigo de la desaparición de Silvia Blanch, Berta. La fatalidad de su situación personal convertirá su testimonio en papel mojado:

«Mi madre solía decir: “Cuando hace mucho calor pasan cosas malas”.

 Siempre ignoré sus profecías hasta ahora. Hoy sus palabras son clavos ardiendo en mi piel.

Cáncer. Hasta hace solo dos horas, esta palabra no significaba nada para mí, solo un signo zodiacal que a veces leo porque es el de mi exmarido, y una enfermedad que le diagnostican a otros.

A otros.

No a mí.

¿Qué va a ser de Ana? ¿Qué va a ser de mi pequeña Esther? Soy lo único que tienen.

¿Por qué yo?

Las lágrimas me dificultan ver con claridad la carretera; agarro con fuerza el volante cuando llegan las curvas que tan bien conozco. Lo recorro a diario. Mi sueldo de limpiadora de oficinas no me da para el alquiler de un piso en Barcelona, donde tengo que bajar a trabajar cada día, así que llevo viviendo en la casona familiar de Montseny desde que Robert se fue a por tabaco y no volvió. Aunque vieja y destartalada nos sirve de cobijo a mis hijas y a mí. Es mejor que no tener nada. Mejor que vivir bajo un puente. Mejor que pedir en el metro. Con qué poquito he sabido consolarme siempre.

Respiro hondo. Pestañeo repetidas veces tratando de alejar las lágrimas. Intento pensar en positivo a pesar de este nudo en la garganta. La gente del pueblo es agradable. Llegado el momento, ayudarán a mis hijas si les falto. Eso quiero creer».

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