‘Citizenfour’: un héroe aburrido y narcisista

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Cartel de Citizenfour.
Cartel de Citizenfour, el documental sobre Edward Snowden realizado por Laura Poitras.

No es, en absoluto, un documental para ganar un Oscar. Es interesante lo que cuenta y el personaje que retrata, pero Citizenfour está más cerca del reportaje televisivo que del documental. Es poco reflexivo, poco cinematográfico y carente de un montaje elíptico que lo haga vibrar, entretener al espectador. Una pena, porque el material con el que contaban era privilegiado. Laura Poitras, su realizadora, tuvo la inmensa suerte de formar parte de la historia, no de reflexionar sobre ella. Puede que ese sea su gran problema. Poitras busca que todo el océano de información que presenta el documental sea llevadero gracias a su formato de peli de espías, pero nunca lo logra del todo.

Citizenfour, producido por Steven Soderbergh, nace en enero de 2013, cuando Poitras empieza a recibir correos electrónicos cifrados firmados por un tipo que se hace llamar "Citizenfour" y que le argumenta tener pruebas de los programas de vigilancia ilegales dirigidos por la NSA en cooperación con otras agencias de inteligencia del resto del planeta. Cinco meses más tarde, vuela a Hong Kong con los periodistas Glenn Greenwald y Ewen MacAskill para conocer y grabar con su cámara a Edward Snowden, que aparece a los viente minutos de metraje. Demasiado tarde para mi gusto.

Lo que cuenta Citizenfour no es ninguna tontería, estamos ante la denuncia de un gravísimo caso de ataque a la libertad y a la privacidad humana desde los tiempos de Hoover, McCarthy o Stalin. Claro que comparados con el CNI, la NSA o la GCHQ, esos tres monstruos eran unos malditos aficionados. Este documental nos recuerda que grandes empresas de telecomunicación de todo el mundo (como Microsoft, Google, Yahoo, Facebook, AOL, Skype, Youtube o Apple) auspiciaron una lista negra tecnológica y traicionaron a sus clientes creando la más vasta y sibilina arma de opresión en la historia. Obama, ese Premio Nobel que sigue consintiendo las torturas de Guantánamo y que se atreve a llamar a periodistas “enemigos de Estado”, entró a formar parte de la infausta lista de los presidentes que traicionaron a su propio país. La libertad de antes es la privacidad de hoy, y desde luego Obama y sus chicos se la han pasado por la piedra. Yes We Can.... Spy.

Citizenfour se enfrenta a dos enfoques principales: retratar al personaje y explicar su hazaña. Lo segundo es lo que menos me importa de este trabajo. Espionaje, mensajes cifrados, compleja programación... Me aburro. Lo que me interesa es el tipo, una especie de Falciani hipster, ese chaval de 29 años que manda todo al carajo, deja su trabajo con un sueldo de 200.000 dólares anuales, deja a su novia de diez años y a su familia y se recluye en la habitación de un hotel de Hong Kong. ¿Y que descubres? Que, como tantos norteamericanos, es un narcisista, que le encanta tener una cámara cerca y hacer un poco de reality show. Supongo que su generación trata a una cámara como a un amigo más, algo normal, diario, habitual. Yo lo veo raro.
También es muy paradójico que un tipo que arruina su vida privada para preservar la de los demás no tenga demasiados remilgos en que una cámara viole su propia privacidad.

Este documental nos recuerda que todo poder necesita, principalmente, controlar la información de sus súbditos, meternos en listas, asignar casillas, colores, grados de peligrosidad. Hasta la propia realizadora (que suele recurrir a la criptografía para proteger su material) está incluida en una lista de vigilancia y es habitualmente retenida en aeropuertos y fronteras de todo el mundo. Así están las cosas.

Una pena que el trabajo de Poitras sea tan deslavazado y tan denso. Tiene momentos (como todo lo rodado en un juzgado) que podrían ser de Sidney Lumet y otros en lo que Snowden, descalzo y con su albornoz blanco, parece una especie de coronel Kurtz en El corazón de las tinieblas o en Apocalypse now. Me da la sensación de que esta historia funciona mejor en un libro (a lo John le Carré) que en un documental. Eso sí: aquí hay un peliculón (de ficción) como la copa de un pino. De los grandes. Cuando veía Citizenfour no paraba de pensar en el director David Fincher y en el guionista Aaron Sorkin, los responsables de la magnífica La red social. Oye, por soñar...

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