Jose Mari Goenaga: «Puede que a un académico de Hollywood le llegue ‘Loreak’»

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Jose Mari Goenaga, a la derecha, y Jon Garaño, codirectores de 'Loreak'. / David Herranz

Hay entrevistas que da gusto hacer. Un ejemplo de ello es charlar con alguien como el realizador y guionista Jose Mari Goenaga. Puede que sea porque no sólo es cercano y amable, además es un cineasta serio que no se las da de cineasta serio. Habla y se explica sin darse ninguna importancia y de forma bastante sencilla y honesta.

Goenaga ha codirigido, junto a Jon Garaño, la magnífica Loreak (Flores), recientemente presentada por la Academia de Cine para representarnos en los Oscar de Hollywood.   

— Empecemos por los inicios. Estudiaste administración y dirección de empresas en San Sebastián, y de eso, que suena tan gris, pasas nada menos que al cine.   

— La carrera la hice como nos pasa a muchos, te metes en empresariales porque no sabes muy bien qué hacer. A mí me gustaba mucho el cine como espectador, pero de forma pasiva. Así como tengo compañeros que desde muy jóvenes andaban con alguna cámara, yo no toqué una hasta entrar en el curso de cine que hice después de la carrera.  

— ¿De cuántos años estamos hablando?

— 23 años. Acabé la carrera, y antes de empezar a buscar trabajo siempre tienes ese gusanillo, y no tanto por hacer cine sino por conocer cómo se hace. Es al arte que me gustaba, y me dije: me voy a hacer un año de cine. Y sin pretensiones de hacer carrera. Allí conocí a los que hoy son mis socios en nuestra productora, Moriarti. Ese fue el arranque. Ese año fue una aproximación muy general y nos juntamos con la idea de que cada uno de nosotros hiciese su idea de cortometraje. Y a veces te tocaba ser productor, otras dirigías... y así empezamos.

— ¿Desde cuándo puedes decir que vives del cine, de lo que produce Moriarti?

"Vivimos de esto, con sueldos modestos y compaginando trabajos de
guión para la
tele y otros formatos,
desde el
año 2007"

— Desde el 2007, con sueldos modestos pero viviendo de eso. Tuvimos la suerte de colaborar con Irusoin, una empresa ya más consolidada y que hacía doblaje en euskera, postproducción de imagen y sonido... y dimos con ellos cuando querían empezar a producir. Vieron que les podíamos aportar la creatividad y darnos la posibilidad de hacer posibles proyectos complicados de levantar para nosotros. Con eso dimos el salto a los largos documentales y luego a la ficción. En 2007 ya vivíamos de ello aunque compaginando con trabajos de guión para tele, guiones para vídeos de museos...  

— ¿Qué has hecho en televisión?    

— No mucho. Estuve en un concurso de ETB, un concurso diario. El formato se vendió a la televisión de Cataluña. Luego hice guiones, pero muy sueltos. Nunca hemos hecho ficción para ETB.   

— Claro, porque habéis hecho cortos ganando más de 150 premios, animación, largos de ficción, largos documentales... os falta la ficción televisiva. ¿Algún proyecto?

— Estuvimos en un proyecto que al final no salió. Después de 80 egunean, nuestro primer largometraje de ficción, apostamos por la producción de cine y la vida nos llevó al cine más que a la tele. Curiosamente veíamos difícil hacer cine, y mira.

— Lo que parecía más difícil es lo que ha salido finalmente.

— Sí, en la tele se intentó, pero no salió. Y ahora estamos más a gusto en el cine, claro. Pero no nos negamos a que en un futuro se presente esa posibilidad. Ahora vivimos de los largometrajes.

— La verdad es que sería bonito que una peli en euskera estuviese en los Oscar por primera vez. Pero hay más de 80 competidoras, con directores como Pablo Larrain, Nikita Mijalkov, Jean-Jacques Annaud... Será duro.

"Estamos muy ilusionados.
Hemos saltado obstáculos que
nos parecían terribles"

— Estamos muy ilusionados, y no es una pose. Hemos saltado obstáculos que nos parecían terribles y al final te dices, ¿por qué no? Pierdes esa sensación de “esto es imposible”. Obviamente, sabemos lo difícil que es esto, no quiero sonar como un iluso, lees un poco la lista de candidatos... El club de Larrain, El hijo de Saúl, de László Nemes... hay películas que han pasado por festivales y que tienen muchas posibilidades de entrar ahí.

— Son más de ochenta películas de las que salen sólo cinco finalistas.

— Sí, este año optan 81 películas. De aquí a mediados de diciembre hay un grupo de 200 académicos que ven las 81. Y no todos ven todas, se dividen en tres grupos. Hay como un grupo azul, otro verde y otro rojo. Entonces cada grupo ve unas veintitantas películas, hacen como packs y cada grupo tiene que ver al menos el 80% de las películas que le han tocado en ese grupo. Y cada uno valora la película entre un 7 y un 10. Es una valoración un poco extraña. Pueden ver pelis de otro grupo, pero obligatoriamente el 80% de las que te tocan. Y lo que tienes que conseguir es que te vean la mayor cantidad de académicos y te den la mayor puntuación posible.

— Eso dura hasta diciembre.

— Hasta mediados de diciembre, luego las nueve películas que consiguen una puntuación más alta pasan a la siguiente fase, a lo que se llama la shortlist. De ahí salen las cinco nominadas al Oscar, que dependen de un grupo de 30 académicos cuyos nombres desconocemos. Ellos deciden las cinco afortunadas.  

— Y ahora empieza la guerra de los lobbys de los diferentes países o productoras.

— Sí, en cuanto sales seleccionado por tu país te escriben agencias de comunicación, relaciones públicas... y te proponen llevar la película con toda una estrategia de comunicación o campaña publicitaria. Hay un pase que organiza la Academia de Hollywood para sus académicos, pero luego hay que moverla a parte. Los que saben te recomiendan que organices otros pases, una recepción... todo para ir haciéndote un nombre, que se escuche el título de la película. Hay que diseñar toda una campaña.

— Y ya han llegado las llamadas. Esto lo lleva Xabier Berzosa, el productor, supongo.

Sí, y sobre todo desde Ilusoin, donde nos informan, pero tampoco te creas que de todo, porque andamos en otras cosas, con entrevistas, etc.

¿Ya hay un acuerdo cerrado con alguien?

— Con una relaciones públicas. Y parece que lo de tener distribuidora en Estados Unidos va por buen camino. Es algo que desconocíamos hasta ahora, te tienes que hacer un cursillo acelerado.

— ¿Entrará en el apoyo financiero a la película en Hollywood el Ministerio de Cultura o el Gobierno Vasco?

"El Gobierno vasco está interesado porque es un escaparate tremendo
para el idioma
y la cultura"

— Sí, el Gobierno Vasco se ha mostrado muy interesado, y es un dinero que no tenemos. Y para ellos es también algo estratégico, es un escaparate para tu cultura y tu idioma tremendo. Y entiendo que desde el gobierno español estarán interesados en apoyarnos, ya están acostumbrados a estos apoyos. Pero lo desconozco.

— ¿Que son para ti los Oscar? ¿Fantaseaste de crío con ganar uno?

— No he fantaseado pero en una época fui muy fan de los Oscar.

— ¿De la gala?   

— No tanto de la gala como de los nominados, leer sobre ellos... Luego ya cuando llegaba la gala perdía el interés. Los sigues, sí, los resúmenes sobre todo.

— Vamos, que no has madrugado para verlos.

— No, eso nunca. Pero todo lo que los envuelve me gusta. Cuando eres un chaval, lo de los Oscar es como que va a misa, ¿no?

— Y acabas descubriendo que es más una industria que otra cosa.

— Claro, y ya en los últimos años te das cuenta de lo importante que es lo que dices tú, el mundo lobby. Es un premio que se adapta a un tipo de cine y me gusta, siempre hay cosas interesantes entre las nominadas. Pero no va a misa. Los Oscar hacen que la gente vaya al cine.

— Creo que uno de los valores de Loreak es que es una peli tremendamente vasca y a la vez tremendamente universal, y por eso se está moviendo y entendiendo. Vamos, que la historia de Loreak puede ser vasca, finlandesa o de Boston.

— Sí que es una peli universal, que se puede entender en cualquier parte. Y puede que a un académico de Hollywood le lleguen ese tipo de historias.  

Alex Iturralde 2
El director, guionista y productor, Jose Mari Goenaga. / Alex Iturralde

— Tu pregunta para construir una de las tramas es: ¿qué ocurriría si la familia y personas cercanas al que ha muerto en la carretera descubren que un anónimo está depositando flores en el lugar del accidente? Luego juegas con otra trama de mucho peso cuyo origen es la canción de Cecilia “Un ramito de violetas”, donde una mujer recibía flores de un extraño. Hay dos tipos de flores en Loreak: las de la ilusión femenina y las de respeto a un muerto. ¿Cómo se construye ese guión, sus lecturas, toda esa simbología, esas imágenes? ¿Fue duro, lento?

— Todo es caótico y no recuerdas cuándo ha surgido una cosa o la otra. La idea de las flores en la carretera era la primera, claro. De ese interrogante que surge, ese ¿quien las habrá puesto? Eso fue el inicio de hacer una película que esté entre lo dramático y lo misterioso. Y qué pasaría si pierdes a alguien y empiezas a ver flores anónimas en el lugar donde lo has perdido. Ese era el arranque, y trabajando sobre esa idea volví a escuchar en la radio la canción de Cecilia y pensé que ahí había algo que cuajaba con la otra trama. Y siempre me han gustado las historias de dobles puntos de vista. Buscamos hacer una peli minimalista, con pocos elementos, y sacar todo lo posible de esos elementos.

— Flores como cortejo y flores como respeto mortuorio. Amor y muerte, Eros y Tánatos, todo junto. ¿Erais conscientes de ello al escribir?

— Puede que lo hiciéramos inconscientemente, trabajando lo vimos. El subtexto fue entrando poco a poco y surgiendo con la reflexión. Y siempre, claro, con las flores en el centro de todo. Las flores, sobre todo, son un acto contra el olvido, no sabes si al muerto, al mundo o a uno mismo. Yo estoy aquí y no me olvido de ti.   

— Un amigo mío ha definido Loreak como “Carver en Euskadi”. No lo pensé al verla, pero tiene algo de razón, hay esa tensión latente que crean los objetos, esas imágenes a veces turbias, esas soledades, esos silencios...  

— ¡Me alegro, porque me encanta Raymond Carver! (risas).

— ¿No estaba pensado?  

— Para nada.

— Sí, se siente esa atmósfera frágil y delicada, que parece que todo se va a derrumbar en cualquier momento.

Intentamos que hubiese siempre una tensión latente. Y a pesar de ser un drama, pensábamos en códigos de thriller, de suspense, de cómo ir dosificado la información.

— Loreak sufrió los prejuicios de ser una película hablada en euskera. En San Sebastián era reducida al cupo vasco, pero luego los espectadores del festival os comentaban que durante la proyección se habían olvidado de que era en euskera. Volvemos a su universalidad.

"Se ha pecado
de miedo a las películas en euskera. Tienen que estar un poquito mejor
que la media
para que se las tome en serio."

— Los directores somos de San Sebastián y antes de que se proyectase la peli eramos “la vasca”, pero una vez que se proyectó, la gente ya hablaba de Loreak, no de “la vasca”. José Luis Rebordinos, director del festival, comentaba que ellos igual han pecado históricamente de miedo a las películas en euskera porque se las mira con lupa, porque igual tiene que estar un poquito mejor que la media para que se tome en serio, para que esté justificado que esté en la sección oficial.

Fue muy llamativa la crítica de Carlos Boyero. La puso bien, pero arrancaba diciendo que fue al cine con prejuicios y pensando que estábamos cumpliendo una cuota vasca. Eso fue el reflejo de lo que a muchos les pasó.

— Otra de sus cualidades es que es una película vasca muy urbana, nada que ver con los estereotipos rurales.

— Y no la hicimos por huir de eso, salió por la historia, era urbana y ya está.

— ¿Qué directores y películas influyen en tu cine?

— John Cassavetes me encanta y siempre me ha influido muchísimo Hitchcock. Siempre recurro a él. Aunque desarrolle un drama, él siempre está, sobre todo por cómo dosificar la información, por su forma de narrar. En Loreak estaba presente.

— Curioso, nunca lo hubiera pensado.

— En esa forma de usar un McGuffin, elemento de suspense que hace que avancen las tramas. Las flores lo son en Loreak. Otro director que me ha influido es Krzysztof Kieslowski.

— Esa influencia sí se percibe.

— Volví a ver Azul y me dio la sensación de que la estaba plagiando (risas). Madre, si es igual... No amarás también me influyó.

— Vuestro próximo proyecto es la historia del Gigante de Alzo, un pueblo de Gipuzkoa. Un personaje real que medía 2 metros y 42 centímetros.

— Sí, en este proyecto estoy de coguionista. El Gigante de Alzo fue un fenómeno de feria, recibido por la Reina Vistoria de Inglaterra, la dueña del mundo.

— No suena barata...

— No, nos estamos metiendo en un lío bueno, es un guión sobre la necesidad de crear mitos y el hecho de mitificar a alguien porque sencillamente es más alto de lo normal.

— Pues nada, Jose Mari, muchas gracias y a por el Oscar.

— Cómo suena eso, me entra la risa floja (risas).

Irusoin (Vimeo)

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